miércoles, 28 de diciembre de 2011
También en Bangkok se pone el sol. Cual oblea en llamas...
Joaquín SABINA.
domingo, 25 de diciembre de 2011
El décimo pliegue de tu alma.
Ya no recuerdo los cuentos que traían mis manos al regresar de tu espalda, ni recuerdo como describían esos líquenes, musgo, ni plantas trepadoras. Tampoco recuerdo el olor de tu cuello blanco tras el lóbulo de tu oreja, creo, jazmín camboyano, o el de tu bajo vientre, limón dulce de las indias, mientras hacías sonar las cuerdas de un violín cuya melodía tampoco recuerdo. Ni la forma que tenía la noche de caer en tus hombros. Ni si tu mirada era de perra, o de gata, cuando nos mirábamos subiendo el ascensor. Amor.
Lo cierto es que ya no me acuerdo de las geografías que he recorrido en tu pecho. Solo sé que hoy estoy atravesando el monte Meru. Periodo angkoriano que rige el décimo pliegue de tu alma. La perfecta fusión entre ambición creativa y devoción espiritual. No requiere de anastilosis ni otras quimeras. La selva salvaje invade los templos que fueron erigidos por mi obsesión, y soy aquella salvaje de la que habla Clarissa Pinkola, con el habito de un monje budista andando a paso lenta y segura de absolutamente cualquier final. Inicio de Eras.
Tu pelo es mas liso, el clima mas seco. Mis manos regresan de tu piel lisa como el batido inmortal, morada de todas las apsaras que un dia fueron. Y hoy, me dices "confia", me recuerdas el primer muro que derrumbamos, y enseñas que aun hoy lo fotografías.
Es entonces cuando entiendo que, si permaneces aquí, por los siglos de los siglos, en mi pecho se juntaran tus manos y, en una reverencia oriental, se detendrán el tiempo y los cuatro puntos cardinales para que sigamos avanzando por el monte Meru durante toda la eternidad.
viernes, 16 de diciembre de 2011
Una pequeña obsesión...
miércoles, 14 de diciembre de 2011
La novena. (De la serie La isla de mañana)
“Se dice en las antiguas cartografías orientales, que levantar el mapa de tu alma es imposible.
Abruptos acantilados y desafiantes abismos hacen imposible detenerse al más excelso delineante que hubiere en los tiempos, para levantar el mínimo trazo.
Pero yo, que he paseado tantas veces por ella cuando se desmaya la luz y te conviertes en aprendiz de halcón, cuando tiemblas, corazón coraza, entre mis brazos y pronunciando esas palabras de “Creo en ti. Ahora, enséñame a rezar” descubres que existe la profanación de mi cuerpo inexpugnable, para escribir en él con tu lengua las únicas palabras de la religión que que me acompañará en el camino. Yo, que te he caminado y recorrido, trenzando y destrenzando el tiempo, católica conversa, ejerceré de perito en las cartografías de tu alma, dibujada por ayunos e introspecciones.
Y pienso desafiar todos los cartógrafos que en el mundo un día existieron. Y reuniéndolos, les pediré que beban estas palabras de tus ojos de niña, para tomar buena nota de cuan en tu pecho existe, porque…
…resulta que en su tránsito de este a oeste, es testigo de profundas variaciones ambientales que dan lugar a importantes cambios en los paisajes, la flora y la fauna que acompañan a cualquier peregrino en su travesía. Ni el relieve ni el clima son iguales en los limites con la ausencia, en las parameras del centro del primer pliegue de tu alma, o en la hoya berciana que acuna tus noches de insomnio. Esto se traduce en un dinamismo del entorno que agradece cualquier caminante, y añade un enorme interés natural al clima de tu pecho.
Misterio atrae.
Mirada expulsa.
Cualquiera, entonces, resume: “su corazón lo atraviesa el río Omaña. De frente, a su derecha un parque de bomberos. De frente, a su izquierda, una estación de autobús”. Y o se apaga el fuego, o uno se escapa en autobús.
Estamos en tierra de nombre de felino salvaje, amor.
Yo no conozco de fuegos ni estación de autobuses, y sigo el camino con mi cama enrollada en cuello. Con mi casa dentro de cuarenta litros de peso. Con mis pies que cuido, embadurnándolos de vaselina para poderte caminar.
Después de varias jornadas, saludo al Carballo de Fonso Pedrero. También él me saluda. Y me invita a reposar. Creo ser el único resistente hacia esta suerte de laberinto. Le agradezco su papel protector, y me acomodo en sus rebollos.
Agradecida, siempre agradecida, sigo andando largamente. Llego a una parte imposible del recorrido de tu pecho. Entre las cuencas del eslabón y el orbigo, discurre por la comarca del páramo, inmensa planicie cultivada de rutinas y siempres, de dijes y huestes. Tanto en secano como en regadío apenas interrumpida por débiles vallejas, apenas perceptible, por su lisura y tibieza. Pero con raíces más aferradas que las tuviera cualquier olivo.
Es el segundo pliegue de tu alma.
En el páramo predomina la vegetación herbácea, y los enclaves arbolados se limitan a las riberas de los principales cauces fluviales, lamentos y quejidos, risas y parodias y a contados montes de encinas, quejigos y cosconas que perduran como islas en un mar de cereal.
Perduran como islas en el mar. Como islas de un mañana.
Se eleva después de este segundo pliegue un infinito abismo de costado. De perfil. Y luego, un vacío. Y su enorme torreón. Estamos de lleno en la tercera etapa. Tercer pliegue de tu alma.
Son las hieles del pasado. La amargura del cautivo. El futuro de un pasado olvidado. Unas Torres. Torreón mayor. Un embalse. En el que nada fluye. En el que nada pasa. En el que todo aquieta. En el que el silencio espanta.
Hacia el oeste, pasada la ciudad fortificada, la llanura del cuarto pliegue comienza a replegarse en las estribaciones de los Montes. En este ámbito surge una vegetación espontánea de rebollos, quejigos y encinas entremezclados con grandes extensiones de matorral, brezos, jaras, carquesas y piornos.
Al otro lado, un camino desciende a la hoya del Bierzo, al encuentro de un ambiente radicalmente opuesto. La escasa altitud de las vegas bercianas en comparación con las penillanuras del páramo, unido a su clima más suave y húmedo, dan lugar a un autentico vergel.
