sábado, 31 de mayo de 2008

PURA VIDA


Suena un violín. Me doy cuenta de que nada puede sonar tan triste como este violín. Está todo oscuro. Solo se oye el canto del violín. Su lamento. No veo nada de luz a mí alrededor. Me pesan los párpados. Intento concentrarme en el sonido que asciende, agudo, lento, crujiendo a veces las hebras del arco al retomar las cuerdas. No consigo abrir los ojos. Mantiene una nota y la hace vibrar. Creo percibir algo de luz al fondo. Permanece vibrando mucho tiempo. No puedo levantar los ojos. Me guía, me llama. Me pesan demasiado. Es un sonido triste. Me daña la luz. Crece en intensidad y en arpegios. Intento enfocar la luz. Son las notas más tristes del mundo…

Tengo sueño. Tengo mucho sueño.

De nuevo el silencio.




Solo silencio




No siento mi peso. El silencio ha envuelto cada uno de los rincones de la habitación donde permanezco tumbada. Donde permanezco inmóvil. No se cuanto tiempo llevaré aquí. Solo quiero dormir. No me responde ningún músculo del cuerpo. Pero no me importa. Tampoco se lo que hubiera hecho en caso de que me respondiera… No me siento. Ni siquiera puedo palparme, ni notar mi respiración. Tengo sueño… mucho sueño…



Desde muy lejos vuelvo a escuchar el triste violín. Esta vez está menos oscuro y creo reconocer una pequeña silueta que lo sostiene. Toca lento, toca bien. No puedo erguirme porque tengo la espalda pegada al suelo. No puedo ni siquiera levantar el cuello. No lo noto. No me noto. Las notas se van acercando a mí. Me vuelven a llamar, descendiente de los agudos, de nuevo vibrando. Pienso que parece un pájaro enjaulado. Nunca había escuchado nada tan triste en el mundo…




De nuevo, el silencio



No se cuanto tiempo llevo así… Tengo sueño… mucho sueño… no consigo mantenerme despierta…





De nuevo ese violín. Está utilizando notas más graves, más densas pero ligeramente más alegres. Abro los ojos con dificultad. Las notas se enlazan fácilmente. Intento levantar el cuello. Sube lentamente a los agudos. Enfoco. Es un niño. Es un niño tocando el violín. Es un niño con el rostro más triste que he visto nunca. Su técnica es trabajada. Con unos dedos que conocen de memoria las cuerdas y con una muñeca que conoce el peso del arco. Tiene los ojos ligeramente abiertos. Siente la música que toca. A la vez permanece mirándome a mí. Su música me llama. A pesar de él. El parece haber vivido más de lo que un cuerpo de su peso puede soportar haber vivido. No es él el que me llama. Si sus notas. Intento erguirme. No soy capaz. Sigue acelerando, en crescendo, en arpegios que suben a los agudos. Manteniendo las notas en los agudos. Me llama con su música y no soy capaz de seguirle. No soy capaz. Sin embargo se que me acompaña. No reacciono como espera. Pero por alguna extraña razón me acompaña, a su manera. Es lo que quiere hacer y lo sabe hacer... Tengo mucho sueño. No puedo mantenerme despierta. No puedo.



De nuevo silencio.



Oscuridad y silencio



Debo llevar más de 1 semana en este oscuro cuarto. Bajé las persianas para no recibir la luz del sol. Es normal que lleve aquí encerrada todo este tiempo después de lo sucedido. Pasará. Pasará porque todo pasa. Porque el tiempo lo curará. Y entonces podré volver a abrir los ojos. Podré erguir el cuello. Podré volver a levantarme despegando mi espalda del suelo. Podré abrir la persiana. Podré soportar la luz. Podré caminar y hablar con la gente. Como si nada. Como si todo fuera normal. Sin ni siquiera resignación. Sin que se trate de una aceptación. Sin que se trate de una derrota. Sin que se trate de otra cosa más que de la pura vida.

Y todo volverá a sus orígenes como una cruel ironía.
Sin embargo, a partir de ahora, se repetirán muchas noches, en las que escucharé en plena oscuridad, este violín, el violín del niño de triste rostro, concentrado en su instrumento, enroscado en sus notas, consiguiendo hacer sonar la música más triste de este mundo.

viernes, 30 de mayo de 2008

UN FAVOR...


