lunes, 4 de marzo de 2013

Ilusión 24.566

No olvide Ud. Señora, la noche en la que nuestras almas lucharon cuerpo a cuerpo.
 
Juan José Arreola a Octavio Paz.

C/ Quart 80


Sin un motivo especial, Acostumbrábamos a vernos en el jardín botánico a escondidas. Tu entrando por la calle beat gaspar bono y yo Viniendo de la plaza san sebastian por la calle quart. Yo te esperaba mientras hacia que leía aquello del polen y las flores: "las flores son el aparato reproductor de las plantas. Producen gametos femeninos (óvulos) y masculinos (polen). El grano de polen es por lo tanto, la estructura que porta el gameto masculino"

Simulaba sorprenderme con tu simulado susto habitual. Me reía y te reías. Era entonces cuando, sin un motivo especial, recorríamos el jardín abrazados como si fuera nuestro particular rincón del mundo. Nuestro particular laberinto inventado.
Yo me sorprendía con la imponente curva del tronco del cocculus laurifolius. Y tu con la altura del tipuana tipu de sur América. Nos pasábamos horas inventando lo que haría en Valencia una especie similar.

Sin un motivo especial así discurrían las tardes y los días. Inventábamos historias sobre cada uno de aquellos árboles. En un lenguaje nuestro privado. En nuestro propio paraíso terrenal.

También ocurrió que un día, sin un motivo especial, descubrimos aquel magnífico Ginkgo biloba, árbol de los mil escudos, que provenía de la lejana China. Nos dejó tan de piedra que tardamos semanas en volver a hablar.


En una fresca tarde de verano, bajo el quercus hartwissiana, Roble hermoso de hartwiss de Asia menor, nos besamos. Y pocos meses después, sin un motivo especial, bajo el mismísimo árbol de los mil escudos nos prometimos amor eterno.
Ocurrió otro día que nos escondimos del vigilante y no salimos a la hora de cierre del jardín. Nos sorprendió el amanecer abrazados bajo el casuarina cunninghamianna australiano. Y allí fue donde el amor nos hizo por primera vez.
La vida iba pasando entre esas tardes y paseos, sin un motivo especial. Y sin un motivo especial fuimos creciendo. Entre jacarandas, plátanos de sombra balcánicos. Olmos de montaña euroasiaticos, Nogales De la América boreal. Entre palmeras de sombrero caribeñas, cocolobas peltatas brasileñas. Entre algunas fuentes, muchos gatos, y aquellos invernaderos en los que nos escondíamos y nos abrazábamos cuando el frío no nos dejaba pasear.
 
También ocurrió sin un motivo especial, debajo de un tejo de hokkaido japonés, que pronunciaste el primer "ya no te quiero".

Y apoyada en el Tilo de oliver te llore una vez más.
Tal vez ese fuera simplemente un jardín botánico en medio de una humeante ciudad. Pero allí es donde empezó mi vida. Y las tardes en las que me embriago de nostalgia, me gusta venir a pasear. Todo es mucho más pequeño que lo que alberga la habitación de mi memoria de niña.
 
Vengo aquí, sin un motivo especial.
 
Puede que alguna tarde en la que me incrusto en los pliegues de mi memoria, aparezcas mientras hago que leo aquello del polen y las flores

Abierto por cicatrices


¡Pasen Señores y vean! El mayor de los espectáculos. Que ni la más feroz de las fieras.

¡Pasen Señores y vean! Lo tenemos en el habitáculo. Atado - por si renaciera -.

¡Pasen Señores y vean! Tóquenlo con el báculo. Fustíguenlo. Como si nada sintiera.

Vean Señores, y pasen. La más temible de las fieras.
Hoy cómo yace.
 
Fue el más bravo y despiadado. El indomable. ¡Quien hoy lo viera! Nada que ver con aquella bestia, que hacía postrarse a sus pies todo ser vivo de la tierra.
 
Fue el más temido. El más ansiado. Fue también de todos, el más admirado. Por atrevido. Por tenaz, por valiente. Por osado.

 
 
 
El temerario sin frontera. El audaz. El intrépido. El denodado. No existía criatura en el mundo que lo detuviera.

Vean como expira. Como paga su peaje por amar.

¡Pasen Señores y vean!. Lo que provocóle ser fiel a sus ideas. Y deléitense Señores, al verlo hoy claudicar.