Es el quinto pliegue de tu alma. En este sector se combinan encinares y madroñales con castañares y robledales, incluso hayedos en algunos reductos especialmente umbrosos. Allí es donde corres como lo hicieras de niña. Allí es donde ríes. Allí es donde lloras. Donde te acunan. Donde te adoran. Allí es donde se mezcla tu mirada felina con tu ternura rebosada. Allí es donde se desmaya cualquier luz, para que enciendas la luna. Allí es donde aúllas, donde encantas, donde expugnas, donde embaucas.
En esa zona eres grande. Y tierna. Y deliciosa. Inspiras el quicio de cualquier noche, la demencia de cualquier rosa.
Sonriente y feliz.
Fuerte como los troncos de tus árboles. Suave como cuando caen sus hojas de color añil. Cabe decir, que a pesar de todo, esta parte es una zona altamente humanizada, con grandes áreas ocupadas por cultivos hortícolas, viñedos, y plantaciones de chopos, entre otros usos humanos de aquellos a los que has permitido conozcan una parte de ti. Han llegado hasta aqui. Me sorprendo. Pensaba que jamás encontraría vida que hubiera llegado hasta aquí.
No estoy sola.
Me alienta. Me desaliento.
Pensaba ser yo una especie exclusiva capaz de sobrevivir y llegar hasta aquí.
En algunos puntos del pinar, te crecen abedules y seriales, que destacan sobretodo en otoño, cuando los primeros se visten de amarillo y los segundos, de rojo. Entonces todos esos seres que se pierden dentro de ti, juran no haber visto en su vida nada más hermoso.
También se creen únicos.
Apiadándose de ti.
De tus caprichos. De tus enojos.
Esperándote hasta que la primavera devuelva a tu boca el color de las grosellas. Y que la estepa blanca pueble la ladera de tu pecho mientras bailan los poetas y se desquician los teólogos. Mientras Platón atribuyera la creación del mundo a un matemático sublime, conviviendo con un Borges que recogiera el infinito en su Aleph.
Todos ellos, todos, se creen en la antesala de tu corazón.
Pobres desdichados.
Y es que tu alma tiene muchos mas pliegues. Y esperarán, en vano, mil y un abriles, muriendo al fin, desamparados. De lejos se oye, de más lejos, el graznido de las cornejas que rondan en busca de los restos de estos caminantes desventurados, que no tardarán en sucumbir.
Almas en pena. Entregan su rendición. Su cuerpo. Se arrancan, ellos mismos se arrancan de cuajo, con esa garra que encarna un lobo hambriento que es el tiempo con sus dientes de nácar, las tripas y el corazón. Y las cornejas se embalan para alimentarse de lo que se ha convertido en rito, en tradición: los restos humanos en el quinto pliegue.
Antes de llegar al sexto pliegue, pasamos por el monte irago. Es posible recorrer un pequeño camino de sencillo paso lineal de unos 980metros de longitud y escaso desnivel, que discurre a través de una pujante repoblación de pino silvestre. El sendero, delimitado entre rollizos de madera, dispone de tres puntos de descanso y constituye un delicioso paseo en el que se disfruta la fragancia de los pinos, especialmente intensa tras días lluviosos en los que la congoja pobló tu alma y corazón, por aquellas desapariciones.
En la primavera tardía, hay que unir otros colores, densos y dulzones, procedentes de la intensa floración de los matorrales y arbustos presentes en los bordes del camino y en el lindero del pinar: escobas, brezos y carquesas.
A lo largo de este recorrido, que aboca a este sexto pliegue, nos acompañaran propagando nuestra hazaña los pájaros que estimulan los sentidos con sus trinos y reclamos. Verdecillos, bisbitas arbóreo, totovias, pinzones y carboneros garrapiñados.
El sexto pliegue es todo fragancia. El intenso aroma de las escobas y los brezos que crecen en la linde e incluso en el sotobosque del pinar, te hacen creer que vuelas como un ave. Que eres el elegido, como un monje franciscano. Que eres Santo. La mismísima Venus de Milo. Te hacen creer que llegas a las puertas del paraíso. Tú abrazas como no lo haría la persona más dulce que pudiéra soñar.
Mas quedan pliegues siete y ocho. Aquellos que las leyendas de los antigüos apodan “el deletéreo y el infernal”. En ellos: abismos y malas soldaduras. Enclaves sin arneses. Caídas al vacío. Imposibles intransitables. Desplomes y vueltas a empezar. Infinitos retorcidos. Agujeros negros con traspón. Extremos entre extremos. Calderas. Pócimas de brujo. Gritos agónicos. Laderas oscuras imposibles de encumbrar. Mares de sangre hirviendo. Lavas de volcán. Cielos encrespados. Nada que hacer ni por tierra, aire, o mar. Venablos ardiendo. Tiempo enroscado en un tiempo infernal. Cepas de caníbales. Palabras encubiertas con aguijón letal. Trampas. Falsas señales. Odiseas. Mil preguntas de oráculos de niegan la verdad. Lugares comunes arrasados por antiguos fuegos que siguen abrasando. El espectro de la mismísima Venus de Milo en llanto. Doscientos Apocalipsis, antes de llegar al noveno pliegue, llamado “la novena”.
La novena es la comarca que rodea tu pecho. Es su linde natural. La que acuna su interior. La novena es un concierto para violín que te despierta todas las mañanas. La novena tiene montaña, cielos de colores, la novena tiene mar. Tiene ríos y puentes romanos. Y flores. Y verdecillos, crías de halcones y muchos pájaros más.
La novena tiene lagos habitados por mil peces de colores. Tiene un sendero delicioso para, todas las mañanas, salir a trotar. Otro para caminar por las tardes hasta Finisterre, ver como se suicida bajo el mar un sol en el horizonte de tus pliegues, después de haber aprendido a volar.
La novena tiene un agua que tiembla rompiendo al borde de tu pecho. Desde donde todas las mañanas nace el día. Es un barco, es un ave. Es la morada de la más intensa felicidad. En la novena ríes, te enterneces. Escuchas. Entiendes.
En la novena no existe el peligro. Ni la duda. Ni el desequilibrio. Ni cualquier otra realidad.
El la novena me dices "hola".
En la novena te digo “hola”.
jueves, 24 de noviembre de 2011
Cálido lustre
viernes, 11 de noviembre de 2011
Corazón y Razón manteniendo una conversación más...
