miércoles, 1 de junio de 2011

Je est un autre







“Cristina Peri Rossi, en su descripción de “Palabras para un Rostro”, (por cierto, no dejéis de ir, no os dejará indiferentes http://palabrasparaunrostro.com/ en su web tenéis el calendario) recuerda como el hombre y la mujer primitiv@s tenían pavor a verse en un espejo, fuera el agua del río o una lámina de azogue.

"Salvo Narciso, salvo Narciso"

Narciso no se reconoció y se enamoró de sí mismo.

Pero para que se enamorase fue necesario, primero, que no se re-conociera. Con más precisión: que no se conociera. Que fuera Otro.”

Narciso, alegoría del Ego de los Egos, se enamora de su reflejo, sin re-conocerse. Se enamora del Otro. Como en “tu nombre escrito en el agua”. Como Marina. Se enamora, pues, de si mismo, sin saberlo. Y Cristina Peri nos plantea la cuestión de si no es la historia de cualquier amor…


La psicología analítica Jungiana, nos acerca al animus y ánima como lo eterno femenino y lo eterno masculino, que existe, de forma más o menos latente, pero muy existentente en nuestro interior. Entiendo que en algún extraño proceso, algo bello que ansiamos, interno, que reconocemos, que es reflejo de algo, canalizado por algún tipo de inspiración, sale de nosotros mismos. Y así lo sentimos. Y nos llenamos de forma gratificante de aquello que estaba en nuestro interior y por lo tanto es tan reconocible y rutilante a plena luz.

Por eso, me gusta esta repetición: “Salvo Narciso, salvo Narciso”…

Porque muchas cosas son irreconocibles. Salvo para Narciso. Es cierto que las personalidades con ese plus de egolatría, tendemos a re-conocer de forma mucho más firme ese interior que tanto nos nutre. Y lejos creer en los límites que nos impone Freud para conseguir amar, pienso que puede dar pie a un campo muchísimo más abierto hacia la otredad.

Por eso, me gusta cuando dice Rimbaud: “Je est un autre”.

Por eso me deleito releyendo a Guzner veinte veces e interpretando que “Otra” que no sea “Ella”, no tiene por qué ser peor.


Por eso “Tu es mon autre” de Lara Fabian y Maurian me sedujo desde el primer segundo que las escuché.

Por eso me produce un intenso placer no ser, sino a través de los demás.

Por eso me encanta cuando leo que Lacan dice que cada uno de nosotros está habitado por un imposible de decir que nos hace hablar. La respuesta a esa interrogación, a veces, solo la aporta “el Otro”.

La propia identidad. La otredad. Empezaremos, como Dalí lo consigue pintar, la de-construcción de nosotros mismos para hallar todas las respuestas más allá de los arquetipos.

Y solamente después de eso, re-conocernos.

El poder estético de la caligrafía...



El deseo.

El deseo… Esa suspensión. Ese sentimiento sublime que está, cuando no es… Pues cuando evoluciona se convierte en cualquier cosa, menos en deseo…

Y yo, que estoy emprendiendo el viaje más apasionante de mi vida hacia mi interior, enlazo “sin despeinarme” a Derrida con Benjamin Zander. A Rafael Echeverría.

Te enlazo a ti con JeanLoup.

Y a la arena por la que paseo todas la mañanas, del mar que me ahora acuna, a cada uno de los pliegues de mi alma, que cual piezas en fuga estoy dispuesta hoy, a tocar. A primera vista. A improvisar. A estudiar metodicamente. A analizar. A interpretar con la mejor de mis interpretaciones.

Por eso… Quieta.

Quédate ahi.

Deja de moverte.

No me enloquezcas más.

Apártate lo justo y necesario para que te perciba. Para que me llegue tu luz. Como si fuera a fotografiarte. A pintarte. A grabarte en mi memoria, por los siglos de los siglos…

Quédate sin tener la crueldad de acercarte.

Ya te llamé, proféticamente, niña cruel. Pues tu movimiento me confunde. Me extasía. Me hace, los mas bellos parajes sobrevolar, para despeñarme en las mas ariscas cornisas.

Cuando te acercas, lucho por convertir este deseo en realidad, yo amazona que vine a este mundo con un arco y mil flechas. Mas mi lucha siempre termina igual. Desaparece tu espejismo. Aparezco arañada por fuera. Desgarrada en mi interior.




Por eso… Quieta. No… no te acerques más.

Pues de ahí te observo, mi musa. Mi deidad. No necesito engaños ni veleidades. No necesito tu voz, ni tu tacto. Ni tu piel ni tu hiel.

Desde ahí… desde ahí me inspiras.

Amor. Desde ahí… desde ahí te amo. Y no me agoto de amarte.

Como jamás nadie nunca lo hará.

Eres la palabra de todo aquello que quiero. Que deseo. Que amo. Eres ese placer que inspira cada centímetro de mi piel. Eres una brisa en el aire ante la que me detengo extasiada. Eres el profeta de cada uno de mis deleites. Eres una conversación especial. Una música ante la que debo cerrar mis ojos, y completa, desnudarme. Eres aquella voz que se eleva cada vez más y canta provocando la admiración y escalofrío, de la inmensa muchedumbre, que, respetuosa, calla. Eres ese placer que provoca que caigan fulminados a tus pies mi ego y mi voluntad. Como cuando cualquier maravilla me envuelve en torbellino, y “la sensación” domina, desormais, mi ser entregado.

