miércoles, 7 de julio de 2010

Primeros minutos de un día de verano

Para recordar mi mañana de 7 julio de 2010…

Hace mucho que no despierto de una zozobra, túnel, profundidad, o como quiera llamarse que me pesa y me hace resurgir de muy muy hondo… No. Ahora solo me ocurre si puntualmente tengo fiebre, e incluso así, resulta agradable.

Son las 6h00 y suena el despertador. De nuevo irrumpe entre algún sueño gracioso. Ligero. Veo de frente una imagen reflejada. Sonrío. Ahora algo más morena entre sábanas blancas. Fuera el cielo es muy azul. Me gusta esa imagen reflejada y me gusta la ligereza del despertar. La radio me cuenta multitud de asuntos externos. Es curioso como choca con la intensa intimidad que vivo esos primeros minutos de conciencia. Esa intimidad que me protege del resto del mundo. Es verano. Me gusta el verano. Me estiro. Es el segundo mejor momento del día. Me estiro largo y harto. Todavía se mezclan en mi cabeza frases sin sentido de alguna conversación, ahora en sueño-vela. Me paro a pensar. No entiendo nada de lo que pienso. Parecen retales de alguna conversación. Afino. Nada tiene sentido. Debe ser que sigo medio dormida.

Me levanto a hacer un pis (lo siento, es que estoy relatando a lo Azorin cada detalle de mi día), y me vuelvo a la cama porque tengo 30 min. para leer. Es el tercer mejor momento de mi día, y solo son las 6h10… Si no estoy muy perezosa, hasta me hago un café. Si lo estoy, será la primera y espero única transgresión a mi voluntad del día… y siempre esa vez me la perdono, y me instalo con mi libro elegido siempre muy a conciencia. En esta época me regalo Viktor Frankl. No se si me gustará, porque hay muchas cosas de la literatura que no soporto. Ayer terminé “la mujer de mi vida”, y a la cola van Jung, “el error de descartes” y Rafael Echeverría. Siempre alternando estas con las lecturas de por la noche porque, la noche, da pie a otras lecturas. Mucho tiempo ha, también, que no aparece en mis sueños esa araña… y esa, esa una pletórica sensación. “¿Cuántos libros te lees a la vez?” me preguntó recientemente “no se, depende” creo que dije aunque soy incapaz de recordar lo que dije porque en momentos así me quedo como anestesiada. Anestesiada por todo lo que querría poderle decir. Y es imposible en 5 min. Ni en 10. Es imposible en 3 horas. Son cosas que solo se pueden ver. No explicar. Y solo se pueden ver desde cerca. Desde una continuidad del tiempo. Desde una forma solapada de compartir una vida.

Vuelve a irrumpir. Sacudo su imagen de mis pensamientos y comienzo la lectura.


“Ben: “Camarero”, dije alegremente, “mi vida es perfecta, sólo le falta un cuchillo”.
Estaba desayunando con un amigo durante una de mis visitas periódicas a Londres, para dirigir la Orquesta Filarmónica. Oí que alguien se reía detrás de mí y, al volver la cabeza, vi una niña de unos doce años, que lucía un peinado típicamente inglés, como si antes de cortarle el pelo le hubieran colocado un cuenco sobre la cabeza. Nos sonreímos y proseguí mi conversación y mi desayuno.
Al día siguiente volví a toparme con la pequeña en el mismo comedor y me detuve a hablar con ella.
“Buenos días, ¿cómo estás hoy?”
Se incorporó levemente y levantando un poco la barbilla, me respondió sonriente
“Perfectamente” dijo
Más, tarde, cuando ya se marchaba con sus padres, le grité con malicia desde mi sitio “que tengas un día perfecto!”
“Así será” respondió como si fuera la elección más fácil y obvia de este mundo.

Y con estas palabras se internó en el universo de lo posible

(“Invitación a lo posible, Roz y Ben Zander, 2000)

La ducha es una capsula de ideas. De pensamientos. Canturreo en la ducha. Eso puede significar que, ya de buena mañana, soy musicalmente feliz. El derecho. La empresa. La pasión. Todo se mezcla con el sentimiento. Con la expresión. Con la solución de conflictos. Con la empatía. Con el reto. Si, el continuo reto. Con la solución de lo que la gente piensa son “problemas”. Los clientes. Este núcleo de atracción a tanta y tanta gente. Este bebé. Le crecen alas. Las alas de cada una de las personas que tengo. Lo mejor de lo mejor. Y la fuerza tan poderosa que resulta de que todas y cada una de estas personitas piensen en como pueden hacer para mejorar su trabajo, mejorarse a ellas, de crecer. Y dándoles capacidad de hacerlo. Y creer en ello. Esa es una herramienta tremendamente poderosa. Y el proyecto de que se suban a bordo proporcionándoles los recursos necesarios…

“Si una apisonadora baja por la calle hacían nosotros, tenemos 3 alternativas: una, no movernos y que nos aplaste, dos quitarnos del medio, tres, subirnos a ella y controlarla”

Mi visión. Mis pautas. Mis modelos. Mi Mapa. Mis inquietudes. Si. Mis continuas inquietudes…

Dependiendo del día, me plantaré en la oficina, o me iré a correr. Generalmente cuando he estado dándole tantas y tantas vueltas a la ofi, lo que necesito no es correr, sino plantarme a las 7h00 – 7h20 ahí dentro y crear, y plasmar mis ideas. Aunque no será la primera vez que he desestructurado mis pasos y me he ido a correr, y duchado después. Si me inclino por el deporte, a las 9h00 como muy tarde estaré preparando el día. Luego observaré como llegan las niñas con sus caritas de recién despertadas. Algunas tan puntuales, otras agobiadas porque se han vuelto a dormir. Les organizo el día, y voy a por mi segundo café. Es una forma de recibirlas aunque ellas, ellas ni se enteren.

