martes, 22 de diciembre de 2015

Pequeño opúsculo de Navidad.

 
Ríe. Sonríete. Perdónate. Pide un favor. Muestra tu ardor. Apiádate. Asume. Ayuda. Camina. Expresa. Y Besa. Besa más. Besa mejor. Entrégate. Ten valor. Abraza. Abrasa. Arrasa. Rompe un mal hábito. Quédate sin hálito. Sube una montaña. Ensucia tus ropas. Limpia tu corazón. Cuestiona tu razón. Y lee un buen libro. Pinta un lienzo. Invéntate un cuento. Y cuéntaselo. Aupa a tu hijo. Sonríele desde dentro. Enséñale tu interior. Brilla. Baila. Canta.  Escucha a un amigo. Deja tu abrigo. Y pasa tú después. Inténtalo al revés. Ordena fotos viejas. Súbete a las tejas. Grita alto. Y fotografía el amanecer. Cumple tus promesas. Trasnocha una noche más. Emprende un proyecto. Cuida un huerto. Cree en ti como nadie jamás. Escribe tu diario. Da ese paseo largo. Viaja más allá. Y todavía más lejos. Ayuda a los viejos. Y al jóven dale un consejo. Elije un poema. Pierde tiempo observando. Sal a la naturaleza a pensar. Huele alguna flor. Da gracias al Sol. Abraza un árbol. Saluda a tu vecino. Brinda con buen vino. Agradece todo a tu familia, a tus amigos. Y por dios, apaga el televisor. Aprende aquello que siempre deseaste. Lista lo que lograste. Y lista lo que puedes mejorar. Y una tercera de donde quieres llegar. Equivócate de nuevo. Y saca todo lo bueno. Escucha la noche. Camina por la playa. Túmbate sin toalla. Observa los Universos. Analiza un bonito verso. Escucha lo que el silencio dice de ti. Vuélvete a definir. Haz sentir bien a la gente que te rodea. Ama como la vez primera. Respira profundo. VIVE. Y. Sé el centro del mundo. (Siéntelo)
 
Fotos de Elena Shumilova

domingo, 1 de noviembre de 2015

Ilusión 67.397 - Les amants

Nos amamos fervientemente. Fuimos llamas. Tú me encendías. Yo te incendiaba.

Nos amamos hasta arder. Fuimos el mismo incendio. Que todo arrasaba. Ahora somos hectáreas de tierras. Todas ellas quemadas.

Dalida "Il venait d’avoir 18 ans”.

Acababa de cumplir 18 años. Bello como Apolo, fuerte como el David. Era un verano, evidentemente. Y al verlo conté, lentamente, mis noches de otoño sin dormir. Mis amaneceres sin sol.

En un gesto automático, ordené mi pelo. Y yo que no me pinto nunca, me convertí en Donatello, y abordé mi pulso para bordear en un impulso negro mi mirada dominada, de repente, con un único pensar. El me miró y bromeó no sé con qué. Hubiera dado yo que sé por seducirlo yo primera.

Acababa de cumplir 18 años. Avanzó hacia mí como si aquella victoria fuera su mayor argumento. No me habló de amor en ningún momento. Decía, las palabras de amor son perecederas. Y el presente sin embargo, dura la vida entera. Me habló de amar por el gesto. Y me desabrochó las ganas, improvisó un lecho bajo la única noche estrellada, que se desplegó en un enorme cielo azul.

Acababa de cumplir 18 años. Aquello le hacía casi insolente. Desbordando tanta seguridad, intensamente. No me lo podía quitar de la mente. Bello como un Dios. Mientras se vestía y todo en su cuerpo ya no volvía. A pesar de que era lo que toda yo quería, no lo fui a retener. Sin hacer un gesto dijo “no ha estado mal”. Con un candor infernal, de su adolescencia.

En un gesto automático, ordené mi pelo. Y borré de mis ojos el color desbordado. Simplemente había olvidado, que tenía dos veces 18 años.
 
 

Versionando Loreto S.

