Lo niego todo, tus caricias tus apodos, mis sonrisas, tu indecoro, tu ansiedad. Lo niego todo, incluso la verdad.
Lo niego todo, lo que fuimos, lo que aspiraba, tu potencial que tanto distaba a como eras en realidad, niego mis te amos, mis suspiros, aquellas canciones que te mandé, y todo lo que te dije o aún te digo. Lo niego todo. Te aviso. Si me cuentas mi vida, entera te la negaré.
No te amé. Nunca lo hice. No conoces nada de mi, así que retira lo que dices porque, lo niego todo. Aquel vals en el que me apoyé en tu hombro, aquellos besos, aquellos lloros, los viajes a Madrid. Tu fútbol, las cenas, los cafés, lo que reí, lo que sufrí. Todo lo que sentí. Lo niego todo.
Ni héroe, ni asesina, ni culpable, ni
salvadora de relación, ni rara flor al final del alto pico, ni egoísta ni
generosa ni huelguista ni esquirol.
Ni yo tu amante, ni tu mi gran amor, lo niego todo. Ni profeta del juicio, ni estudiante, ni jugadores de golf, ni comidas de empresa, ni viaje a Mallorca, ni Mallorca en Can Picafort. Ni socia ni jefa ni novia ni amante ni amiga. Ni ángel ni espía. Lo niego todo. Nada existió. Nada sucedió. Así que no inventes no me cuentes no empieces a presumir. A predecir. A danzar con tus pruebas. A hacer como si nada. A hacer como si todo. Porque no, no fue nada. Porque yo, lo niego todo.