-Te tengo que pedir un favor
-¿cuál?
- No te lo digo todavía. Necesito que te tomes un par de copas para oírlo. Luego querré que te lo pienses durante 15 días. Que no me lo vayas comentando. Que no me contestes antes de que, tras esos 15 días, nos volvamos a reunir. Entonces yo te plantee todas las posibilidades. Me plantearás las que tú hayas pensado, y volverás a reflexionar durante otros 15 días.
- ¿me estás diciendo que mi respuesta necesita 1 mes de maduración? ¿Que tipo de favor me quieres pedir?
-No. Tienes más de un mes. No pienso plantearlo hasta dentro de 3 semanas a partir de hoy…

Elena siempre hacía ese tipo de cosas. Daba pistas, daba señales, para posibles conversaciones, para posibles comentarios. Era una de las cosas que más le gustaba de ella. No tenía nunca la sensación de poder aburrirse junto a alguien así. A menudo pensaba que no era nada del otro mundo. Muchas veces sus conversaciones terminaban en simples análisis o sencillas observaciones, pero de vez en cuando sus discusiones sobre libros, películas, música o sobre situaciones analizadas degeneraban en auténticos estudios meticulosos de alguna cuestión que parecía que el mundo entero había obviado o ignorado y eran ellos dos, los únicos que habían reparado en ello.

Le gustaba la manera que tenía de razonar las cosas, porque le hacía razonar a él también. En su trabajo estaba acostumbrado a dar conversación a todo tipo de gente. Se encontraba muchas veces en la situación de no tener nada que decir al dialogante de enfrente, simplemente por no tratarse de un cliente buen dialogante. Entonces él se esforzaba más sacando temas e ideas variopintas para captar algún tipo de atención de su conversadores,… la mayoría de las veces la gente no se hacía mucho de rogar y tras ese esfuerzo, descubría forofos del fútbol, de mujeres, expertos en artes marciales, en submarinismo o cualquier otra pasión secreta y extraña como única posible conversación… con la cantidad de cosas que tenía él habitualmente que decir eso le resultaba frustrante. Pero también le ocurría que en raras ocasiones se topara con interlocutores más callados, inertes tras su esfuerzo. Chicas más tímidas que contestaban con monosílabos, o hombres que simplemente no tenían intención alguna de abrir su mundo hacia un tipo extraño a ellos, por muy agradable que se mostrara.

Elena sin embargo, tenía el don por su simpática insistencia de sacar tema a ese último grupo de gente que desesperaba a Miguel. Ella insistía insistente, con sus gestos nerviosos pero cercanos, con su timbre de voz alegre y su poco interés al primer rechazo que recibía del tímido conversador. Era inquieta y activa. Sin embargo no actuaba sin darle varias vueltas a las cosas, y por esa razón Miguel insistió solo un poco más en la conversación tan extraña que dejaba mil puertas abiertas que iría abriendo durante ese mes de espera. Ella lo sabía. Por eso lo había planteado así. Quería que él hiciera parte del trabajo. Que él pensara sobre la cantidad de favores que estaba dispuesto a concederle a ella. Así además de divertirse comentando luego las opciones equivocadas, y las razones que habían dado pie a ellas. Así en alguna de las posibilidades podía acercarse a la correcta y con un poco de suerte Miguel reflexionaría sobre ello antes de que ella le hiciera reflexionar. Aunque lo más seguro fuera que ni se lo planteara… habiendo para entonces planteado mil situaciones tan inverosímiles o temidas, que la real propuesta no pudiera significar algo mucho peor…

- Dame alguna pista
- No.
- Algo para que no vaya mal encaminado todo este tiempo
- Es una propuesta.
- ¿una propuesta de que?
- Una propuesta. Podrás decirme que si o podrás decirme que no. Si me dices que no al favor, no te preocupes que nada cambiará entre nosotros… vamos, que no te lo tendré en cuenta.
- ¿Pero una pista… de que se trata ese favor/ propuesta?
- No hay más que hablar por hoy. Sácame el tema dentro de 3 semanas…
- ¿Y si no te lo saco?
- Querrá decir que no me quieres hacer este favor sin siquiera saber de que se trata.
- Pero me lo tendrás en cuenta, quiero decir, que te sentará mal…
- Ya te he dicho que no.
- ¿No?
- No, en serio. No es nada grave. Se lo puedo pedir a otra persona.
- ¿A que otra persona?
- A cualquier otra persona
- ¿Y entonces porque me lo pides a mi?
- Pues porque te he elegido a ti para ese favor.
- ¿Y puedes elegir a otros?
- Creo que no a otro mejor que tú.
- ¿Porque soy abogado?
- Puede que si, que sea porque eres abogado…