Por eso… Quieta.

Quédate ahi.

Deja de moverte.

No me enloquezcas más.

Mi musa.

Yo te sabré, a mi modo, tocar.

Mi Gala, Lou Salomé, Edie, Elizabeth Siddal, Camille Claudel, Lucrecia Buti, George Sand…

Desear tu boca me hace expresarlo de mil formas. Besarte una vez para que me fustigues con un no lo haré mas, me daña y revuelca mi deseo en los lodos de las peores miserias que se pueden imaginar.

Por eso… Quieta. Quédate ahi. Déjame desearte, sin interferir en este camino de mi deseo de ti. Es un camino creativo. No te acerques. Frenas la cantidad de frutos que, nuestra unión, peculiar, pero infinita como son infinitas las formas de amar, tendrá por los siglos de los siglos...

La unión del artista con su musa. Toda nuestra obra el renuevo para la humanidad.

Por eso… Quieta. Quédate ahí. No te muevas. Por favor, no me confundas más. Así, eres la imagen perfecta de todo aquello que deseo desear.


“Por consiguiente –escribe Derrida-, creo que, lo mismo que la muerte, la indecibilidad, lo que denomino también la “destinerrancia”, la posibilidad que tiene un gesto de no llegar nunca a su destino, es la condición del movimiento del deseo que, de otro modo, moriría de antemano”
Jacques Derrida: ¡Palabra! Instantáneas filosóficas, Ed. Trotta, Madrid, 2001, p. 42.

Deidades...




JeanLoup, JeanLoup Sieff, el increíble fotógrafo francés, dijo con un exquisito acierto que la forma femenina probaba, sin lugar a dudas, la existencia de Dios.


Inés Marful, a través de sus textos y deliciosa escritura, me hace descubrir estas genialidades



Algo me paraliza, sacude, hiela, y terminado ese proceso, me funde, cuando, mis inquietos lóbulos oculares dan con alguna aseveración de tal calibre.

Aún teniendo este mismo sentimiento, yo no lo hubiera podido expresar mejor.

Hoy, tu ausencia me invade con repetitivas piezas que Satie enlaza tocando en mi interior su piano de telarañas. Sonidos que embriagan mi corazón, y me hacen más consciente de que en él se ha instalado de forma implacable la muchacha de grandes ojos verdes.

Así que hoy, hoy… es sólo esto lo que escribo.

Cuando se evidencia una demencia…, Fornells II, y aquellos viajes que hicimos a los que nunca vendrás conmigo.

Del único lugar del que nadie me puede expugnar, es de mi mente. Y allí decido que se pasee y recree a sus anchas, quien yo, y muy estudiosamente, decido que se pasee. Nunca sabrás los lugares, por lo tanto, a los que viajas conmigo. Al fin y al cabo, todas esas historias distan muy poco de la verdad. Puesto que dime tu, que es lo realmente cierto en cualquier tipo de historia.

Te pienso. Y moriría por una verdad de tal calibre.

Te llevo allá adonde voy. Y eso también, también es un hecho irrefutable "a la práctica de la prueba me remito, Señoría". Y si la prueba solo habita en mi mente, pues que me abran de par en par el cráneo, y encuentren en mi cerebelo chico, tu nítida imagen, junto a mil y una circunstancias, como nuestros amores, conversaciones, el número indeterminado de nuestras noches… y tus maneras de amarme, que nunca , bien digo nunca, desvelaré...








Sonrío a Fornells ...

Hace un buen rato que me siente, y que también me sonríe.

Si, yo también te echaba de menos... Mi Fornells... ... ... Por cierto... ... ... Tienes abierto el Hostal la Palma??? Se me antoja un café...

Recuerdo el día que aterrizamos y me dijiste que amabas a las vacas, que las venerabas... En esa época no hacia tanto tiempo que nos conocíamos. Y muchas facetas de tener a una persona desconocida enfrente, se deben suplir, con la mente abierta de adentrarse en su mundo, por muy excéntricas que parezcan sus intimidades. Por eso, cuando tu tono serio dio la explicación de que como yo te amaba a ti, también las debía amar a ellas, y como prueba de ello, cada vez que viera yo una por ahí, así lo debía expresar, dándote un beso, me pareció normal, y te sonreí. Beso por vaca. El trato era fácil. Y la tarea que me habías encomendado, deliciosa. Recuerdo que casi nos comemos una valla, tu conduciendo, por algunos de los caminitos deliciosos que existen por aquí. El resultado fue que pasamos por campos y campos repletos de vacas. Y yo, para colmo de tu ego alagado, me tiraba literalmente a tu cuello para cumplir con mi promesa, convirtiéndote en mi religión, y tus palabras en el primer mandamiento. Mi complicación era tener tiempo de contarlas, cumplir con la leyenda personal por la que había nacido, y darte tantos besos como vacas, sin dejarme ninguno en el interior de las mejillas, como hacen las ardillas con las nueces, o la mayoría de los españoles con las uvas en navidad. Tenías la carita repleta de mis besos. Tú, lejos de reírte a carcajadas, me mirabas de reojo y sonreirás con media mueca. Yo no sabía el número de vacas con las que me esperaba cruzar. Tu las tenias tan y tan contadas... Nunca me canso de recordar tu rostro, serio, imperturbable, que rociaban mis besos, mientras conducías, mientras conducía, mientras conducías.... Y mientras, abusando de mi desorientación, dabas vueltas en redondo.