Mi madre. Siempre tan elegante. Siempre tan bella. Ni con
mis mejores intenciones yo le llegaría a la suela de sus zapatos, siempre de tacón.
Flotando como un ángel y segura como un guerrero. Dulce y fuerte. Necesaria
como cada uno de los botones de su vestido, para todo aquel que la llegara a
conocer. Y. Es curioso que, esta foto, precisamente esta foto, haya sido la que
me arrojó a la realidad de que mi padre fuera, muy a pesar de los registros
civiles e inscripciones, aquel que la devora con esos (mis) ojos. Con los que
también yo siempre la miraré.
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