sábado, 12 de enero de 2008

Ilusiones 73

Mi Qtec de nuevo se ha desconectado dejándome aislada. Acabo de hablar con él. Que viene esta noche. No me jodas B… Probablemente ya te hayas liado con mil otras tías y ahora vas y me dices que vienes esta noche… Mientras me ducho, aislada en la ducha como en una capsula de motor de pensamientos, concluyo que no se ha enterado de nada. Se que desafino mientras intento seguir lo que suena desde la radio, pero me ayuda a pensar… Y cuando ya no me queda nada, absolutamente nada porque todo es mentalidad y soy, como diría R una “mente fuerte” ya se ha borrado de un plumazo sin que tenga ahora ni siquiera ganas de pasar una noche de charla con él, va y dice que viene a cenar.

Todo fue, de nuevo, espectacular. Como siempre intento que sea cuando tengo alguien al lado. Y eso asusta. Seguramente yo asusto porque siempre pasa lo mismo. Primer acercamiento y parón. Luego vuelven… parece que él ahora también vuelve. Como el resto. Como siempre lo han hecho todos. Pero entonces me ha desaparecido ese sentimiento que creía único. Que creía distinto y nuevo… porque soy así de ilusa y no lo se reconocer, nunca lo se recordar.

Vendrá a cenar para que le revise el contrato que tiene que firmar, dice. También dice que quiere que hablemos. Vamos, que quiere hablar y lo del contrato ya veremos…
He pensado en decirle que no pero no deja de ser una persona importante en mi entorno, en mi circunstancia, y quiera hablar de él o del contrato volveré a reírme y disfrutar con él. Y por muy claras que tenga las cosas, a partir de él todo ha sido diferente. Ha cambiado la luz, un semitono en el sonido de mis percepciones… Es como cuando ya no vas a poder escuchar la canción desafinada sin darte cuenta de que está desafinado. O como cuando no crees en Papá Noel. Es como cuando has volado y te han cortado las alas recordando que es posible volar. Como cuando te han iluminado con una luz precisa y preciosa, desde una perspectiva mágica que tú sola no puedes encender… Ese cambio de luz no tiene vuelta atrás, como cuando te has acostado con la persona de tu vida, la que quieres de verdad y sabes que la has perdido para siempre y que jamás te volverás a acostar con ella… o como cuando has acariciado el cuerpo de una chica… después de todo eso cambia la visión y cualquiera se conforma con menos.

Un saludo,

Introducción y 1º Glartiste de un viernes de octubre

Introducción:

Por qué Glartiste: Sencillamente un juego más de palabras. De mis juegos de palabras. De mi mundo de palabras que tanto cuestan usar a pesar de ser gratuitas. Es gratuito usar todas las palabras que existen y probablemente, probablemente por eso, nuestro lenguaje sea habitualmente tan pobre. Si nuestras palabras costaran 10 euros,... cada palabra nueva que pudiéramos usar 10 euros por poder usarla, seguramente seríamos más ricos. Más cultos. Hasta existiría la piratería de palabras…
Glartiste se debe dividir en:

G.: Con el doble sentido de mi nombre abreviado, y la pronunciación francesa de “J’ai” de tener.

L’artiste: es la continuación, en francés como diciendo “ tengo el artista” de tener el artista dentro, o también de G. el artista, o Glartiste en pronunciación española que tiene una sonoridad parecida a Alatriste, y me agrada por ello… es tan importante que algo sea bonito para la vista como que algo suene bien...
(...)

HAY TANTO Y TANTO POR VER QUE NO VEMOS:
YO HARÉ LO QUE PUEDA CON EL TIEMPO QUE ME QUEDA…
(...)
PRIMER GLARTISTE:
19-10-2007 – SOLDADOS DE SALAMINA – de Javier Cercas Dir. Joan Ollé- Teatro Can Ventosa Ibiza –