Estaba loca, completamente loca,
Y reía tanto que te arrastraba a ti.
Era bellísima, con esa fuerza extraña.
Imposible dejar de mirarla, dejar de sonreír
 
Y bailaba frente a las vitrinas sin pudor.
Y cantaba en su coche mil color
Y salía. Y bebía. Y más bailaba.
Y luego no se acordaba de nada.
 
Cuando se iba te mataba.
Y te devolvía la vida al aparecer.
Estaba loca de cojones.
Si te tocaba, te abrasaba la piel.
 
Era dura. Era distante.
Era incluso arrogante.
Pero era dulce y delicada.
Y te hacia sentir deseada.
 
Dormía poco.
Amaba mucho.
Amaba más que los poetas premiados.
Más que en cualquier literatura.
Se enamoraron de ella las bestias. 
Se enamoraron los curas.
Amaba tan apasionada,
que sus víctimas jamás se recuperaban.
 
Era jodidamente ente perfecta.
Su único defecto era yo.
 

M. Sánchez versionada.

 

 
No, no quiero tu abrazo. Tu no sabes abrazar.
 
Para dar un abrazo en condiciones hay que haberlo extrañado mucho. Hay que haberlo extrañado bien. Los que nunca pudieron despedirse saben bien de lo que hablo. Los que nunca se atrevieron a pedirlo, también. 
 

jueves, 9 de julio de 2015

Ilusión 67.366

 
Hoy hace un año.
Parece haga diez. Parece fueron dos meses. Una semana. Un día. Una hora tal vez.
Desde aquel hermoso rostro. Iluminado por tu lumbre. Dicen la noche confunde. Pero nunca nadie fue más fiel. (Yo sigo con tus alas pintadas). Hoy hace un año. Parece haga diez. Desde que no te he vuelto a ver.
 
Tú no andabas, levitabas.
Cada vez que aparecías, me flaqueaban las rodillas, de pura turbación. Creía verte en cada rincón. Yo siempre con la respiración entrecortada. En la garganta el corazón. Con el más ardiente deseo, la más paciente impulsión. Verte liberaba lo más escondido de mi interior. Fuiste la criatura más perfecta que nunca soñé. Pero, no me enamoré
 
No eras común, eras maga.
Todos mis amaneceres los creabas, con ese pincel personal. Me enseñaste a elevarme a volar. A ser cómo tú lo eras, mi permanente, tu incondicional. Y contamos todas las estrellas del cielo. Una a una me las entregaste desde tus dedos. Y me apropié de todo aquello que existía dentro de ti. Fui la más amada. La más feliz. Envuelta en la perfección que nunca imaginé. Pero, no me enamoré.
 
No sonreías, reías a través de los cielos.
Recordarte reír como solías hacerlo, me vuelve a estremecer. Mi corazón dejaba de serlo para irse a morir junto a ti. Era algo ajeno a mí. Y yo vibraba al verte reír, al compás de un violín junto a su violoncelo. A mis pies se rendía el mundo entero. Sólo tú lo conseguías hacer. Pero, no me enamoré.
 
No me besabas, me inundabas entre arpegios de auroras infinitas.
Entre todas las palabras secretas y las miradas nunca dichas. Para volverme a pintar las alas todas las mañanas, con el cuidado de un excelso luthier. Eras todo lo que en mis sueños ansié. Pero, no me enamoré.
 
No me amabas, hacías lo que las olas a la arena.
Como si todas las noches fuera luna llena, e in crescendo se aumentara tu temporal. De ese modo tan especial me repetías tus palabras al oído. Esas que nunca yo había oído. Que me hechizaban y emborrachaban. Embrujada por ellas, regías mis días. Y me arrojabas a tu abismo al revés. Pero, no me enamoré.
 
Eras fuego, apasionada.
Eras dulce y determinada. Eras fuerte y preciosa. Olías a mayo y fresas rojas. Tenías la piel de seda, confidente de las estrellas. El Universo era tu aliado. Eras el ser más bello del futuro presente y pasado. Era delicioso ver tu cuerpo esbelto, dorado como un desierto, todo a lo largo de mi cama estirado. Y tu cabello en mi almohada desplegado. Recuerdo cómo era cuando todo en mi interior se irradiaba al a tu lado amanecer. Pero, no me enamoré.
 
