lunes, 23 de febrero de 2015

Porque cuanto te canto, me canto a mi también

(versión lírica del anterior post)

 

Dime tú, ¿Quién eres?
Que me llenas, que me envuelves
Que me enlazas, que me entiendes
Dime, quien eres vida mía…


Dime tú, ¿Quién eres?
Que me adoras, que me mimas
Que me duermes, que me miras
Que me acunas, cuando duermes.


Dime tú, ¿Quién eres?
Que me cantas, que me ablandas
Que envuelves en tu magia
En esa religión nueva tuya
En la que Si, Creo, y me arrulla…

 
Dime tú, ¿Quién eres?
Que con solo 3 kilitos
Invadiste el infinito
Y arrasaste mis recuerdos,
esos que a penas recuerdo
Si en ellos no estás tú.

 
Dime tú, ¿Quién eres?
Si al cruzarse tu mirada
Un segundo en mi mirada
Me supe enamorada
Hasta los huesos calada.

Dime tú, ¿Quién eres?
De expresividad muda
De emoción ingente
De naturaleza desnuda.
Que me ensalzas y me endulzas

Dime tú, ¿Quién eres?
Limerencia, infinito,
Al sostener tu cuerpecito
Mi alma se desborda
por los ojos dulce y sorda
Labios rojos, piel blanquita,
Linda mía, muñequita
Vida en un palpitar

¿Qué milagro dime…? ¿di…?
Tú tan dulce, tú tan leve,
Tú tan firme, tú tan fuerte,
Tú tan aspirante a estrella polar.

Dime tú, ¿Quién eres?
Aquella con la que como si comes
Por la que duermo si duermes
Por la que solo soy si eres
Desde que llegaste a mi.
Desde antes que te vi
Que te vi y que te viera
Realmente la primera
Vez que te conocí

Dime tú, ¿Quién eres?
Piel más suave del mundo.
Mi vida entera en tus segundos
Carne de mi carne, de mi sangre también.
 
Dime tú, ¿Qué me has hecho a mi?
Que ya no soy la que antes era,
Que soy más y quien me viera
Comprende que es todo gracias a ti.

Dime tú, ¿Quién eres?
Que me adoro y me alimento
Que me acuno y yo me siento
Más viva que la vida que está viva,
Junto a ti.

Dime tú, ¿Quién eres?
Que me enseñas, cada día
Lo pobrecita que fui,
En aquel pasado que viví
Cuando aún no te conocía.

 

Deberían haberme avisado



Foto de Anne Geddes
 

Estar encinta, (cuando empieza a ser visible), para aquellos que somos más bien discretos, es transformarse incómodamente en imán de alarmas sociales de muchos conocidos y de aún más desconocidos.

 

Durante esa etapa que dura entre 1 segundo express a 200 meses, en la que eres tú y tu tripa que paseas por todas partes, recibes terribles advertencias de lo que está por venir, ya sea en la cola del cine, en la del súper, o en aquellas tiendas de ropa en las que buscas tallas grandes porque te niegas a pisar la sección “pre-mamá”.

 

Las advertencias se repiten, siempre son las mismas, ya sean conocidas o desconocidas (escribo en femenino muy a conciencia) y esas frases no dejan embestir a esa persona zen en la que estás convirtiendo creando dudas y pavor hacia esa nueva etapa: “duerme ahora que puedes”, “no tendrás tiempo ni para ducharte”, “duerme mucho” “disfruta de tus momentos ahora que puedes”, “duerme mucho y más”, “disfruta ahora que no volverás a ser la de antes”, “¿al cine?... disfrútalo... te queda poco...” “échate la siesta todos los días”, “el cuerpo cambia, créeme...”  “descansa, hazme caso”, “el parto es lo peor” “duerme que lo echarás de menos” “el embarazo es angustioso” “no se si te lo habrán dicho ya... pero duerme, en serio”, “las contracciones duelen más que el parto”, “solo te digo una cosa, duerme”, “la lactancia es horrible”, “duerrrrme”...

 

Te avisan de todo eso. Te avisan de buena fé, estoy convencida. Aun teniendo en cuenta que cada experiencia es irrepetible, lo hacen de buena fe, seguro. Pero se dejan la parte más importante.

