Menos mal que un día morimos. Seria insoportable escuchar
eternamente a esa gente que se queja de la vida. Con el deliquio que supone
dejar de ser criatura inerte en ningún sitio para tomar conciencia de las
distintas formas de reír, de pensar, de sentir. Como si de la nada nos hubiesen
regalado un cuerpo y un alma para llorar, amar, sufrir. Como para que los
Dioses nos envidien por ser mortales y sentir hambre o sed.
Menos mal que un día morimos, sin conocer el secreto de la
muerte. Eso determinaría completamente nuestro modo de vivir.
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