No vivías, eternamente jugabas.
Con la inocencia de una chiquilla brillabas y bailabas. Con aquel entusiasmo tan genial en el que a todos arrastrabas. Y esa transparente naturalidad en la que me envolvías. Vida en su pura esencia, me estremecías. Y me encantaba observarte en silencio, deseando que yo, a tu lado tan aburrida, te gustara un poco más cada día… tanto te admiraba. En mi espina dorsal te incorporé. Pero, decía, no me enamoré.
 
Hoy hace un año.
Parece haga diez. Parece fueron dos meses. Una semana. Un día. Una hora tal vez. (Yo sigo con tus alas pintadas). No he dejado de pensar en ti ni un solo día de estos 366. Pero, no me enamoré.
 
 

miércoles, 3 de junio de 2015

Ilusión 66.003

Yo… Si yo fuera un hombre, sería Capitán. De tu velero de madera. Te llevaría a navegar. Yo… Si yo fuera un hombre, tendría esa elegancia rara. La que es como de otro tiempo. Más fuerte que el ébano, por si llega el temporal, en mi te puedas apoyar todas las noches de invierno.
 
Yo. Te llevaría por los mundos. Saboreándote a cada segundo. Te haría el amor en las playas. Danzando en un abrazo, mi cuerpo en tu cuerpo lento, para explotar en tu dentro, y dormirme en tus brazos… hasta el amanecer.
 
Pero no son esas cosas que dice una mujer.
 
Yo…Si yo fuera un hombre, te diría palabras bellas, te haría reír mucho, sentirte bella, estar ahí arriba rodeada entre estrellas. Yo… Si yo fuera un hombre, te haría hablar y hablar, te miraría bailar y te amaría de nuevo al atardecer.  
 
Pero no son esas cosas que dice una mujer.
 
Hay que decir que han cambiado los tiempos. Las historias de amor anticuadas parece que sólo ocurren en pantallas. Y nos hemos vuelto ahorrativos. Egocéntricos y altivos. Es una pena, a mi me hubiera encantado más humor y más ternura. Y poder ser demostrativo. Dejarte pasar delante, llevar sombrero. Tomarte del brazo y que subas primero. Cada gesto aspirante de todo lo que te sé querer.
 
Pero no son esas cosas que dice una mujer.
 
Yo… Si yo fuera un hombre, sería Capitán. De tu velero de madera. Te llevaría a navegar. Yo… Si yo fuera un hombre, tendría esa elegancia rara. La que es como de otro tiempo. Más fuerte que el ébano, por si llega el temporal, en mi te puedas apoyar, en todas las noches de invierno.
 
 

 

jueves, 21 de mayo de 2015

Con las manos en la masa


 
"La cebolla siempre en aceite de oliva. Aceite del bueno. Que los otros los usan los guiris. Los he visto hasta poner aceite de girasol en la ensalada, ¿tú te crees?. Así mi vida. Remueve con la cuchara de madera. Así. Hasta que se haga bien, así, ¿ves?." Había hecho la picada de cebolla muy pequeñita, como todo lo que preparaba, con una facilidad increíble. Ella contaba que desde que tuvo a los niños se acostumbró a picar muy en pequeñito.
 
La cocina siempre olía deliciosamente bien. "Esto es cocina de la de siempre" decía ella. "Que esas nuvelcuisín te dejan con el estomago vacío y el bolsillo peor". 
 
Madre se ponía a cocinar todas las tardes, a la vuelta del trabajo. Y yo corría desde el colegio para ayudarla. Lo recuerdo sin duda como el momento más intenso de mi infancia. La gran cocina de la casa de piedra con de todo. Ordenadísima. Los pimientos colgando junto a los ajos y las sobrasadas. El estante de las especias. El bote enorme de madera con la sal. Me encantaba ayudarla. Que todo saliera bien. Que al final de la tarde y del trabajo Madre me sonriera tras probar el resultado y, orgullosa, me acariciara el pelo con sus manos de maga.
 
