martes, 10 de abril de 2012

De lo sublime kantiano, y del caminante sobre el mar de nubes.




A ratos las Salinas se transforman en lo sublime de Friedrich. En ese abismo kantiano yo quisiera enseñarte todas aquellas cosas que desconoces. Como el pulso de la noche en el pecho de todos los amantes que un día fueron. Como la forma de la niebla en las geografías de tu espalda. O como el olor de la estepa blanca de tus pezones de loba. Acércate. Desnuda tus ojos para oir este mar. Pestañea con el alma para no perder ni un detalle, mientras yo pido perdón a los Muertos por sentirme inmortal y feliz. Acércate y dame tus manos tan puras de puro blanco. No temas. Sólo quiero que sientas el pulso de la noche en mi pecho. Sólo quiero enseñarte a rezar.