No te voy a pedir un abrazo, y menos cuando tanto lo
necesito. No te voy a pedir un “te amo”. Ni que me des la mano al pasear. No te
voy a pedir que me beses, en privado ni en público. Ni frío ni apasionado. Ni que
me mires con ojos que atraviesan. No te voy a pedir que te acuerdes de nuestro
aniversario, ni que compartas conmigo tu cumpleaños, y menos que vayamos a
cenar juntos para celebrar cualquier cosa que no celebramos.
No te voy a pedir que viajemos a lugares lejanos y mágicos
juntos. Que emprendamos proyectos. Ni tampoco que me mandes ese mensaje
balsámico antes de dormir. Y menos te voy a pedir que me mandes canciones.
Tampoco te voy a pedir que me cuentes cómo fue en el trabajo,
o simplemente tu día, que me echas de menos, o cómo estás. No voy a pedir que
me des las gracias por las veces que te ayudo, ni que me pidas perdón cuando
creo que fuiste duro. No te voy a pedir que me preguntes “qué tal hoy”, ni que
me llames “mi vida”, ni mucho menos “amor de mi vida”. No te voy a pedir que me
prestes atención cuando te cuento mis historias. No voy a pedirte que yo sea y
sienta que soy lo más importante para ti a diario. No te voy a pedir nada de
nada. Ni que sea tu incondicional. Ni que para siempre te quedes a mi lado.
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