- Deja ir.
- ¿Cómo? No me siento lista para hacer eso.
- Deja ir.
- ¿Cómo reconciliarnos con nuestra necesidad de estar con alguien cuando su elección es no estar con nosotros?
- Deja ir.
- ¿Cómo? No me siento lista para hacer eso.
- Deja ir.
- Hace tanta soledad que las palabras se suicidan en mi pecho.
- Deja ir.
- Dejo ir...
http://www.youtube.com/watch?v=YFHi8XIkVBw
(Y un día... Un día me iré.)
jueves, 10 de noviembre de 2011
Mouloudji, "Un jour je m'en irai..."
Aux îles sous le vent, au pays des enfants
Ah oui, je m’en irais, m’en irai pour la vie
Pour les jours et les soirs, les matins et les nuits
Je quiterrai Paris je quiterrai la Seine
Notre Dame, les quais, ma jeunesse et la tienne
Je n’irai plus jamais, acheter de chateaux,
En Espagne ou ailleurs ni faire de zigoto
Ni trenner la molasse de vieux cargos usés
Au long des noir canaux de Paris enfievré
Je ne finirais plus a minuit en place blanche
Ah je voudrai gouter a mes anciens dimanches
Je quiterrais Paris sans meme une valise
Pour larguer mon passé et toutes mes sautises
Je quitterais les fleurs du jardin de ton corps
Et ta bouche anonime et ton Coeur qui m’endors
Je trainerai ma vie au long des continents
Au long des rêveries au long des océans
Et peut etre au fin fond d’une mer verticale.
Entre cieux et nuages et vagues viendra le calme
Un jour je m’en irai sur un bateau tout blanc
Aux iles sous le vent, au pais des enfants
Ah oui je m’en irai, m’en irai pour la vie,
Pour les jours et les soirs, les matins et les nuits
Un jour je m’en irai sur un bateau tout blanc
Aux iles sous le vent, oh loingt loingt oui mais quand
Ah oui je m’enfuirais, m’enfuirais pour la vie,
Pour les jours pour les nuits
Pour la mort sans souci.
domingo, 6 de noviembre de 2011
Gotas de Lluvia.
De
Ti.
Nada que ver con el tacto de tu piel. Nada que ver con tu aroma. Me confundí. Yo era lluvia. No era lágrima.
Desee ser lágrima, lágrima tuya, para resbalar por esa superficie cálida, que conozco de memoria.
Mi memoria.
Tan excelsa.
Qué tortura.
Ojala no tuviera memoria. O tuviera la memoria de los peces. La de aquellos peces de colores que pueblan tu pecho de niña. La de aquellos peces con los que me enseñaste a nadar.
Decía… decía:
Ayer fue cuando desee ser una lágrima tuya y resbalar por tu mejilla. No porque quiera que llores. Sino porque quiero resbalar,
En ti
En tu deriva
Deriva perpetua.
Pero alguien me ha quitado esa superficie que conozco de memoria.
Alguien te ha robado.
Como el que roba una sombra.
Como el que me roba la sombra.
Me he quedado sin sombra: me he quedado sin ti.
Las criaturas inmortales que un día fueron no tienen sombra.
Todas bebieron de tus ojos. Se abrevaron como lo hiciera Marco Flaminio Rufo, para ser transportadas a las geografías imposibles más bellas del mundo.
Yo también te bebí. Y así perdí mi sombra.
Noto que resbalo. Que caigo.
Nadie lo puede impedir.
No.
Tampoco tú puedes impedirlo.
También, cierto, noto que tiemblo.
Tiemblo como tiembla el rocío en una hoja de Maple tras el zarpazo del tiempo. Sea tiempo de tiempo, sea tiempo de temporal.
Decía… decía:
Que tiemblo mientras te recuerdo recitar a Dante en las frías tardes de invierno. Tiemblo mientras te recuerdo sonreír. Y recuerdo evaporarte, despacio, a la lumbre de un fuego eterno. Casi dejándote herir por mis ojos. Es entonces cuando comprendo que deberé saber desintegrarme, también evaporarme, para ir a por ti.
A aquel lugar en el que esperas.
A aquel lugar en el que, puede, me esperas a mí.
Ayer fui a beber de tus ojos.
Descendí hasta tu pecho que olía a leche muerta. “También yo he perdido mi sombra”, me susurraste al oído, mientras nos desplazamos descendiendo por aquel infinito, resbalando como si fuéramos dos peces fugitivos. “Dame tus manos”, te dije “te enseñaré a rezar”.
Es entonces cuando me miraste de esa manera eterna: “no hace falta que lo aprenda. Estás aquí, estás ahora, y serás mi lágrima, lluvia, río, mar… Perpetuamente romperás en mi pecho evocando la orgía de todos los sentidos que un día existieron para crear la superficie de esta tierra, para crear el último de sus piélagos”.
Te comprendí: la penumbra de mi vértigo se convertirá en la charca en la que todas las brujas de los tiempos van a beber. Sin sombra, apagarán las llamas de las últimas hojas del otoño de esas almas que habitan tu alma. Verterán su saliva de inmortales en el cauce seco donde nacía tu tiempo, y cantarán sus hechizos mientras siembran mis prímulas a tus pies. Limpiarán las heces de una leche elegiástica que jamás amamantó pasión alguna, al ritmo de un baile loco, de un rito antiguo, brindando con cálices repletos de colores, bendiciendo panes de tropos.
Luego, solamente luego, mi ambrosía regará tu sed. Y florecerán tus alas.