Y Elena le sonrió mientras se rascaba la barbilla con la mano. Miguel la miró. Sabía que
ese gesto delataba nerviosismo. Le pareció encantador sorprenderla en ese estado, ella siempre tan segura, tan cómoda, tan locuaz. Recogió rápidamente sus cosas de la silla y volvió a poner esa sonrisa que ponía siempre que ya no tenía tiempo de más charla por su ajetreado día. Le dio un beso en la mejilla, un poco cerca de la boca, un poco lento, como siempre de tierno, y rápidamente se escapó colocándose una enorme bufanda roja sobre el abrigo de lana verde que apretó en sus manos preparando para recibir el frío de la calle.

Miguel hizo ademán de ir a decir algo, pero para entonces ella ya se había perdido entre la gente de alguna calle de Madrid… pensó que lo primero que debía decidir era si hacerle ese favor o no. Sin saber cual era. Conocía a Elena desde la facultad y era consciente de sus locuras y constantes ideas dementes. Le divertía provocar a la gente, comprobar la reacción del que tenía enfrente. Le encantaba entablar conversación con casi todo el mundo, en tono divertido, en tono jovial que ella era, sin reparar en lo perpleja que se quedaba esa gente durante un primer momento… gente que se ganaba a la segunda observación que soltaba con su encanto natural.

Pasaron 3 semanas exactas y Miguel la llamó. Elena había despertado ese día esperando la llamada. Miguel era el idóneo. Si se hubiera dejado, no habría dudado en haberlo elegido como compañero de vida. Como compañero a muerte…

A las 8 en punto de la tarde y por segunda vez en esas semanas, se acercó al teléfono, seria, como si lo hubiera oído sonar. Esta vez apoyó la mano en el aparato mientras esperaba la melodía. Sabía que llamaría a las 8 en punto de la tarde, justo al cerrar un duro día de trabajo. Esa era la fase final de maduración. Habría barajado distintas posibilidades. Y habría ido más allá rompiendo sus instrucciones, que había puesto para romper. 21 días era el tiempo exacto. Más hubiera sido alargarlo, aumentando el tiempo de reflexión y por lo tanto las reflexiones, con consecuencias no contempladas en su estrategia. Menos tiempo hubiera dado el resultado opuesto ocasionado por la precipitación.

Miguel llevaba todas las horas de esos 21 días dándole vueltas a posibles favores, a posibles propuestas. Empezó sin atinar con imaginar alguna más razonable. Algún tema de trabajo, ayudarla con algún posible despido, con una denuncia, algún problema con algún vecino, con la policía, por un tema más peliagudo o incluso con algún favor para alguno de sus amigos raritos. Como no era propio de Elena ser razonable, al cabo de la primera semana optó por imaginarse opciones más excéntricas como ayudarla en algún lío en la que se encontrara metida por algún tema de drogas, de dinero, de prostitución…

Una noche se levantó junto a Julia, una preciosa pelirroja con la que vivía desde un par de años, pensando que la respuesta debía ser no. No podía dejarse engatusar por ese cuerpo alegre, por esos ojos chispeantes, cuando tenía una preciosidad durmiendo al lado a la que podría perjudicar cualquier favor que Elena pudiera proponerle. Porque era Elena. Porque ella era así. No podía ser nada normal, debía ser algo extraño y por eso le estaba haciendo meditar durante tanto tiempo… A demás, no podía dejar que Elena le contara el problema y si le interesaba hacerle el favor decir que si, y si no le interesaba decir que no. Eso no era un amigo. O por lo menos no era el amigo que ella esperaba que fuera. Por eso a la mañana siguiente descolgó el teléfono para decirle que no y la llamó desde el trabajo. Elena no descolgó y saltó el contestador de su casa. Entonces Miguel sin dejar mensaje alguno colgó y se puso a trabajar concentrando sus pensamientos en todo lo que no fuera la propuesta de Elena.