"No hay cocina difícil. Hay platos que se hacen rápido, y platos que se hacen lentos. Es cuestión de tiempo. Pero. Hasta un huevo frito lo tienes que hacer con cariño, vida. Siempre con la mayor dedicación. Y luego, todos los platos son sencillos". 
 
"Eso si, nunca cocines triste. Si estás triste te vas a por una pizza tarradellas o del fasfú. Que las lágrimas a los caldos no les va bien. Si han salido para fuera no te las vuelvas a meter en el cuerpo. Sería algo terrible". Nunca probé lo que ocurría al comer algo cocinado en ese estado, derramando lágrimas, pero pude leer al respecto... y efectivamente, no es recomendable.
 
La cocina tenía ese portón enorme y grueso de madera antigua por el que al atardecer entraban el olor de jazmín y los mil colores del cielo. Mientras se hacían los guisos en los fogones deprendiendo olores que me hacían la boca agua, Madre me mandaba a por laurel y yo corría al árbol y recogía la hoja perfecta como ella me había enseñado.
 
Un recuerdo. Un regalo. Soy incapaz de cocinar así, como lo hacía ella. Pero los momentos de cocina siguen siendo momentos de intensa felicidad gracias a esa infancia que me regaló con pedacitos de tarde. Ahora yo le explico a mi hija. "La cebolla siempre en aceite de oliva. Aceite del bueno. Así vida mía...". Y es que es verdad. Cuando tienes niños te acostumbras a picar muy en pequeñito.
 
 
 
 
"Siempre que vuelves a casa
me pillas en la cocina
embadurnada de harina
con las manos en la masa

niña no quiero platos finos
vengo del trabajo
y no me apetece pato chino
a ver si me aliñas
un gazpacho con su ajo y su pepino

papas con arroz, bonito con tomate
cochifrito , caldereta, migas con chocolate
cebolleta en vinagreta, morteruelo,
lacon con grelos, bacalao al pil-pil
y un poquito perejil

chiquillo que yo hice un cursillo
para Cordon bleu
eso ya lo se pero chiquilla
dame pepinillos
que yo los remojare
con una copita de ojen

papas con arroz, bonito con tomate
cochifrito, caldereta, migas con chocolate,
cebolleta en vinagreta, morteruelo,
lacon con grelos, bacalao al pil-pil
y un poquito perejil

papas con arroz,bonito con tomate,..."
 
Y esta maravillosa letra de voces que nos transportan,
 tenía que ser del Maestro Joaquín Sabina.

martes, 19 de mayo de 2015

Esto no es una ilusión


V I D A

S E R
Simplemente
un
A   P   A   S   I   O   N   A   D   O
de   la   V  I  D  A
y que se note en tus ojos.

Ilusión 62.032

 
 
Y comprendí que. 
Cada instante (re)cubre el mundo entero.
 


Hijos de Roxette

 
"Nunca hubiese escuchado Roxette si no hubiera sido porque la escuché, con 16 años, cantada junto a R., en uno de esos viajes a Valencia que recuerdo de forma intermitente. Si que recuerdo el momento de la canción. Y la rara sensación (rara por poco habitual), y que a mi, a partir de ese instante, me invadió algo nuevo. Mi hermano hace poco tiempo me dijo que empezó a escuchar Roxette en aquellos años porque oía que yo ponía el casette en mi cuarto todas las tardes. Y la novia de mi hermano se puso a escuchar al grupo hace poco porque él le regaló un CD con algunas de sus canciones preferidas, creando ese lenguaje privado que tienen de forma única las parejas con ciertas canciones.
 
Esta chica es la tía de una niña, que ahora tiene 6 años. Y que admira a su tía, y la imita en todo. Claro, ha escuchado a Roxette porque le recuerda los veranos en la isla en el mehari de la tía, cantando las dos a grito pelado mientras se dirigen a las playas a pasar ese tipo de días de ensueño que te regalan las vacaciones.
 
