martes, 3 de marzo de 2009

Ilusión 82

Y podría despertarme entre sábanas blancas. Limpias. A tu lado. Sabiendo que no has estado durmiendo bien. Habiéndo notado tu cálido cuerpo inquieto dando vueltas, cambiando de posición durante toda la noche. Pronto. Teniendo todo el día por delante.

Podría ser en la habitación del ventanal de la preciosa casa decorada a conciencia, que da a una enorme playa de arena blanca y mar azul. Podría ser Formentera. Podría ser. Podríamos desayunar en nuestra terraza preferida, soleada y junto al inmenso mar. Y entonces me confirmarías que no has dormido nada en toda la noche. Y que me has observado. Me hablarías de lo lento que respiro mientras duermo. Muy profundo. Tan profundo que me consigo relajar tanto que prolongo las expiraciones de forma suave, durante mucho tiempo. Entonces yo te contestaría que yo si que he dormido bien. Relajada. A tu lado. Que seguramente Podría haber recuperado esa energía que desprendía tu cuerpecito tan inquieto de día, y hoy, tan inquieto de noche. Y me sonreirías. Podría pasarme la mañana entre estos periódicos y estas conversaciones. Que empiezarían por mi respiración y continúarían por todo lo demás.

Y mañana sería lunes. Podríamos despertarnos de la misma forma. Con algo menos de tiempo, porque iríamos a trabajar. Pero madrugaríamos, eso seguro. Pues no se nos da muy bien el dormir. Y entonces sería el día el que nos daría la bienvenida a ti, a mi, al despertarle con nuestra luz. Intensa. Única porque interpreto que es única desde el primer día que te vi, y que me acerqué a ti. Y podríamos pasar asi mañanas y mañanas. Volcando luz. Puede que yo más inmersa en esas horas que tanto disfruto, haciendo cualquiera de mis cosas. Puede que tú, algo más distante, en esas horas que disfrutas, haciendo cualquier cosa de tus cosas.

Y puede que entonces nos las arreglaramos para, una vez a la semana, tomarnos la tarde libre y ver la puesta del sol. Aunque el sol receloso para guardarnos a su lado tardara en ponerse asi como dos horas. Y puede que entonces invirtiéramos todo ese tiempo en crear arte, con sombras, con piedras. Y seguramente, porque eso no se nos da nada mal, las horas nos pasarían volando hablando de música, de arte, de cine, de libros, y hablando de cualquier cosa de nuestras cosas. Cualquier cosa de las cosas del mundo. Cualquier cosa de tu mundo Norte. De cualquier cosa de mi mundo Sur.

Podríamos despertarnos asi todos los días hasta ese siempre que a ti no te gusta. Y podríamos ir al cine con tal de esa tarde darnos el capricho de, en una apretada agenda cargada por el diablo, comentar luego todas esas infinitas cosas por detrás de la imagen principal que “ el resto de la gente” parece no ver. Y podríamos viajar y emocionarnos planificándolo. Y podríamos ir a cenar por todos los restaurantes buenos dando nuestra propia vuelta al mundo. Podríamos ir a la ópera. Podríamos incluso filmar. Y yo te tocaría el piano alguna noche. Incluso alguna mañana te despertaría con ese sonido, solamente para oirte cantar. Y te despertaría leyendo. Y bailando. Porque no sabes que yo, por las mañanas, suelo bailar…

Y puede que con el paso del tiempo parecieras volverte más distante. Y puede que con el paso del tiempo pareciera volverme más solitaria. Puede que con el paso del tiempo pareciera que todo se relajara. Cuando en realidad todo se asentaría pues es imposible vivir cada segundo, hasta aquel siempre que yo tanto repito, con esta intensidad… Y puede que por turnos activáramos. Nos sorprendiéramos. A veces tanto tú. A veces yo más.


Y podrían ser tantas más cosas… que me cuesta bastante más de 4 horas volver a reaccionar…

Un abrazo,