Durante la última semana siguió pensando y llegó a una conclusión. Escucharía el favor de Elena y decidiría. Si eso suponía dar una impresión equivocada de su amistad lo asumiría. Su decisión la adoptaría en función de lo que su respuesta pudiera perjudicar a Julia, como primera variable. Y en lo que pudiera perjudicarle a él como segunda variable. Pensó de nuevo en los posibles favores de los que se podría tratar, terminando por plantearse situaciones enrevesadas como cómo aparentar ser su marido cara a sus padres, o acompañarla a un viaje por India, o presentarse a una productora de cine como su manager… podría ser cualquier cosa… y no podía sucumbir a la tentación de agradarla si algo así fuera a perjudicar a Julia…

Al fin sonó el teléfono, a las 20h y 30 segundos… Elena sonrió y descolgó.

- Bueno Elena, no se como será que siempre consigues de mi lo que quieres… vengo a pedirte, suplicarte, rogarte, implorarte que me desveles tu favor.
- ¿Has estado pensando?
- ¿Qué si he estado pensando? ¡no he dejado de hacerlo en estas 3 semanas! ¡casi me cuesta el divorcio con Julia que me echa en cara que no esté en este mundo!
- ¡No entiendo como no se ha divorciado ya de ti…!

Miguel sabía que bromeaba. Julia y ella habían sido muy amigas durante la facultad y Julia siempre le contaba a Miguel lo bien que hablaba Elena a la gente de ellos dos. Elena tenía por los dos un cariño enorme pero Miguel era mejor conversador que Julia, que era un poco más callada y se pasaba las tardes de tertulia con algún libro de historia interesante o algún documental aburrido.

- Ríete… me he imaginado millones de posibles favores a cual más descabellado… ya verás cuando hablemos de ellos…
- No era así Miguel. Yo te pedí que pensaras en si querías que te pida este favor o no.
- Ya, pero entenderás que sin saber de que favor se trata poco te puedo contestar…
- Bueno, esta llamada significa que quieres saber de que se trata, o me llamas para decirme que no te pida nada, tal y como estuviste a punto de hacer la semana pasada…
- … mmmm….
- No llegué a descolgar por segundos. Oí el teléfono mientras abría la puerta… como vi tu número en la pantalla esperé a que volviera a sonar pensando que te habrías arrepentido…

La voz de Elena sonaba divertida. De nuevo era otra de las conversaciones estúpidas que muchas veces tenían. Ella era consciente de que Miguel la creería y no cuestionaría ninguna de sus palabras. Decirle que había esperado esa primera llamada no era necesario. Decirle que la desconocía era mentir a su amigo. Intuyendo la primera reacción de su amigo, sabía que haber descolgado hubiera significado el fin de sus posibilidades, y se limitó a mirar el teléfono de cerca.

Recordó que para conseguir que él dijera que si al favor debía hilar muy fino… Sabía que no era tan sencillo como en un principio creyó… pero su estrategia iba sobre ruedas… esperó en silencio a que Miguel siguiera hablando…

- No… no recordaba si habíamos quedado hoy a alguna hora. No recordaba si era en el café de la otra vez o…
- Te dije que lo oirías con dos copas Miguel.
- Cierto, dijiste que con dos copas.
- Te espero en el Irma’s a las diez en punto. Esta vez te invito yo. Pregúntale a Julia si se quiere venir. Hace mucho que no la veo, ya que es guapa, pero de ahí a tenerla encerrada…
- ¿Pero ella…? si…
- Hablé de un favor, de dos copas y ya… no hablé de que fuera ningún secreto entre tú y yo… pero Miguel… ¿en que tipo de favores has estado pensando…?- y se puso a reír con su risa transmisora de risas.
- Claro claro… Le encantará verte.
- Y a mi verla a ella.

