lunes, 13 de febrero de 2017

Ilusión 144.000

Si que recuerdo el preciso instante en el que me enamoré de ella. Ese tipo de cosas no se olvidan. Son momentos de otra pasta. De alta calidad. A partir de ellos se reordenan muchas cosas.

Decía que lo recuerdo. Yo estaba intentando seducirla estúpidamente, con el postureo copiado de comerme la uva de un racimo hermoso, pensando que podría gustarle algo asi.

Ella, sin mirarme, sin copiar nada a nadie, sacó de su vaso de agua la rodaja de un limón. Calibró su buen estado y convencida, de un solo bocado llenó su boca del citrico dejando fuera solo la cáscara como una sonrisa de luna. Sus carnosos y siempre rojos labios no se estremecieron con la acidez. Luego clavó su mirada en mis ojos sacudiendo hasta el último de mis huesos. "¿Puedo?" Y sin esperar mi contestación se llevó a la boca mi limón.

Decía. Lo reordenan todo. A partir de esos detalles sabes ya cuando si. O cuando no. Y puedes imaginar el resto. Si pudo hacer eso con un limón (nunca volvió a tener para mi el mismo significado), imagínate lo que hizo con el resto de mi vida.