Me volverás a mirar. Te reconocerás en mí. Gotas de agua. Almas gemelas. Y junto al último de los relámpagos, empezará la Creación: te fundirás en la sosa de mi piel marcada, para crear un mar que se repliegue eternamente en si mismo. O para crear un río que se repliegue eternamente en si mismo. O para crear la mismísima charca de la inmortalidad, a la que volverán a beber una y otra vez, todas las criaturas del mundo que fueron… y que aprendieron, un día, a beber de tus ojos."
lunes, 31 de octubre de 2011
Hoy me bautizas por primera y última vez.
gélida sombra pusilánime impaciente paciente sueño laxa urgente anhelante amante
alma sueño sueño playa paseo caricia cuerpo pericia tristeza humedad tiempo rutilante cantante
temporal calma paraíso tártaro fiel vergel infierno salvación sueño condenación crepitante Sueste
sueño natural disfrazada suave sudorosa deseo deseosa dura tímida salvaje sur
saliva pecho roma lecho sueño incierta cierta ardor dolor diáfana azul
salvaje mansa vértigo noche sueño sueño derroche blanda tabú
sombra sueño pelo lluvia fuego dueño paciente impaciente ella suya tú
etérea sufrimiento sueño éxtasis pasión venablo viento herencia luna es vedrá limerencia luz
rabia sueño dolor lengua demente mar rosa abismo espalda celosa
oronda prisa tuya lisa sempiterna sueño eterna mortal celeste
inmortal Fedra mítica sueño temporal atemporal calma paraíso rizoma friso lesueste
empírea dócil pura impura sueño frágil dura inerme impía dulce flagrante erudita agreste
aterida coloreada lagrima aterrada vena lúdica púdica enamorada sueño sueño sueño paz y hueste
Buenos días… hoy, soy: Marinna Oeste.
miércoles, 19 de octubre de 2011
El hechizo de mis noches...
Ya no sé ni quien pronunció estos versos antes. Si tú. Si yo. Soy tú. Eres yo. No se quien profesa las palabras, ese fado que repite cada pliegue de mi alma desde que dejé de ser atea, para creer en ti.
Viniendo de ninguna parte.
de todas partes.
De mi, de ti. Y de un viento marino que me despeina cada mañana al amanecer, cuando se suicida la noche por el horizonte. Y aparece un
Lenguaje,
privado,
Naufragio de,
Palabras,
ya usadas,
Palabras que me destinas a mi, como nuevas.
Palabras que me destinas a mi, gastadas.
¿palabras de segunda mano?
No sé quien pronunció estas palabras con anterioridad. Ni cuantas veces las repetiré. Tal vez tú antes. Tal fui yo. Tal vez escuchaste hablar esos pliegues de mi alma que llueven por este pecho desolado que no entiende nada.
No entiendo nada.
Sólo sé sonreír cuando te veo.
Sólo quiero sonreír cuando te veo.
Y abrazarte
Tengo unas terribles ganas de abrazarte, amor.
¿las tienes tú?
L
I
ABRAZARTE
B
R
E
Y sentir tu luz.
Y bautizarme con palabras privadas escritas en mi piel.
Por tu cuerpo.
Nuevas palabras. Solo dichas por mi.
Por ti.
Por nuestro nuevo mundo eterno.
Nuestro
lenguaje privado.
Amor, amor.
El día es oscuro. Necesito abrazarte.
viernes, 14 de octubre de 2011
Chantal Maillard... "Hilos".
UNO
Uno.
Porque hay más.
Más están fuera.
Fuera de la habitación.
Fuera de las demás habitaciones.
Fuera de la casa.
La casa es demasiado grande.
Se extienden cuando duermo.
Porque también hay muchas.
Últimamente están deterioradas.
Húmedas. Ciegas.
Depende de los días.
Depende de las nubes.
También de las imágenes.
Sobre todo, depende de los hilos.
Partir es dar pasos fuera.
Fuera de la habitación.
De la mente, no:
no hay. Hay hilo.
Partir es dar pasos
fuera de la habitación con el hilo.
El mismo hilo.
A veces se rompe
el hilo. Porque es endeble,
o porque la otra habitación
está oscura. Sin
querer, tiramos de él y se rompe.
Entonces queda el silencio.
Pero no hay silencio.
No mientras se dice.
No lo hay. Hay hilo,
otro hilo.
La palabra silencio dentro.
Dentro de uno —¿uno?"
Nos queda el común padecimiento de la fragilidad de lo que somos.
jueves, 13 de octubre de 2011
¿A ti te afecta la luna??
Establece el código penal que, como circunstancia atenuante de la responsabilidad, está la de obrar por causas o estímulos tan poderosos que hayan producido arrebato, obcecación u otro estado pasional de entidad semejante.
Tú te reirías escuchando eso. Con esa forma que tienes de reír. Genial. Absurda. Divertida.
Con esa forma de reír que ilumina el mundo entero.
Jamás deberías dejar de reír.
Jamás.
Y mientras tanto, como sin hacer caso de tus carcajadas, yo te pondría mil ejemplos para explicarte lo poderoso que puede ser un estímulo para que produzca “arrebato, obcecación, u otro estado pasional de entidad semejante”.
Entonces tú recurrirías a la racionalidad, enarbolando la estupidez de cualquier estado exagerado del enamoramiento, que interpreta la nimia contrariedad como la mayor de las tragedias.
E insistirías sobre su desproporcionalidad. Arguyendo sobre la relatividad de las cosas. Contradiciéndote a ti. Contradiciendo aquel principio físico tuyo, que te libra a reírte y hacerme reír a mí por la más absurda de las cosas…
Por ejemplo ahora. Que te ríes de mi ira al explicarte que has desaparecido, que nada sé de ti, y que por culpa de tu ausencia mi día deviene incoloro.
Solo al cabo de un montón de reflexiones cartesianas que desbancan mi lado más visceral, consigues instalar la paz insistiendo que mi actitud es desproporcionada.
Entonces yo te miro. Intento explicarte sin mis palabras, sin las tuyas, que eso que establece el código penal fue escrito por un legislador enamorado, que entendía mejor que lo entiendes tú, mejor que lo entiendo yo, lo que significa el “arrebato”, que una RAE define como furor o éxtasis, o lo que significa “obcecación”, que también es definida como ofuscación tenaz y persistente.
Está regulado por el código penal. Ya entonces pensaron en nosotras. Y en el atenuante que es obrar por furor, éxtasis, ofuscación tenaz y persistente, u otro estado pasional de entidad semejante.
Por simple analogía legislativa, tú vas y me lo perdonas todo. Por simple analogía mundana, yo voy y te lo perdono todo. Te miro y me miras.
Y pronuncias esas palabras.
Esas palabras que me liberan de todo cargo.
“Aun así me encantas…”
Y me transformo en un gato inmóvil al que han agarrado por el pellejo del cuello.
Y como si se tratara de un mantra, te escucho repetirme esas palabras, una y otra vez, mientras acaricias mi pelaje desde una dimensión desconocida en la que solamente estás porque yo ahí te llevo. Y te imagino. Y nada puedes hacer contra eso. Prevaleciendo frente y contra todo que te encanto. Y que entiendes que por una pequeña ausencia tuya, yo me ponga así.