 

Y es que, al menos a mi, deberían haberme avisado...

 

Deberían haberme avisado que durante el embarazo, sentir que tu cuerpo alberga dos vidas, dos corazones, es probablemente la experiencia más milagrosa que exista.  Deberían haberme avisado que empezaría a quererte como nunca he querido a nada sin ni siquiera haberte visto la cara. Que es fácil y delicioso pasearme como un canguro yendo a todas partes contigo, carne de mi carne y de mi sangre también.

 

Deberían haberme avisado que el dolor del parto es intenso pero finito. Que viajas a un mundo antiguo y nuevo en el que sabes lo que hay que hacer. En el que eres un ser primitivo al límite de tu existencia, porque mi existencia es la tuya. Que tú sabes muy bien que debes “nacer”, te has colocado y empujas también con todas tus fuerzas. Y que mi cuerpo se pliega a tu orden viajando adonde todas las mujeres y todos los hijos del mundo un día fueron. Tierra desconocida. Tierra tan y tan conocida también.

 

Deberían haberme avisado que ya ni duele cuando se cruzan por primera vez mi mirada con la tuya. Deberían haberme avisado que al verte mi alma se desbordaría por mis ojos, que el corazón me atravesaría la garganta. Que el enamoramiento me atravesaría el pecho para siempre, y que no podría parar de llorar de alegría en muchas ocasiones, a partir de ahí. Que al tenerte cálida y palpitante de vida recostada en mi pecho se instalaría felizmente en mi la más intensa paz interior. Y que incluso recordando ese momento aunque haya pasado mucho mucho tiempo, volvería a llorar de alegría una y otra vez.

 

Deberían haberme avisado que sería incapaz de cantarte aquellas canciones que te cantaba cuando estabas dentro de mi, sin ponerme a llorar, de felicidad de nuevo. Sin ser capaz de asumir el milagro de tenerte acunada en mis brazos.

 

Deberían haberme avisado que no me importaría no dormir, que la adrenalina sería tan intensa que no tendría sueño, que si tú duermes yo duermo, y que si comes como yo también. Que el único peso que me va a importar a partir de ahora es el tuyo. Que el mejor momento de mi vida es cuando te quedas dormidita en mi pecho. Que temería el día en el que eso fuera a terminar.

 

Deberían haberme avisado que las mejores siestas son las de esos minutos que dormimos juntas las dos. Desde que fuiste recién nacida. Incluso a día de hoy.

 

Deberían haberme avisado que un cuerpecito de a penas 3 kilos invadiría todo mi espíritu. Y que la dicha rebosaría constantemente de mi pecho. Que tu presencia arrasaría los recuerdos. Esos que parecían importantes y que ya a penas recuerdo si en ellos no estás tú.

 

Deberían haberme avisado que no me importa que me despiertes 2, 3 o 10 veces por la noche, si lo que necesitas está en mí.

 

Deberían haberme avisado que tu piel sería la piel más suave del mundo, y tu cuerpo cálido palpitante de vida el más abrazable.

 

Deberían haberme avisado que los ratos en los que no estaría contigo no pararía de mirar tus fotos, de echarte de menos, y derretirme recordando anécdotas tontas que sólo conocemos tú y yo.

 

Deberían haberme avisado que los leggins serían la prenda más cómoda del mundo, y eso es todo lo que tengo que decir sobre la moda. Y que sin embargo se me partiría el corazón cuando la ropa te vaya quedando pequeña. Que Tiempo existe para que te observe jugar concentrada. Para que te vista cada mañana, para que te observe en cada cosa nueva… para que sea lo que tú desees que sea.

 

Deberían haberme avisado que ser madre me cambiaría entera, lo reformularía todo, pero que nunca querría volver atrás para recuperar mi anterior yo, ni tan solo un momento. Deberían haberme avisado que mi vida estaba a punto de dar el mayor salto quántico. Que estaba a punto de colmarse de una belleza y plenitud tan intensas que al mirar atrás pensaría pobre de mí aquella que todavía no te tenía.