jueves, 29 de marzo de 2012

En la línea de Javier

Si fallo aquí caeré con toda seguridad.
Vuelvo a empolvarme las manos de magnesio, mientras me concentro en realizar con la mayor precisión el siguiente paso. Ya no es cuestión de fuerza. He anudado tantas veces la castigada y polvorienta cuerda en el desgastado anillo de mi arnés y he intentado subir tantas veces que ya no me queda fuerza.

Pero lo tengo que conseguir. Es un último intento de aplicar toda la técnica posible. Fuerza ya no me queda.

Pero si fallo aquí caeré con toda seguridad.
Respiro profundamente. Una cierta presión en la boca del estómago desaparece cuando consigo agarrar con fuerza el primer canto. Flexiono las piernas bajo el desplome a la vez que con un fuerte bloqueo logro asir una pequeña bóveda con la mano izquierda. Las falanges de mis dedos se tienen que arquear con la fuerza necesaria para sustentar todo el peso de mi cuerpo.

Pero si fallo aquí caeré con toda seguridad.
Coloco un pie sobre una minúscula rebaba con la que consigo equilibrarme y lanzarme hasta la siguiente presa. Las tres primeras falanges de mis dedos reposan sobre un diminuto cuenco romo y resbaladizo buscando no perder un milímetro de adherencia. Aprieto la mandíbula. La fuerza me hace jadear. Chapo la cuerda y me lanzo hacia la regleta roma de la que caí una y otra vez, en cada uno de los intentos.

Se me resbala un pie y no consigo mantener el otro. Ahora pendo completamente en el aire de los dedos que arqueo con toda mi fuerza para conseguir mantenerme entre el balanceo y el encontrar un nuevo apoyo para ellos. Bendita fisura. Bendita diminuta fisura. En la que coloco la puntera de mi pie de gato que apreté muy a conciencia.

Es absurdo pensar en la técnica. Vuelven a dolerme los antebrazos tanto que no creo ser capaz de aguantar. Pero estás abajo. Y me miras. Me transmites todo el ánimo y la confianza que requiero. Me obligo por última vez a respirar profundamente para hacer un lanzamiento hacia el buzón que me espera allí arriba, tan a lo lejos. En un salto, lo consigo. Mi mano entra tan limpiamente en el interior de ese enorme agarre que no me importa volver a quedar con los pies en el aire. Ya no me importa. Lo he conseguido. Y sé que estás abajo. Y que tus manos ágiles y rápidas estaban dispuestas a reaccionar ante mis movimientos sobre la roca.

Entre la emoción, la vuelta a empezar, la obsesión, y el sinsentido, está mi victoria. El triunfo. Una pura felicidad. Un estado puro.