Los límites en mi mundo sin límites me los impone el
lenguaje. Cuando no hablo, se abre y despliega más allá de lo cognoscible el pulso
de todas las geografías y momentos que un día fueron. Más allá de
cualquier palabra maltrecha.
miércoles, 13 de junio de 2012
La isla de mañana V
Si exceptuamos el género técnico, toda literatura es obsesión.
Gestualidad de un neurótico obsesivo confeccionando su mundo. Un mundo que
rehace la Nada. En el que deconstruir lo construido. Un mundo que se despliega
en los mil mundos que los mil lectores se apropian. Ahondando de la forma que fuere, detrás de de aquella historia
está su histeria, y un mezquino deseo de que la otredad le restituya esa Nada con
su aprobación.
lunes, 11 de junio de 2012
Veintitrés años después.
“Tiene la vida un lánguido
argumento, que no se acaba nunca de aprender”. Dicen que sabe a luna
despechada. A anís amargo. A un te quiero y no te puedo tener. Tiene el tiempo,
una frivolidad balsámica. Y es que amanece un buen día y han pasado muchos
años. Tantos como veintitrés.
El calendario ha mezclado tus dijes con sus sugieres. Ha
cortado mis alas para volar. Ha disecando mi oficio de soñar. Y si. En las
oscuras tabernas de la noche, me he vuelto a dar al vicio de olvidar.
Veintitrés años después.
Al terminarnos, fue aquella vuelta a empezar: ayuno de risas,
caricias y piel. El sol dejó de ser sol para ser una lágrima en mi ojo, complicado
despertar, sin querer queriendo no querer y querer llorar. Luego pasaron las
horas, los días y cada una de sus noches como dicen que pasan las hojas de libros sin
leer.
Son muchos, veintitrés años después.
Y apareces tú hoy, como un luego fatuo. Cantando un no a la quieta
esperanza. Blandiendo en alto tu fe. Y tu espalda, que fue mi geografía
preferida, es ahora un mapa arrugado sin sentido y del revés.
Dicen: “Por el renglón
del corazón, cada mañana descarrila un tren”. El nuestro hace años yace estrellado. Dime, ¿qué diablos quieres veintitrés años después?
domingo, 10 de junio de 2012
DIVINA COMEDIA (Infierno, Canto V)
“Amor que amar obliga al que es amado,
me ata a tus brazos, con placer tan fuerte
que, como ves, ni aún muerto me abandona”
Dante Alighieri
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