jueves, 21 de mayo de 2015

Con las manos en la masa


 
"La cebolla siempre en aceite de oliva. Aceite del bueno. Que los otros los usan los guiris. Los he visto hasta poner aceite de girasol en la ensalada, ¿tú te crees?. Así mi vida. Remueve con la cuchara de madera. Así. Hasta que se haga bien, así, ¿ves?." Había hecho la picada de cebolla muy pequeñita, como todo lo que preparaba, con una facilidad increíble. Ella contaba que desde que tuvo a los niños se acostumbró a picar muy en pequeñito.
 
La cocina siempre olía deliciosamente bien. "Esto es cocina de la de siempre" decía ella. "Que esas nuvelcuisín te dejan con el estomago vacío y el bolsillo peor". 
 
Madre se ponía a cocinar todas las tardes, a la vuelta del trabajo. Y yo corría desde el colegio para ayudarla. Lo recuerdo sin duda como el momento más intenso de mi infancia. La gran cocina de la casa de piedra con de todo. Ordenadísima. Los pimientos colgando junto a los ajos y las sobrasadas. El estante de las especias. El bote enorme de madera con la sal. Me encantaba ayudarla. Que todo saliera bien. Que al final de la tarde y del trabajo Madre me sonriera tras probar el resultado y, orgullosa, me acariciara el pelo con sus manos de maga.
 
"No hay cocina difícil. Hay platos que se hacen rápido, y platos que se hacen lentos. Es cuestión de tiempo. Pero. Hasta un huevo frito lo tienes que hacer con cariño, vida. Siempre con la mayor dedicación. Y luego, todos los platos son sencillos". 
 
"Eso si, nunca cocines triste. Si estás triste te vas a por una pizza tarradellas o del fasfú. Que las lágrimas a los caldos no les va bien. Si han salido para fuera no te las vuelvas a meter en el cuerpo. Sería algo terrible". Nunca probé lo que ocurría al comer algo cocinado en ese estado, derramando lágrimas, pero pude leer al respecto... y efectivamente, no es recomendable.
 
La cocina tenía ese portón enorme y grueso de madera antigua por el que al atardecer entraban el olor de jazmín y los mil colores del cielo. Mientras se hacían los guisos en los fogones deprendiendo olores que me hacían la boca agua, Madre me mandaba a por laurel y yo corría al árbol y recogía la hoja perfecta como ella me había enseñado.
 
Un recuerdo. Un regalo. Soy incapaz de cocinar así, como lo hacía ella. Pero los momentos de cocina siguen siendo momentos de intensa felicidad gracias a esa infancia que me regaló con pedacitos de tarde. Ahora yo le explico a mi hija. "La cebolla siempre en aceite de oliva. Aceite del bueno. Así vida mía...". Y es que es verdad. Cuando tienes niños te acostumbras a picar muy en pequeñito.
 
 
 
 
"Siempre que vuelves a casa
me pillas en la cocina
embadurnada de harina
con las manos en la masa

niña no quiero platos finos
vengo del trabajo
y no me apetece pato chino
a ver si me aliñas
un gazpacho con su ajo y su pepino

papas con arroz, bonito con tomate
cochifrito , caldereta, migas con chocolate
cebolleta en vinagreta, morteruelo,
lacon con grelos, bacalao al pil-pil
y un poquito perejil

chiquillo que yo hice un cursillo
para Cordon bleu
eso ya lo se pero chiquilla
dame pepinillos
que yo los remojare
con una copita de ojen

papas con arroz, bonito con tomate
cochifrito, caldereta, migas con chocolate,
cebolleta en vinagreta, morteruelo,
lacon con grelos, bacalao al pil-pil
y un poquito perejil

papas con arroz,bonito con tomate,..."
 
Y esta maravillosa letra de voces que nos transportan,
 tenía que ser del Maestro Joaquín Sabina.

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