Eso explica que la criatura tararee letras de unas canciones que no son de su época como "it must have been love". Y de estos días a alguna parte, esa nena se enamorará y en plan retro le hará escuchar su canción a tal o cual persona que la hará suya a modo peculiar y así en una cadena sucesiva hasta que se difumine en un incierto horizonte de infinitas posibilidades y de más infinitas realidades que sucederán.

Pero mi pregunta es, sobre la que también tengo hojas y libros y tomos escritos. ¿Qué hizo que aquella chavala de 16 años se pusiera a escuchar Roxette, a aprenderse la letra de la canción, y a expresarla  junto a R. como si en ella se le fuera la vida, creando ese duende en la sala, expandiendo la emoción?

O más allá. ¿Qué hizo a Marie Fredriksson (o a Gessle) crear esa canción?. ¿Y qué bifurcaciones como la que acabo de escribir ahora, existieron y siguen vagando por un espacio que nadie se ha puesto a estudiar? Es un simple y llano ejemplo. Pero que me he apropiado, para explicar algo sobre "los hijos de Roxette" y la vida secreta de todas aquellas cosas. Los hijos de Roxette. No deja de ser una metáfora de cómo gira el mundo. De cómo la creatividad de algunos nutre a otros y a otros y a muchísimos más, sin ver nunca ningún final. "

viernes, 6 de marzo de 2015

Poetry Slam V

Un abrazo. Que me insufle la vida. Que me arranque la vida. Que me queme que me llene pero un abrazo. Que me asfixie que me ensucie y que me limpie, que me guste y que me duela me levante y que me muela, me eternice y relativice, me vacíe, me expíe, me ansíe o me aborrezca... un abrazo.

El abrazo del para siempre y los jamases. De los dijes lo habíamos los seremos y los fuimos de los haremos. Un abrazo por el gesto. Un abrazo indigesto. Un abrazo arrastrado o un abrazo elevado un abrazo olvidado y ese abrazo tan soñado. Un abrazo repetido y un abrazo no querido. O el forzado y el robado. El saqueado o el alado.

Un abrazo para llorar. Para volar. Para desgarrase esta piel que necesita un abrazo por cada poro de su piel y que me abrase la piel que me envuelva piel con piel en ese abrazo.

Que yo deje de ser para ser abrazo.

Como a un recién nacido. Como si no hubiera nacido. Como sí hubiera nacido por y para ese abrazo único más libramos del mal un abrazo sin final un abrazo de un segundo. No pido un segundo abrazo sino uno único y verdadero, como si fuera el primer primero aunque me valdría incluso uno falso que creyera si el embustero supiera mentirme bien. Un abrazo fuerte y fiel. O un abrazo corrosivo. Un abrazo compasivo, un abrazo comprensivo o un abrazo y su hiel. El abrazo de un abrazo. Un abrazo y su rechazo. El abrazo de un solo brazo. Un abrazo y su flechazo. Un abrazo y el zarpazo que me arranque el corazón. Que me deje sin razón y sin un solo sano juicio, y me tire del precipicio de su abismo del revés. Un abrazo de daños y perjuicios que me encienda y que me prenda que me arrastre y que me castre pero que me haga sentir otra vez.

Un abrazo que no ves. Abrazo arcano profano cercano lleno de grandeza un abrazo y su belleza. Porque sólo admiro belleza. Porque encierra y expande belleza. Y nos lleva hasta el orgasmo de belleza porque sólo me vale la sublime belleza. Un abrazo de quién no ama belleza. De quien desprecia belleza. Un abrazo de quien es un adicto empedernido a la belleza y la busca en los rincones más recónditos porque sólo nos salva belleza.

Un abrazo que me arrodille. Que me conquiste y como los bárbaros me saquee y me pille echando abajo mis murallas un abrazo sin agallas y uno que como todas las estrellas juntas brille. Devolviéndome el universo entero en su abrazo.

Un abrazo...