Miguel colgó y se quedó descolocado. Puede que la única respuesta a este favor fuera un “si” ya que la primera variable no se encontraba en peligro alguno. Llamó a Julia que tenía cierre de contabilidad de la empresa esa noche porque estaban en periodo de impuestos. Le apetecía ver a Elena, pero no quedarse las horas que hicieran falta en la oficina haría peligrar su puesto pese a la buena relación que tenía con sus jefes, dos primos jóvenes un poco mayores que ella, que la habían contratado desde que era una niña con 16 años y la trataban como si fuera de la familia,… pero el trabajo era el trabajo, y se lo habían dejado claro un par de veces hacía ya muchos años. Ella ahora tenía 26 y no tenía ninguna duda sobre las prioridades.

Miguel se cambió 4 veces de camisa. No sabía porqué. Elena era Elena. Por eso mismo se habría cambiado 4 veces de camisa... Decidió dejarse puesta la misma que la del día de trabajo, optando únicamente por quitarse la chaqueta y la corbata. Esperó. Esperó con una copa en la mano y el mando de la tele. Sin mirarla. De nuevo pensaba en la propuesta de Elena… No entendía su emoción. Además se alegraba de que no fuera Julia. Empezó a analizar sus sentimientos y se avergonzó. Ahondó en ellos. ¿Cuál era el mayor favor que deseaba que Elena le propusiera? Elena estaba loca. Elena era inquieta, nerviosa, tenía siempre mil amigos, mil planes, mil éxitos… empezó a pensar en él y en lo que realmente le ponía nervioso. Excluyó definitivamente a la mansa y amable Julia de sus sueños y atacó con crudeza sus anhelos más recónditos… y si fuera irse a vivir con ella, o mejor, irse a vivir con ella en una isla perdida en medio del océano indico, o mejor, irse a vivir con ella en una isla perdida en medio del océano indico únicamente fo que te fo… Y si fuera dejarlo todo para empezar una vida ellos dos en Paris, Berlín o en Nueva York… sin amigos de facultad, sin gente alrededor de Elena. Solo ellos dos. Y si fuera irse a Las Vegas con…

Sonó la alarma de su móvil que le recordaba que quedaban 20 minutos para su cita. Cogió la chaqueta, bajó las escaleras y llamó a un taxi. El Irma’s estaba a 15 minutos de allí. El taxi tardó 17 y eso le hizo llegar 1 minuto antes de su cita al bar. Se sentía culpable por haber excluido a Julia de sus sueños. Se sentía traidor. Ya había tomado una decisión unos años atrás en su vida y no podía replanteárselo. Un aire fresco le golpeó el cogote subiéndole hasta la frente. Escuchó la voz alegre de Elena saludar a todo el mundo mientras se acercaba a él. Tenía la cara blanca y los labios y los mofletes muy rojos. Sonreía. Comprendió que era humano pensar en ella en esa isla desierta ya que, a pesar de que compartía la cama con una de las mujeres más bonitas y deseadas objetivamente hablando, Elena encarnaba la vida misma en cada una de sus gestos, de sus risas y de su cuerpo. Tenía una fuerza distinta. Era feliz y fuerte. Todos los días. En todos los momentos. No decaía nunca. No dudaba nunca. No titubeaba nunca. Con una paciencia extrema, y una sonrisa alentadora a todo.

- ¡Hola! – Y le dio un beso en la mejilla, un poco cerca de la boca, un poco lento, como siempre de tierno - ¿No te dije que las dos copas te las tomaras conmigo?... lo debí olvidar… porque creo que tu ya llevas una… o me equivoco…
- ¡Hola Elena!... una copa… ¿yo?… no que va… que quieres tomar, que al final invito yo.

Hubo un silencio poco habitual un poco tenso, un poco largo. Ella se bebió de un trago la ginebra con tónica que había pedido, y pidió otra. Sonreía. Empezó a hablar de su día y de alguna otra banalidad, analizándola hasta el extremo, como solía hacer. A mitad de la segunda copa se puso más seria.

- Suéltalo ya – dijo Miguel – Estoy yo más impaciente que tú.

