Tú. Apareciste tú. No lo quería. Pero ya estabas. Tu mundo me arrastraba. Tú. Aun sin habernos dicho nada. Amanezco en tu mirada. Dos perseidas esmeralda. Y yo. Que no se muy bien si. Que soy más bien de allí. De sures y caracolas. De Egeo y revueltas Jonias. Pero tú. Apareciste tú. Entre líneas y proyectos. No hay más sitio para versos. Aunque mis sueños, los trazas y rediseñas. Los mides y los piensas. Los alzas y proyectas. Tú. Te marchas a Japón. Y quiero ser tu Japón. Y convertirme en insecto disecado. Para que me destripes y disecciones. Permanecer a tu lado. Tú. Con tu voz rota, tu deje murciano. Ojala hubiera tenido a alguien, que me siguiera a cualquier parte. Hasta el otro lado del mundo. Hasta Japón. Ojala me hubieras roto el corazón. O sólo necesitado. Debería haber parado, el mundo, para gritar "Quédate a mi lado". "Sígueme a mi permaneciendo aqui". Que yo quiero ser tu bióloga. Quiero ser tu Japón. Olvidaré cualquier rebelión, mitilénica o sáfica. Me tendrás en el salón, recostada frente a la chimenea, como una piel negra de pantera, a juego con tu cabello. Fuego. Invade mi interior. Quiero ser yo tu Japón. (Aunque dure menos de minuto y medio, y luego, me vuelva a mi Universo de sures, de caracolas, de sueños).
jueves, 22 de septiembre de 2016
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