Que me insufle vida. Que me arranque la vida. Pero un abrazo.


lunes, 23 de febrero de 2015

Porque cuanto te canto, me canto a mi también

(versión lírica del anterior post)

 

Dime tú, ¿Quién eres?
Que me llenas, que me envuelves
Que me enlazas, que me entiendes
Dime, quien eres vida mía…


Dime tú, ¿Quién eres?
Que me adoras, que me mimas
Que me duermes, que me miras
Que me acunas, cuando duermes.


Dime tú, ¿Quién eres?
Que me cantas, que me ablandas
Que envuelves en tu magia
En esa religión nueva tuya
En la que Si, Creo, y me arrulla…

 
Dime tú, ¿Quién eres?
Que con solo 3 kilitos
Invadiste el infinito
Y arrasaste mis recuerdos,
esos que a penas recuerdo
Si en ellos no estás tú.

 
Dime tú, ¿Quién eres?
Si al cruzarse tu mirada
Un segundo en mi mirada
Me supe enamorada
Hasta los huesos calada.

Dime tú, ¿Quién eres?
De expresividad muda
De emoción ingente
De naturaleza desnuda.
Que me ensalzas y me endulzas

Dime tú, ¿Quién eres?
Limerencia, infinito,
Al sostener tu cuerpecito
Mi alma se desborda
por los ojos dulce y sorda
Labios rojos, piel blanquita,
Linda mía, muñequita
Vida en un palpitar

¿Qué milagro dime…? ¿di…?
Tú tan dulce, tú tan leve,
Tú tan firme, tú tan fuerte,
Tú tan aspirante a estrella polar.

Dime tú, ¿Quién eres?
Aquella con la que como si comes
Por la que duermo si duermes
Por la que solo soy si eres
Desde que llegaste a mi.
Desde antes que te vi
Que te vi y que te viera
Realmente la primera
Vez que te conocí

Dime tú, ¿Quién eres?
Piel más suave del mundo.
Mi vida entera en tus segundos
Carne de mi carne, de mi sangre también.
 
Dime tú, ¿Qué me has hecho a mi?
Que ya no soy la que antes era,
Que soy más y quien me viera
Comprende que es todo gracias a ti.

Dime tú, ¿Quién eres?
Que me adoro y me alimento
Que me acuno y yo me siento
Más viva que la vida que está viva,
Junto a ti.

Dime tú, ¿Quién eres?
Que me enseñas, cada día
Lo pobrecita que fui,
En aquel pasado que viví
Cuando aún no te conocía.

 

Deberían haberme avisado



Foto de Anne Geddes
 

Estar encinta, (cuando empieza a ser visible), para aquellos que somos más bien discretos, es transformarse incómodamente en imán de alarmas sociales de muchos conocidos y de aún más desconocidos.

 

Durante esa etapa que dura entre 1 segundo express a 200 meses, en la que eres tú y tu tripa que paseas por todas partes, recibes terribles advertencias de lo que está por venir, ya sea en la cola del cine, en la del súper, o en aquellas tiendas de ropa en las que buscas tallas grandes porque te niegas a pisar la sección “pre-mamá”.

 

Las advertencias se repiten, siempre son las mismas, ya sean conocidas o desconocidas (escribo en femenino muy a conciencia) y esas frases no dejan embestir a esa persona zen en la que estás convirtiendo creando dudas y pavor hacia esa nueva etapa: “duerme ahora que puedes”, “no tendrás tiempo ni para ducharte”, “duerme mucho” “disfruta de tus momentos ahora que puedes”, “duerme mucho y más”, “disfruta ahora que no volverás a ser la de antes”, “¿al cine?... disfrútalo... te queda poco...” “échate la siesta todos los días”, “el cuerpo cambia, créeme...”  “descansa, hazme caso”, “el parto es lo peor” “duerme que lo echarás de menos” “el embarazo es angustioso” “no se si te lo habrán dicho ya... pero duerme, en serio”, “las contracciones duelen más que el parto”, “solo te digo una cosa, duerme”, “la lactancia es horrible”, “duerrrrme”...

 

Te avisan de todo eso. Te avisan de buena fé, estoy convencida. Aun teniendo en cuenta que cada experiencia es irrepetible, lo hacen de buena fe, seguro. Pero se dejan la parte más importante.