Con alguna otra persona podría haber esperado pasar la noche sin tocar el tema. Los dos sabiendo que quedaba algo pendiente, algo inacabado, no dicho, pero sin que nadie se atreva. Es la actitud de ciertas personas. Nada que ver con la actitud de Elena. Miguel sabía que llevaba la primera copa buscando las mejores palabras para exponer su preocupación a Miguel. La conocía bien. Sabía que incluso cuando estaba volcada en alguna explicación de su día, estaba pensando en la mejor manera de exposición posible. A saber el tiempo que le habría dedicado en casa… posiblemente más tiempo que el.
- Un segundo Miguel – dijo poniendo una expresión seria, concentrada, que tanto le gustaba a Miquel… se recogió el pelo… claro que se la llevaría a una isla, pensó. – Dame 1 minuto,… solo un minuto… - y bajó la cabeza para preparar sus palabras. Lo hacía mucho. Era así de reflexiva. Era simplemente adorable – El favor… te lo voy a pedir. Pero te adelanto que no me puedes decir ni si ni no. No puedes contra argumentar. Lo soltaré, nos despediremos y pensarás tu respuesta. Nos volveremos a ver de aquí 2 viernes, a las 10, en esta mesa, igual que hoy. Si no vienes, es que tu respuesta es que no. Si vienes, puede que sea si o que sea no… puede que prefieras decirme ese no a la cara… Si no vienes no te lo tendré en cuenta. Pero si vienes será genial. Verás… - Miguel estaba que no aguantaba más…
- Suéltalo, venga Elena….
- Verás…. Quiero tener un hijo. Quiero tenerlo contigo.
Elena tragó saliva y como Miguel no articulaba un músculo, se bebió lo que le quedaba en su vaso de ginebra y se pidió otra más. La camarera, una chica guapa de pelo muy corto que había seguido la conversación, rápidamente le sirvió la tercera copa que se tomaba en los 20 minutos que llevaba allí.
- Sabes, las tías somos todas muy parecidas… llega un momento en la vida en la que necesitamos vernos completadas con lo que nuestro instinto nos pide a gritos desde los 20 años… Muchas veces es sencillo cuando la suerte hace que se cruce en nuestro camino la persona idónea… pero yo no creo que exista esta persona para mí. Ya no creo en nada de eso… todo es mentalidad y si he llegado a este estado de que nadie me completará jamás, es realmente difícil que encuentre a alguien que lo consiga. No me ha costado decidirme. Se que quiero ese hijo. Pronto cumpliré los 30 y cada año se complican más las cosas. El físico que ahora domino y me hace fuerte, no me durará mucho tiempo… y no es plan de ser madre a los 40,…el tiempo pasa rápido y la tópica frase de que “antes de que nos demos cuenta” aplicada a mi inquietud… significará que antes de darme cuenta esté convertida en una vieja incapaz de embarazarse… Es importante para mí, y hasta aquí, de forma resumida, mi inquietud. No necesito a alguien al lado. No necesito tener un maridito en el que apoyarme, ni que me grite ni al que gritar. Me valgo por mi misma. Sabes que me encanta mi trabajo, y creo que podría de sobra educar a un niño de forma completa y enriquecedora… En cuanto a ti… Tú eres el idóneo. En primer lugar porque te conozco. Paso de ir a cualquier clínica a por el semen de un pervertido que vete tu a saber lo que pensaba a la hora de eyacular…. Tú eres listo, guapo, deportista, simpático, alegre, fácilmente feliz, activo, inquieto… Te gusta la literatura, la pintura, la música, eres cariñoso, fuerte, responsable, generoso,… Eres muy distinto a la mayoría de tíos que solo piensan en follar y en el porno. – A Miguel le extrañó que pensara que él no pensaba en follar y en el porno… que sabía ella…. Claro que pensaba en follar y en el porno… - evidentemente el sexo también es importante… No quiero que interpretes que te he evaluado en el mercado de la especulación, te lo propongo a ti… - Por primera vez tomó aliento, bebió del vaso de ginebra hasta dejar solo un cuarto entre los hielos sin derretir – Piénsalo. Repito que entenderé un no… - Y le besó esta en pleno centro de la mejilla… Y se alejó con su manera alegre de andar, rápida, abrigándose al recibir el impacto del frío aire de la calle.

