miércoles, 10 de julio de 2013

¿Será esto plagiar a Silvio? En cualquier caso, es "lo que me ha salido" (¿quién escribe cuando escribo?)

 
 
Tú,
Tumbada y medio dormida,
 
Yo,
Despierta y frenando… tensión.
 
Tú,
Desnuda y extendida.
 
Yo,
Vestida y en retracción.
 
Tú,
Te desperezas lentamente,
Me miras febrilmente,
Queriéndome asaltar.
 
Yo,
Que me he asustado un poco,
Te miro, no te toco,
Y me intento controlar.
 
Felina enardecida.
 
Yo,
Acorralo mi desear.
 
Pero tú,
Brillante y decidida
 
Yo,
Sedienta y rociando un mar.
 
Tú,
Te acercas lentamente
Me sonríes silente
Y me haces estallar.
 
Yo,
Te abrazo mansamente
Hechizada de repente
Por tu piel y tu mirar.
 
Tú,
Me recorres de frente,
 
Yo,
Me rindo y me dejo expugnar.
 
Pero tú,
… apasionadamente…,
 
Yo,
Renazco una y otra vez más.
 
Yo,
Te venero y me arrodillo
Te idolatro te lo digo
Y libo tu dulce mar.
 
Tú,
Al borde del delirio,
Confundes tus dominios
Conjugando el verbo amar
 
Tú,
Tumbada y divertida,
 
Yo,
Tejo tu mundo alrededor.
 
Tú,
Desnuda y extendida.
 
Yo,
Desnuda en plena expectación…
 
 
Tú,
Yo.
 
 
 
 

Ilusión 25.433


 
 
Y lo cierto es.
Que fui tan feliz que hasta pude amarla menos.

Ilusión Lorca.


 
 
Amor de mis entrañas, viva muerte,
También yo espero en vano tu palabra escrita.

Para el Poetry Slam I ( con fuerte entonación)


 
 
Habíamos alcanzado lo que nadie antes había alcanzado.

Escalamos catedrales, sobrevolamos cimas, glaciares y piélagos. Hablamos el nuevo idioma. El origen del idioma. El idioma de los idiomas. Reformulamos a Euclides, y los aforismos de Heráclito. Encarnamos a Hypatia y a todas las poetisas de Mitilene. Las que antes fueron. Las que vinieron después. Y después de haber sido todas las mujeres que un día fueron, miraste a los ojos al Sol. Infinito te devolvió su infinito. Y descubrimos el Aleph en nuestro Aleph. Acariciaste con tu mano lo inmortal. Que era mi mano mortal. Que fue tu mano hacia un siempre. Siempre tu mano siempre siempre siempre. Tu mano. Me amaste por encima de todos los males. De todos los bienes, también. Como si al principio el Dios creara un infierno, creamos nuestro propio mundo siempre eterno. Paraíso nos plagiaba reinventando enunciados. Los hechiceros nos visitaban para que les reveláramos el significado. Los jueces hacían cola para que les resolviéramos lo sentenciado. Llegamos a la cartografía última de todos los portulanos. Reproducimos los mapas del mundo a una escala por mil. Y alcanzamos hasta el último de los rincones secretos jamás antes pisado.

Y entonces pasó.
 
 

Amaste otro cuerpo. Que no era mi cuerpo. Y volviste a mi cuerpo que era tu cuerpo que encarnaba mi cuerpo sin ser tú y si yo, y sí nuestro cuerpo. Un cuerpo entre un millón de almas en basilisco. Volvimos a amarnos. Y pronto llegó. Volviste a amar otro cuerpo. Esta vez El Cuerpo. Amaste El Cuerpo. Que no era mi cuerpo. Dios. No era mi cuerpo y sí que era El Cuerpo Era el Cuerpo (de Cristo –amen- : ¿Tu nueva religión?) Dios, cómo duele.  Amaste mi recuerdo con tu presencia del más allá. El más allá que está mucho más cerca y más acá de lo que piensan todos. Pero eso, también duele. Le enseñaste todo aquello que habíamos alcanzado. La paseaste hasta el último de los portulanos. Por las catedrales. Por todas las cimas, los piélagos, y hasta aquellos los glaciares. Y eso, también duele.


Le enseñaste nuestra forma de hablar. Le enseñaste nuestro idioma. El origen del idioma. Hablasteis nuestro idioma como si fuera el vuestro como si fuera el tuyo como si yo no tuviera nada que ver en esto, para que finalmente ocurriera eso y que ya no fuera ni mío ni tuyo aquel idioma ni el nuestro, y se tornara, (como borrando el tiempo que fue de otro modo), en un idioma vuestro. Pero eso, también duele.


Y mirasteis a los ojos al sol.
 
 
Intentaste el infinito que no os devolvió el infinito ni su inmortal ni su Aleph ni su principio ni su Final. Pero eso, también duele. Y te acarició la mano. (Dios, te acaricio la mano, la mano, te la acarició… la mano). Esa mano que era mi mano. La mano que era mía te acarició mi mano. Eso también duele. Le enseñaste el último de nuestros rincones secretos. Repetiste palabras, repetiste abrazos, repetiste caricias miradas. Repetiste besos. Yo no lo pude ver. Pero eso, también duele.

Y recitaste a mi Lorca.


 
Le recitaste a mi Lorca. Bailasteis tu Cohen. (El mundo es ciclópeo, te dije. El mundo es infinito, te dije. Invéntate lugares nuevos, te dije. No profanes nuestros sueños, te dije). Aún así. Volasteis a Viena. Una a una quemasteis sin pena cada una de nuestras imaginarias fotos color siena. Viena encabezaba la ristra de instagram y las transformó en quimeras. Volasteis a Viena y desapareció nuestra Viena y se transformó en vuestra Viena. Y Dios eso, cómo duele.



Y llegó el día que nos vimos después de ser. Quedé para verte porque no verte era la muerte y prefería la vida aunque fuera sin tenerte viéndote viva y yo casi muerta y con tanta suerte de verte tan viva y lejos de la muerte. Y vi tus ojos brillar. Te vi resplandeciente. Hablabas de ella y te reías. De esa forma inevitable de esa forma inconsciente. Te sonreía yo al escuchar. Pero eso, también duele.
 
Observo el tiempo pasar. Ya no nos quedan rincones secretos. Todo aquello que creímos alcanzar es banal como cualquier otra historia de celos. Estoy anclada en un pasado que un día existió, si cabe. Soy incapaz de volver a amar, todo el mundo lo sabe. Y me paseo perdida por la isla de Léucade. Tú te entregas sin mirar atrás. Tú eres feliz, fuera de mí, te veo brillar. Y yo me siento como el viejo Titono inmortal.


Jamás me lo oirás pronunciar. Pero eso, también duele.