 

Y es que, al menos a mi, deberían haberme avisado...

 

Deberían haberme avisado que durante el embarazo, sentir que tu cuerpo alberga dos vidas, dos corazones, es probablemente la experiencia más milagrosa que exista.  Deberían haberme avisado que empezaría a quererte como nunca he querido a nada sin ni siquiera haberte visto la cara. Que es fácil y delicioso pasearme como un canguro yendo a todas partes contigo, carne de mi carne y de mi sangre también.

 

Deberían haberme avisado que el dolor del parto es intenso pero finito. Que viajas a un mundo antiguo y nuevo en el que sabes lo que hay que hacer. En el que eres un ser primitivo al límite de tu existencia, porque mi existencia es la tuya. Que tú sabes muy bien que debes “nacer”, te has colocado y empujas también con todas tus fuerzas. Y que mi cuerpo se pliega a tu orden viajando adonde todas las mujeres y todos los hijos del mundo un día fueron. Tierra desconocida. Tierra tan y tan conocida también.

 

Deberían haberme avisado que ya ni duele cuando se cruzan por primera vez mi mirada con la tuya. Deberían haberme avisado que al verte mi alma se desbordaría por mis ojos, que el corazón me atravesaría la garganta. Que el enamoramiento me atravesaría el pecho para siempre, y que no podría parar de llorar de alegría en muchas ocasiones, a partir de ahí. Que al tenerte cálida y palpitante de vida recostada en mi pecho se instalaría felizmente en mi la más intensa paz interior. Y que incluso recordando ese momento aunque haya pasado mucho mucho tiempo, volvería a llorar de alegría una y otra vez.

 

Deberían haberme avisado que sería incapaz de cantarte aquellas canciones que te cantaba cuando estabas dentro de mi, sin ponerme a llorar, de felicidad de nuevo. Sin ser capaz de asumir el milagro de tenerte acunada en mis brazos.

 

Deberían haberme avisado que no me importaría no dormir, que la adrenalina sería tan intensa que no tendría sueño, que si tú duermes yo duermo, y que si comes como yo también. Que el único peso que me va a importar a partir de ahora es el tuyo. Que el mejor momento de mi vida es cuando te quedas dormidita en mi pecho. Que temería el día en el que eso fuera a terminar.

 

Deberían haberme avisado que las mejores siestas son las de esos minutos que dormimos juntas las dos. Desde que fuiste recién nacida. Incluso a día de hoy.

 

Deberían haberme avisado que un cuerpecito de a penas 3 kilos invadiría todo mi espíritu. Y que la dicha rebosaría constantemente de mi pecho. Que tu presencia arrasaría los recuerdos. Esos que parecían importantes y que ya a penas recuerdo si en ellos no estás tú.

 

Deberían haberme avisado que no me importa que me despiertes 2, 3 o 10 veces por la noche, si lo que necesitas está en mí.

 

Deberían haberme avisado que tu piel sería la piel más suave del mundo, y tu cuerpo cálido palpitante de vida el más abrazable.

 

Deberían haberme avisado que los ratos en los que no estaría contigo no pararía de mirar tus fotos, de echarte de menos, y derretirme recordando anécdotas tontas que sólo conocemos tú y yo.

 

Deberían haberme avisado que los leggins serían la prenda más cómoda del mundo, y eso es todo lo que tengo que decir sobre la moda. Y que sin embargo se me partiría el corazón cuando la ropa te vaya quedando pequeña. Que Tiempo existe para que te observe jugar concentrada. Para que te vista cada mañana, para que te observe en cada cosa nueva… para que sea lo que tú desees que sea.

 

Deberían haberme avisado que ser madre me cambiaría entera, lo reformularía todo, pero que nunca querría volver atrás para recuperar mi anterior yo, ni tan solo un momento. Deberían haberme avisado que mi vida estaba a punto de dar el mayor salto quántico. Que estaba a punto de colmarse de una belleza y plenitud tan intensas que al mirar atrás pensaría pobre de mí aquella que todavía no te tenía.