Recibiendo el aire frío se puso a andar más rápido que de costumbre, en primer lugar para entrar en calor, y en segundo lugar para desaparecer antes que de Miguel saliera. Analizó su exposición. Bastante creíble. Tuvo que darle más importancia exagerando un poco su preocupación. Había soltado lo del sexo para tantear el interés de Miguel, sabía que su amigo siempre estaba interesado en ese tema…

Elena pensaba muchas veces que las cosas no le preocupaban tanto como debían preocuparla… Eso le horrorizaba. Le horrorizaba también que se le viera así desde el exterior, así que creó una cantidad gestos expresivos que la recubrían como una burbuja, y que disfrazaban su real indiferencia. Un trabajo cuidadoso de relación que solo lo recompensaba el tiempo, sin una mínima tilde de exageración y con el que provocaba que solo un atento observador notara posibles sentimientos, basándose en esa relación gestual, como cuando se tocaba la barbilla para simular incomodidad, como cuando mantenía los silencios, como cuando se recogía el pelo…

Si que quería un hijo. Y claro que quería que fuera con él. Pero si él le decía que no, a parte de enfriarse un poco la relación, no pasaría nada… Ella lo asumiría y ya. Tal vez buscaría otro. Analizándolo de la manera más fría pero coherente, la mejor opción era él. Ya no porque sería un padre estupendo, cosa que jamás le pediría. Sino porque se trataba de la persona más interesante, rica emocionalmente y motivadora que tenía a su alrededor. Por eso se sentía satisfecha de haber dejado patente lo importante que era para ella, hasta el punto de haberlo exagerado de sobremanera… Ahora él estaría pensando. Barajando la manera de recibir la propuesta. De interpretarla. De asumirla. De estudiarla. La manera de exponérsela a Julia. De analizar las consecuencias económicas que tendría una paternidad. De considerar la buena fe de Elena en el futuro. De confiar en ella… Al cabo de los días, su análisis iría a más. Pensaría entonces en el futuro, en la posibilidad de que más adelante tuviera más hijos, en como se repartiría la herencia y en si Elena le exigiría algún reconocimiento paterno, o no. O si él se lo exigiría a ella…

Elena estaba orgullosa del transcurso de la noche. Paseando por el parque de Colon, y subiendo Goya… era cuestión de espera. Conocía muy bien a Miguel. Pero no sabía cual sería definitivamente su respuesta… sabía que si la propuesta hubiera sido de un simple polvo habría dicho que si allí mismo, encima de la mesa del bar, a pesar de que eso hubiera roto la relación que tenía con la hermosa Julia. Ella lo había hecho lo mejor que sabía. Lo había expuesto con franqueza. Solo cabía esperar. Era consciente de que durante estos 15 días muchas circunstancias le podrían hacer cambiar de opinión… pero eso ya, eso ya se le escapaba de sus manos.

Le sonó el móvil… Dudó en descolgar. Sabía que si descolgaba todo era precipitación, sin raciocinio, sin pensamientos madurados… Por una vez la sorprendió. Creyó que esa naturalidad y transparencia era la correcta… la que debía dar la respuesta aunque fuera saltándose las instrucciones que, al fin y al cabo, eran para provocar, para no cumplir…

En el teléfono aparecía parpadeante el nombre de Miguel una y otra vez…

- ¿Si…?
- Elena… tengo ya la respuesta. Te la digo así… no cara a cara. Yo… yo… no sabría…
- Bien Miguel, espero.
- Elena… No. No puede ser. Es imposible. Es descabellado. No y No.

Elena permaneció en silencio… Era normal. Estaba Julia, y él la quería… Ella no tenía nada que darle frente a lo que Julia le daba. Ella le divertía, lo despejaba, pero ningún sentimiento más allá. Pensó que no debía haberlo planteado tan bien como pensaba… ¿Cuál había sido el fallo de su estrategia…?

- Oye Elena,… ¿sigues ahí?
- Si, Si Miguel… claro. Está bien, claro Miguel. No te preocupes. Gracias por no alargar la espera al ser esta tu respuesta… - Era por Julia… estaba convencida… El estaba loco por ella y nunca podría ni siguiera plantearle algo así… Hubiera sido mucho más sencillo conseguir un polvo salvaje, un trío, cualquier cosa… que algo así… y solo ahora lo veía… - Gracias Miguel. Ya hablamos. En serio que gracias por no alargarlo. – Colgó rápido sonriendo… y sin quitarse el teléfono de la oreja siguió como si él fuera a escucharla… “hubiera sido un hijo precioso…”