Luego pasará el día, se tropezarán citas, clientes, preguntas, soluciones, juicios, contratos, visitas, preguntas, puertas y puertas que voy abriendo, trazando la estrategia, y cerrando cuando, al fin, he conseguido dar un fin. El mejor fin. Y se encadena satisfacción. Evidentemente hay días con fallos. Pero ahí es donde surge el “how facinating” y me hace pensar como jamás, sin ese fallo, hubiese podido pensar. Esas son las puertas más grandes. Sin duda.

Y está, por supuesto mi hermano. Ancla. A barbas de gato. Pues, como dice, también soy un ancla para él. (él no utilizaría nunca ese término… claro que no!!, cuando le hablo de creencias, y de mapas mentales, me pone la misma cara que cuando le hablo de sensaciones o de minerales…)

En la oficina sonará el lago de los cisnes porque esta semana, sin que nadie lo sepa, he colocado los CD en orden para que sea la semana de su autor. Pararé a una de las niñas que tendré delante haciendo cualquier cosa que debe urgentemente terminar “escucha, sabes quién es?” “me suena mucho”… “Es Tchaikovsky… precioso… creo que lo echan en Can Ventosa, voy a ver si hay entradas por internet”… “si, seguro, en internet está todo, quieres que lo busque?”. Y efectivamente. Estará en internet. El 18 de julio a las 19h30 en Can Ventosa. Lo apuntaré a conciencia en mi mapa/agenda de Julio. Julio parece la vía láctea. Quiero hacer, para variar, demasiadas cosas.

Luego me vendrá otra con acento gallego “jefa… con esta música no se puede trabajar… te lo digo en serio… me desconcentra…” “pero qué cara tienes galleguiña… qué cara tienes…”

Y vendrá mi padre, con algún cotilleo de algún cliente antiguo que está por ahí. Hoy jugará España. Y me hablará de . Y de política. Y de economía. Y aunque solo sea para poder acercarme más a él, me lo habré estudiado.

Luego, sonará algún mensaje… Me desorientará.

Al principio recibió mi abrazo con cautela, luego con abandono. Me estremecí. No era tan solo el contacto de su cuerpo, era la sensación de que por mucho que yo la estrechara, que la apresara entre mis brazos, nunca alcanzaría ese espacio solitario donde ella habitaba.

Inasible. En contraste con mi infrenable anhelo. Puede que por eso la haga, constantemente, crujir.

Vuelve a irrumpir. Vuelvo a sacudir su imagen de mis pensamientos. Termino otra lectura.

En alemán todo suena extraño y poco musical, hasta que lees algo tan dulce como mein Bettschatz, que en traducción libre quiere decir algo parecido a: “El tesoro de mi cama”. Descubrí esta frase releyendo un libro de Kundera y me dejó pensando...

Son menos veinte, miro el armario. Tengo la impresión haber salido del medievo y necesito vestirme de medieval, con un artefacto atado a mi espalda que guarde mis flechas… será muy difícil convencer a los clientes de que un elfo les puede asesorar legalmente. Es algo que no se entiende. Es difícilmente comprensible que un elfo sepa tanto de leyes y le apasione estudiar… Difícilmente entendible porque se nos ha educado bajo unos estereotipos muy cerrados… Me bloqueo por segundos… No. Da igual. Puedo ir de elfo disfrazado de abogado. Y en cuanto empiezo a pensar así, me visto tan contenta. Es cuestión de simplificar las cosas. Es imposible alinear la mentalidad de todos con mi mentalidad… Para seguir con este orden preestablecido por un ente gigante que desconozco. Yo también me amoldo y decido salir así. De vez en cuando pincho… y despunta mi personalidad.

No se es que momento giraré el día para que se torne en mágico. Me he despertado, un día más, como si fuera mi cumpleaños porque, siempre, fue un día especial y muy feliz. Y hace tiempo que no quiero ceñir esa felicidad a un solo día por año. Ese reflejo es, efectivamente, mi primer momento feliz. Ahora me toca girar las cosas y “rebotarlo” a mi entorno. Pienso en que momento será. Cualquier detalle es válido. Cualquier persona la presa adecuada. Es cuestión de apuntar.

En este momento del día es cuando empieza mi urgencia y todo se precipita. Quiero estar cuanto antes en el despacho. Mil pensamientos, también, se empiezan a mezclar. Los sueños aún recientes. Mi imagen protegible, con la tremenda fuerza de un solipsismo que ya no comparte una cama por obligación, las líneas de los libros, las ideas de la capsula de ideas, la ofi, mi fuerza, sus ojos, aquel momento que llegará de humanizarte y obtener mi libertad… todo bulle en mi interior y debo exteriorizarlo de algún modo… un vórtice de palabras que me va invadiendo a medida que me acerco con el coche y todo me es extraño. Floto. No conozco peso. Ni tiempo. Ni exterior. Solo soy yo, internamente desaforada.

“¿Y cuando escribes?” “no se, depende”. Es otra de las preguntas que no se pueden contestar así como así…