Y comprendo y comprendes que toda nuestra historia está escrita en cualquier libro. Desde una biblia hasta un código penal. Que nuestra historia es la historia de todas las historias. De la Historia. Y que habla de ti y habla de mi incluso la luna. Que nos zarandea noches como estas sin dejarnos dormir.
Noches en las que no estás y te busco.
Noches en las que me arropas desde el abismo de una oscuridad al que me lanzo a por ti, sin importarme que no exista nada debajo.
“¿A ti te afecta la luna?”, preguntas…
Efectivamente me afecta la luna... Y a la prueba del día de hoy me remito, Señoría.
Si cometiera un crimen hoy, tendría el atenuante de arrebato y pasional, por el efecto que tiene en mi cualquier alineación de los astros. Soy Sagitario... Pero ojala fuera un arquero de verdad (…)
viernes, 7 de octubre de 2011
La isla de mañana IV
Te has levantado dispuesta a matar esto. Es lo que tienes. Sólo tú tienes estas cosas. Te levantas flotando sobre el aire. Te desplazas levitando. Te mueves por nuestra habitación envidiada por las dríadas.
Sólo tú,
sólo,
te levantas y enciendes el sol.
Hoy te has levantado para matar esto.
Te
he
dicho.
Aunque hayas sido la primera. Aunque hayas sido amor.
Ni siquiera he visto lo alto que puedes llegar a volar. Ni siquiera he visto lo alto que puedo llegar a volar.
A tu lado.
Nos has impedido. Con tus palabras.
No más metáforas, amor. Es demasiado duro el silencio para soportarlo. Te lo dije. Ese silencio no, nunca. Nunca se me ha dado bien.
La tibieza del mar daliniano en el que un día perdí mis ojos se detiene a mirarte. Yo, te haces cargo, sigo entretenida en la orilla buscando cantos rodados y caracolas.
Para enseñarte.
Algún lugar en el que escondernos.
Algún lugar que murió en ti y en esos amores suicidas de otoño.
Donde yace esa lengua que me robó tu mar. Ya no vuelve. Disecada en alguna otra orilla. Abandonada. En alguna isla. Sin atlas de mar. Sin compás de arena.
Nunca volverá siempre, como me decías, dulce, mojada, indemne, herida por la luz.
Se apaga el mundo.
No temas por mi.
Aprendí la forma de la noche en tu cuerpo.
Está bien.
Apaga el sol y ven amor.
Ven hoy a destruirme, como siempre.
lunes, 26 de septiembre de 2011
La isla de mañana. III
Hoy me dices “sabes, te entiendo”, y pronuncias de nuevo unas palabras que no se aplican al sentido de todas estas noches en las que no me he podido acercar a ti ni siquiera como en la historia del erizo que tomó Freud de Schopenhauer. Y me miras, y sonríes. Y entonces comprendo que tu idioma nunca es el mismo idioma y que la fe que te profeso limita en el infinito de todas las fes. Que se quema en mi pecho página a página tu libro sagrado, a la vez que lo reescribes con la tinta densa de sangre y cenizas.
Ignoras este paisaje desolado.
Ahora sólo te preocupa reescribir otra religión y que yo, pobre loca, comulgue.
Y sigues empeñada en mi pecho.
Lo haces, continuamente, arder.
“Te entiendo”, me dices en tu nuevo idioma… Y vete tú a saber lo que quieres decir. Creo. Te creo. Y mientras, me dejo morder los pezones como una gata en celo. Tú dibujas en mi espalda con la esquirla de tus dedos las esquelas de los laudes, que confundiré con geografías y argollas de esas puertas que soñé abrir.
Tu idioma nunca es el mismo idioma. Y me vuelves a hablar. A escribir. Utilizando esas palabras que quieren decir tantas otras cosas que me hieren y me nutren. Palabras de sangre y ceniza que alimentan a una loca enamorada que no sabe ya en qué creer, mas que en la atalaya de tu quiebro, en la lluvia de tu amor y en tu rutilante sonrisa.
“Te entiendo”.
viernes, 19 de agosto de 2011
Pour me comprendre
Il faudrait savoir qui je suis.
Pour me comprendre,
Il faudrait connaître ma vie
Et pour l'apprendre
Devenir mon ami.
Pour me comprendre,
Il aurait fallu au moins ce soir
Pouvoir surprendre le chemin d'un de mes regards
Triste mais tendre, perdu dans le hasard.
Je l'ai connue toute petite
Dans les bras de sa grande maman.
Dommage, dommage.
J'aimais tellement son visage.
Pour me comprendre
Il faudrait savoir le décors
De mon enfance,
Le souffle de mon frère qui dort,
La résonance de mes premiers accords.
Pour me comprendre
Il faudrait connaître mes nuits.
Mes rêves d'amour.
Et puis mes longues insomnies.
Quand vient le jour,
La peur d'affronter la vie.
Il y a peut être quelque part
Un bonheur dont j'aurai eu ma part.
Dommage, dommage.
J'aimais tant certains paysages.
Pour me comprendre
Il faudrait la connaître mieux
Que je ne pourrai.
Il faudrait l'aimer plus que moi
Et je vous dirai
Que je n'y crois vraiment pas.
Pour me comprendre
Il faudrait avoir rencontrer
L'amour le vrai.
Vous comprenez le grand amour.
Et savoir qu'après
A quoi sert de vivre encore un jour...
jueves, 4 de agosto de 2011
Esto no es una ilusión...
Mi piel conoce tu piel de memoria. De una manera onírica, de una manera venérea, de una manera ignota, de una manera absurda, de la mejor de las maneras.
Adoro mi espalda porque es fuerte. Es recta. Está fortalecida. Son años y años de arduo trabajo y tesón.
Y hoy… esta espalda que adoro, y que todo lo puede soportar, recibe sin embargo de tus manos en ella perdidas, la mayor de las dulzuras bajo las que, con todo lo que es ella, (ella es tanto y tanto…) empieza a temblar…
Esas manos, luego van y te cuentan historias de un mundo que solo existe donde estoy yo. Un mundo donde rompe el mar al borde de mi pecho. Un mundo donde me dices a mi, y solo a mi, cosas más allá de todo esto que no amor... Que no desvelaré jamás.
domingo, 24 de julio de 2011
Ilusión 1.010
Sin tú saberlo, como el más cuidado de los tropos, tus ojos untaron mi cuerpo sin palabras, y una oración cubrió mis heridas cual sábana de pureza en la que se transformó mi cuerpo entero.