Miguel escuchó su punto final. Estaba claro que nada sería igual entre ellos. Al menos al principio. Ella no lo quería para compartir el resto de su vida y no estaba dispuesto a ser tan generoso con alguien que no le correspondía… Pensó en Julia. Seguramente ya estaría a punto de llegar a casa. La dulce Julia. El seguro. La tranquilidad. La mar en calma. Algo quiso que volviera a marcar el número de Elena. Seguía en la puerta del bar, donde había salido a buscarla corriendo, sin ver rastro de ella, tras haberse quedado anclado al tabuerete a penas 5 minutos. Colgó antes de la señal. Volvió a pensar en Julia, la previsible Julia… guardó el teléfono en su bolsillo. Lo volvió a sacar. Aparecía el nombre de Elena en la pantalla, ofreciéndo una cómoda “rellamada”… Miró su nombre sonriente. “Hubiera salido un hijo precioso”… murmuró…
Buscó el número de Julia y la llamó. Efectivamente. Estaba en casa. Acababa de llegar.

FASCIAS


No dejéis que nada os sorprenda tanto
hasta el punto de cuestionaros todo lo
que un día fuisteis.
Despierta… un, dos, tres,…ya.

Todo empezó en aquel Enero del 2008. Hasta entonces habían pasado 15 años en los que había conseguido ser feliz. 15 años en los que lo había olvidado todo. Fue mi subconsciente o tal vez fuera mi consciente el que había tapiado esa historia, una historia que no había durado más de varios minutos si sumáramos todos los segundos que la formaron. Puede que fuera por eso que, sin quererlo, cuando ya era demasiado doloroso, lo tapié. Lo soldé y lo tiré allá donde solo van las cosas que nunca han pasado. Ni siquiera donde van los recuerdos, que a veces se recuerdan. Sino donde la nada. Donde el vacío. Lo coloqué en el mismo lugar que aquel lugar del que venimos. Que aquel lugar al que vamos.

No. No fue decisión. Fue automatismo. Porque de otra forma lo recordaría. Hubiera quedado todo ese tiempo latente en mis poros o en mis venas. A duras penas hubiera podido entonces continuar mi existencia con la misma actitud. Pero lo recordaría. Debido al esfuerzo del disimulo. Debido al esfuerzo del olvido que, a menudo, únicamente se consigue matando todo lo bueno. Debido a la mutación consciente de una mentira, hasta creerla realidad.

No fue decisión porque no recuerdo nada de todo eso. Cada poro, cada membrana de mi interior, cada fascia de mis músculos supieron que era lo que tenían que hacer para olvidarla. Y para poder vivir estos 15 años alegre, todo mi cuerpo ajeno a lo que había sentido. Había conocido. Con una ligera retracción que me hacía más fuerte que el resto de los mortales. Con más poder puesto que no era capaz de llorar. No era capaz de sentir miedo. Ni era capaz de sentir dolor. Tampoco era capaz de sentir mucho más que la nada. Un vacío que ahora reconozco desde la vulnerabilidad de un desplazamiento demasiado acorde a su peso. Un vacío que me hacía fuerte pero de insípida existencia. De insípida coherencia. De insípida disciplina.

Y aquel enero de 2008 la volví a ver. Entendí que la había estado esperando sin saberlo. Que todos esos años no había hecho más que absorber conocimientos para poder volcarlos en ella. Para que estuviera orgullosa de mi. Tanto yo. Tanto ella. Su desplazamiento, tan acorde a mi peso, me había enseñado a querer. A quererla solo a ella. Por sus gestos, por su elegancia. Por su porte. Por su voz. Por su fuerza. Por la luz que desprendía.

Y fui a por ella. Sin que ella lo quisiera. Sin que yo lo supiera.

Y caí.

Caí como el que cae desde un precipicio sin tener a donde agarrarse. Como el que cae sin conseguir abrir el paracaídas con el que contaba y por eso había saltado feliz. Caí como nunca había caído, para recibir una bofetada de la luna. A la que todo lo que pido me concede… y a la que nunca eso le pedí….

Despierta… un, dos, tres, …ya.
Vuelvo a erguirme, vuelvo a andar.
Tengo la huella demasiado fresca, disfrazada pero fresca. Vuelvo a no sentir nada. A no temerle a nada. Vuelvo a aparentarlo todo. A no saber sufrir,… a no saber llorar .
Despierta… un, dos, tres, …ya.