Si tú saberlo, te convertiste en mi oración de todas las noches. En mi credo de todos los días. Y mi temblorosa piel, encontró entre los pliegues de tu alma nuevas delicias y los mil y un secretos nunca antes revelados.
Sin tú saberlo, me encogí en la palma de tu mano, dejando fluir esa voz tan tuya a la que me acostumbré, que me susurraba islas infinitas y atardeceres de mirra y oro, consiguiendo convertir mis cráteres en geodas rebosando racimos de lunas que habías hecho traer solo para mí.
Sin tú saberlo, me te convertiste en el bálsamo redentor de mi dolor eterno. Ungiste mis alas de tu inmensa forma de amarme, como jamás antes lo habían hecho. Una forma infinita.
Y volé.
Fue entonces que me escupiste algunas de esas palabras, transformándolas en otras tan distintas… Es entonces cuando me proferiste el mayor de tus insultos: “cobarde”.
Sin tú saberlo, me devolviste a la vida, serena, erguida… Y lo sé. Sé que todo ha sido, sin tú saberlo.
miércoles, 6 de julio de 2011
Ilusión... ¿o falla...?
L’homme n’est qu’un roseau, le plus faible de la nature ; mais c’est un roseau pensant. Il ne faut pas que l’univers entier s’arme pour l’écraser : une vapeur, une goutte d’eau, suffit pour le tuer. Mais, quand l’univers l’écraserait, l’homme serait encore plus noble que ce qui le tue, puisqu’il sait qu’il meurt, et l’avantage que l’univers a sur lui, l’univers n’en sait rien. Toute notre dignité consiste donc en la pensée. C’est de là qu’il faut nous relever et non de l’espace et de la durée, que nous ne saurions remplir. Travaillons donc à bien penser : voilà le principe de la morale. Roseau pensant. — Ce n’est point de l’espace que je dois chercher ma dignité, mais c’est du règlement de ma pensée. Je n’aurai pas davantage en possédant des terres : par l’espace, l’univers me comprend et m’engloutit comme un point ; par la pensée, je le comprends".
Pascal, Pensées 1670.
Visto lo visto, estando las cosas como están, andando el tiempo como anda, y todas esas frases hechas que se utilizan para denotar la inexcrutable fuerza de un destino que nosotros mismo trazamos de forma inconsciente para, acto seguido, precipitarnos al abismo dibujado, no me queda otra cosa que transcribir, uno de los increíbles párrafos del que últimamente cayera entre mis manos, cual cofre del tesoro, rebosante de diamantes, caracolas, olas implacables, fondos marinos y sonidos de mar.
« Bonenfant abrió los brazos y los dejó caer con un gesto de desesperanza. « Ha leído usted a Freud, querida ? Oh, si, seguro que si, qué estupidez de mi parte preguntárselo. Pues bien, durante muchos años, me resultó difícil concebir por qué razón un hombre como él, que tanto había hecho por la evolución de nuestro oficio, porque renuncio a calificar la psiquiatría con el nombre de ciencia, terminó sus días envuelto en un pesimismo tan denso que no merece otro adjetivo que el de antropológico. A estas alguras, sin embargo, lo entiendo perfectamente. Cada vez que he creído hacer algo por alguno de mis padientes » dijo Bonenfant destripando del todo el manojo de lavanda y arrojándolo al césped, « he tenido la oportunidad de desengañarme. Más tarde o más temprano, todos y cada uno de nosotros, créame, incluso los más fuertes, se rompen y vuelven a romperse por el mismo punto de fractura, y creo sinceramente que es más fácil girar con los dedos una goleta mercante que ponerle remedio a esta curcunstancia. Tácheme usted de escéptico, o de fatalista, pero le diré que estoy plenamente convencido de que, quien más quien menos, venimos al mundo con determinadas taras estructurales y de que basta con exponer una tara a las curcunstancias propicias para que florezca y se desaroolle a sus anchas. Ponga usted al servicio del paciente todos los útiles a nuestro alcance y no conseguirá mucho más que si construyera una pared para contener el Atlántico. Yo mismo soy medianamente proclive a la melancolía, me afecta la caída de la luz, soy, permitame la confidencia, demasiado sensible como para que mi carácter resulte del todo viril y créame que, por muchas disciplinas que me haya impuesto, y por muchos que hayan sido los arneses en los que he intentado embutir mis pobres carnes, mi naturaleza ha venido puntualmente a traicionarme, sin que, como decía Sthendal, haya aprendido de los males otra cosas que la penosa obligación de convivir con ellos, y, con el paso del tiempo, una cierta destreza para dominarlos »....
Fragmento de
"Cuatro cuentos de amor y el intocable absurdo",
Inés Marful.
(de, sin duda, recomendable lectura)
... Y dime, Pascal, ¿ es realmente la naturaleza, primero, un hábito... ?
lunes, 6 de junio de 2011
Ilusión 1.232
Hoy… hoy noto el alma en un puño. Soy incapaz de terminar la composición. Rompo a llorar. Lloro como nunca antes me había roto. Un llanto sonoro, seco, desgarrador. No circula absolutamente nada por mi cuerpo para que lo convierta en un líquido salado. Pero el estruendo de un alma quebrada si que tiene voz. Me disculpo ante el piano. Ante una madre que no era. Ante una noche que no estaba. Miro al infinito mar que me devuelve su infinito. Algo en su lluvia me sosiega. Debo dormir. Mañana, mañana todo puede volver a empezar… Mañana podré nacer de nuevo. Mañana podré olvidar.
Olvidar que me has dejado… de amar.
miércoles, 1 de junio de 2011
Je est un autre
"Salvo Narciso, salvo Narciso"
Narciso no se reconoció y se enamoró de sí mismo.
Pero para que se enamorase fue necesario, primero, que no se re-conociera. Con más precisión: que no se conociera. Que fuera Otro.”
Narciso, alegoría del Ego de los Egos, se enamora de su reflejo, sin re-conocerse. Se enamora del Otro. Como en “tu nombre escrito en el agua”. Como Marina. Se enamora, pues, de si mismo, sin saberlo. Y Cristina Peri nos plantea la cuestión de si no es la historia de cualquier amor…
La psicología analítica Jungiana, nos acerca al animus y ánima como lo eterno femenino y lo eterno masculino, que existe, de forma más o menos latente, pero muy existentente en nuestro interior. Entiendo que en algún extraño proceso, algo bello que ansiamos, interno, que reconocemos, que es reflejo de algo, canalizado por algún tipo de inspiración, sale de nosotros mismos. Y así lo sentimos. Y nos llenamos de forma gratificante de aquello que estaba en nuestro interior y por lo tanto es tan reconocible y rutilante a plena luz.
Por eso, me gusta esta repetición: “Salvo Narciso, salvo Narciso”…
Porque muchas cosas son irreconocibles. Salvo para Narciso. Es cierto que las personalidades con ese plus de egolatría, tendemos a re-conocer de forma mucho más firme ese interior que tanto nos nutre. Y lejos creer en los límites que nos impone Freud para conseguir amar, pienso que puede dar pie a un campo muchísimo más abierto hacia la otredad.
Por eso, me gusta cuando dice Rimbaud: “Je est un autre”.
Por eso me deleito releyendo a Guzner veinte veces e interpretando que “Otra” que no sea “Ella”, no tiene por qué ser peor.
Por eso me produce un intenso placer no ser, sino a través de los demás.
Por eso me encanta cuando leo que Lacan dice que cada uno de nosotros está habitado por un imposible de decir que nos hace hablar. La respuesta a esa interrogación, a veces, solo la aporta “el Otro”.
La propia identidad. La otredad. Empezaremos, como Dalí lo consigue pintar, la de-construcción de nosotros mismos para hallar todas las respuestas más allá de los arquetipos.
Y solamente después de eso, re-conocernos.
El deseo.
Y yo, que estoy emprendiendo el viaje más apasionante de mi vida hacia mi interior, enlazo “sin despeinarme” a Derrida con Benjamin Zander. A Rafael Echeverría.
Te enlazo a ti con JeanLoup.
Y a la arena por la que paseo todas la mañanas, del mar que me ahora acuna, a cada uno de los pliegues de mi alma, que cual piezas en fuga estoy dispuesta hoy, a tocar. A primera vista. A improvisar. A estudiar metodicamente. A analizar. A interpretar con la mejor de mis interpretaciones.
Por eso… Quieta.
Quédate ahi.
Deja de moverte.
No me enloquezcas más.
Apártate lo justo y necesario para que te perciba. Para que me llegue tu luz. Como si fuera a fotografiarte. A pintarte. A grabarte en mi memoria, por los siglos de los siglos…
Quédate sin tener la crueldad de acercarte.
Ya te llamé, proféticamente, niña cruel. Pues tu movimiento me confunde. Me extasía. Me hace, los mas bellos parajes sobrevolar, para despeñarme en las mas ariscas cornisas.
Cuando te acercas, lucho por convertir este deseo en realidad, yo amazona que vine a este mundo con un arco y mil flechas. Mas mi lucha siempre termina igual. Desaparece tu espejismo. Aparezco arañada por fuera. Desgarrada en mi interior.
Por eso… Quieta. No… no te acerques más.
Pues de ahí te observo, mi musa. Mi deidad. No necesito engaños ni veleidades. No necesito tu voz, ni tu tacto. Ni tu piel ni tu hiel.
Desde ahí… desde ahí me inspiras.
Amor. Desde ahí… desde ahí te amo. Y no me agoto de amarte.
Como jamás nadie nunca lo hará.
Eres la palabra de todo aquello que quiero. Que deseo. Que amo. Eres ese placer que inspira cada centímetro de mi piel. Eres una brisa en el aire ante la que me detengo extasiada. Eres el profeta de cada uno de mis deleites. Eres una conversación especial. Una música ante la que debo cerrar mis ojos, y completa, desnudarme. Eres aquella voz que se eleva cada vez más y canta provocando la admiración y escalofrío, de la inmensa muchedumbre, que, respetuosa, calla. Eres ese placer que provoca que caigan fulminados a tus pies mi ego y mi voluntad. Como cuando cualquier maravilla me envuelve en torbellino, y “la sensación” domina, desormais, mi ser entregado.
Por eso… Quieta.
Quédate ahi.
Deja de moverte.
No me enloquezcas más.
Mi musa.
Yo te sabré, a mi modo, tocar.
Mi Gala, Lou Salomé, Edie, Elizabeth Siddal, Camille Claudel, Lucrecia Buti, George Sand…
Desear tu boca me hace expresarlo de mil formas. Besarte una vez para que me fustigues con un no lo haré mas, me daña y revuelca mi deseo en los lodos de las peores miserias que se pueden imaginar.
Por eso… Quieta. Quédate ahi. Déjame desearte, sin interferir en este camino de mi deseo de ti. Es un camino creativo. No te acerques. Frenas la cantidad de frutos que, nuestra unión, peculiar, pero infinita como son infinitas las formas de amar, tendrá por los siglos de los siglos...
La unión del artista con su musa. Toda nuestra obra el renuevo para la humanidad.
Por eso… Quieta. Quédate ahí. No te muevas. Por favor, no me confundas más. Así, eres la imagen perfecta de todo aquello que deseo desear.
Jacques Derrida: ¡Palabra! Instantáneas filosóficas, Ed. Trotta, Madrid, 2001, p. 42.
Deidades...
JeanLoup, JeanLoup Sieff, el increíble fotógrafo francés, dijo con un exquisito acierto que la forma femenina probaba, sin lugar a dudas, la existencia de Dios.
Aún teniendo este mismo sentimiento, yo no lo hubiera podido expresar mejor.
Hoy, tu ausencia me invade con repetitivas piezas que Satie enlaza tocando en mi interior su piano de telarañas. Sonidos que embriagan mi corazón, y me hacen más consciente de que en él se ha instalado de forma implacable la muchacha de grandes ojos verdes.
Así que hoy, hoy… es sólo esto lo que escribo.
Cuando se evidencia una demencia…, Fornells II, y aquellos viajes que hicimos a los que nunca vendrás conmigo.
Te pienso. Y moriría por una verdad de tal calibre.
Te llevo allá adonde voy. Y eso también, también es un hecho irrefutable "a la práctica de la prueba me remito, Señoría". Y si la prueba solo habita en mi mente, pues que me abran de par en par el cráneo, y encuentren en mi cerebelo chico, tu nítida imagen, junto a mil y una circunstancias, como nuestros amores, conversaciones, el número indeterminado de nuestras noches… y tus maneras de amarme, que nunca , bien digo nunca, desvelaré...
Hace un buen rato que me siente, y que también me sonríe.
Si, yo también te echaba de menos... Mi Fornells... ... ... Por cierto... ... ... Tienes abierto el Hostal la Palma??? Se me antoja un café...
Recuerdo el día que aterrizamos y me dijiste que amabas a las vacas, que las venerabas... En esa época no hacia tanto tiempo que nos conocíamos. Y muchas facetas de tener a una persona desconocida enfrente, se deben suplir, con la mente abierta de adentrarse en su mundo, por muy excéntricas que parezcan sus intimidades. Por eso, cuando tu tono serio dio la explicación de que como yo te amaba a ti, también las debía amar a ellas, y como prueba de ello, cada vez que viera yo una por ahí, así lo debía expresar, dándote un beso, me pareció normal, y te sonreí. Beso por vaca. El trato era fácil. Y la tarea que me habías encomendado, deliciosa. Recuerdo que casi nos comemos una valla, tu conduciendo, por algunos de los caminitos deliciosos que existen por aquí. El resultado fue que pasamos por campos y campos repletos de vacas. Y yo, para colmo de tu ego alagado, me tiraba literalmente a tu cuello para cumplir con mi promesa, convirtiéndote en mi religión, y tus palabras en el primer mandamiento. Mi complicación era tener tiempo de contarlas, cumplir con la leyenda personal por la que había nacido, y darte tantos besos como vacas, sin dejarme ninguno en el interior de las mejillas, como hacen las ardillas con las nueces, o la mayoría de los españoles con las uvas en navidad. Tenías la carita repleta de mis besos. Tú, lejos de reírte a carcajadas, me mirabas de reojo y sonreirás con media mueca. Yo no sabía el número de vacas con las que me esperaba cruzar. Tu las tenias tan y tan contadas... Nunca me canso de recordar tu rostro, serio, imperturbable, que rociaban mis besos, mientras conducías, mientras conducía, mientras conducías.... Y mientras, abusando de mi desorientación, dabas vueltas en redondo.
lunes, 23 de mayo de 2011
Sonrisa Duchenne
Estamos. Mi alma y yo.
Yo, sumida en una infructuosa búsqueda de mi alma. Mi alma, refugiada en algún inexplorable lugar de mi interior.
Es, a ojos de terceros, imperceptible el aletear del estornino negro que sale de tu pecho a picotear mi corazón… Lo ha tomado como la más tierna de las frutas y se recrea sin reparar en mi agonía.
Se que no eres responsable de aquello que sale de tu pecho de forma tan impulsiva. Tampoco lo eras cuando eso que salía de tu pecho provocaba una sonrisa Duchenne en mi interior.
Algún embrujo del Dios de la supervivencia, me hace andar, de forma instintiva, y pasear por el parque Natural de la Breña con ese dolor tan intenso. Mi alma se encuentra en cualquier otro rincón al que hoy no tengo acceso. Me pierdo en mi interior, intentando encontrar algún resquicio, huella, vestigio de su ubicación.
Dando plantón a las coordenadas mundanas, se ha ido a llorar todas las lágrimas que yo no se expresar. En algún lar en el que tus dije siguen dorándose al sol de primavera. En algún lugar en el que siento una y otra vez, el raro privilegio de morir en tus brazos. Un lugar inundado de nuncas repetidos mil veces.
Este paisaje de inmenso mar, tan distinto al de mi isla, me extasía.
Ni rastro de esa parte de mí.
Ni atisbo de esa interna sonrisa.
Ando y vislumbro una torre. Me hace feliz. Y pienso en mi simpleza. Cualquier lugar con un faro, una torre, y un bonito paseo para llegar a ambos, me puede colmar de felicidad. Ahora que todo carece de sentido, cuando he vivido por y para ti, procuro no olvidarme de mí. Y empezando desde el principio de los principios me transformo en alguien tremendamente simple.
Me pierdo buscando becerros. Los quiero fotografiar.
Me detengo delante de uno de esos paneles explicativos que, ahora entiendo, han colocado para nosotras (es decir, para mi alma desaparecida, y para mi otra que lucha por persistir, aun en búsquedas intangibles…)
Leo.
“Y como en las marismas de Barbate, ellas también, erosionan tu base. Con sus risas. Con sus besos. Con sus miradas. Con sus palabras. Con sus silencios, que interpretas a tu antojo, hacia los mas bellos sueños. Y con su amor de mentira… que un día creiste redentor. Y te dejan sin principios. Sin valores. Ahora en esas mareas bajas, la plataforma de su abrasión deja al descubierto tu pecho raso, que da cobijo a numerosas algas e invertebrados ofreciendo un importante nicho ecológico a la biodiversidad marina… Todo lo anterior, mas el efecto de socavamiento inferior, provoca posteriormente el derrumbamiento de la parte superior del frente (olvidan poner que este derrumbamiento mata sin piedad las algas e invertebrados a los que mi impío pecho sin ti, había dado cobijo…). En un proceso continuo que hace retroceder la pared rocosa.”
Efectivamente, es de esta forma, inevitable que creas este acantilado en mi pecho que empieza a parecerse al acantilado de tu pecho. Los pliegues de mi alma que pudieran dar equivocas señales a las más inocentes especies, de ideal cobijo, son traicioneros. Pues se va derrumbando, retrocediendo mi interior. Me haces retroceder. Me haces convertirme en abismo, en precipicio, en acantilado.
Alguno de esos derrumbes, se llevará el aletear de tu estornino negro. Otros, todas las arrugas de mi mirada de esa sonrisa interior.
Puede que arrebatándome coraza a coraza, dejándome sin base, sin principios, y volviéndome una y otra vez a desplomar, estés tejiendo con tu infinita sutileza aquel terreno perfecto, preciso y al detalle de lo que te supondrá, con el más fino deleite, el pasaje idóneo para la mayor de tus escaladas. Para la mejor.
Para un imposible…
Un 9c+,… un 10…
O puede que, sencillamente, no.