1º - IMPRESIÓN INICIAL: Obra sin decorado, demasiado moderna para mi gusto, con 5 personas hablando de la época de franco para mayor desmotivación, y vestidas de negro con aspecto sombrío, expresiones sombrías y tono de voz sombrío… Una velo negro dividía la 4º pared… no entiendo de quienes hablan… de Javier Cercas, de Sánchez-Mazas, de Miralles… también de Franco y de Primo de Rivera. Y también de Machado. Hablan y repiten frases en distintos contextos. Las mismas frases en distintos momentos quieren decir cosas totalmente diferentes, y eso me gusta. Ponen focos de la bandera de España. Hablan de la Falange. Hablan de los rojos y de los muertos. No siguen un orden ni a la hora de tomar la palabra ni a la hora de repetir los textos… Estoy a punto de irme del teatro. Pero no puede ser que no consiga entenderlo, con lo que a mi me gusta el teatro. No puede desalentarme un tema político gris, de hace muchos años. Un tema demasiado tratado. Tan aburrido para mi. Por mucho que el tema me aborrezca… yo estoy por encima de eso porque me gusta mucho el teatro… Ambiente de nuevo gris. Y pasan a Sudamérica, y la historia no termina de convencerme a pesar de ponerle yo interés. Cada vez más forzado interés. Y se ponen a cantar. “Suspiros de España” con una letra que jamás había escuchado. Y la piel se me pone de gallina, por la nuca. Y describen como un soldado bailaba susurrando esa canción, abrazado a un fusil con la ternura con la que bailaría junto a una chica. Me acaban de cautivar. Eso ha sido realmente bueno... me lo han contado, de repente, todo. Decido quedarme.

2º - MOMENTOS Y FRASES: Algunos “secretos esenciales” ¿que es lo que leyó Miralles en la mirada de Sánchez-Mazas?¿porqué no lo fusiló? ¿porqué el pasodoble Suspiros de España es una de las músicas más tristes del mundo?¿porqué los héroes son los que no matan, y porqué están siempre muertos? Y la historia no es más que un recuerdo de cómo recuerdas que has contado otras veces las cosas… Y las historias son reales cuando hablan de historia. Y son reales sin serlo para el lector. Y “de todas las historias de la Historia, sin duda la más triste es la de España, porque termina mal”

3º - MOTOR: Pienso que Javier Cercás. Compro el libro. Aunque puede que fuera la puesta en escena lo que me ha llegado a activar. También buscaré algo de Joan Ollé.

4º - IMPRESIÓN FINAL. Los diálogos son buenos. El tema también. La representación magnífica porque no ha necesitado más que ellos, el tema y el diálogo para arrastrarme a un mundo de historia e historias. De personajes que cada vez me interesan más aunque he perdido demasiado tiempo al principio para poder entender lo que trataban de querer contarme. Tengo ganas de rebobinar. Tengo ganas de leerlo. Descripciones y palabras únicas. Me hace recordar. Cuando recuerda el personaje. Noto por el tono que la obra toca a su fin, y no quiero que acabe. Debería haber estado más atenta al principio… ¿la volverán a representar mañana?

5º - CRITICA. Ha conseguido algo complicado. Que esta noche y espero que ya me dure y perdure, me interese la historia que tenía tan aburrida de Franco, de Primo de Rivera, de Miralles, de Sánchez-Mazas, y del que ya me apasionaba, de Machado y de la relación con todos estos personajes, de la relación que su muerte puede tener con todo ese mundo paralelo de nombres desconocidos por mi incultoa percepción de la parte aburrida del mundo, hasta el día de hoy. Y como está escrito ( ¿escrito o adaptado…?) y se relacionan las frases ya dichas en sitios nuevos. Y se expresan sentimientos en distintos momentos. Y se dice que “las palabras lo dicen todo, excepto lo que no pueden expresar”. No se si la obra de Cercas transmite tanto y tanto o es Ollé en su puesta en escena. Lo que es seguro es que han despertado curiosidad por averiguarlo. Primero en leer el libro, y si no encuentro ahí lo que busco, me dirigiré a Joan Ollé.
Un saludo.

Un 7 de noviembre

Hoy he visto un cuerpo perfecto. De tez clara y sin embargo con un bronceado homogéneo, cuidado, con pecas caprichosas que decoran un vientre plano y fuerte. Unos pechos bondadosos que de manera irresistible ya, quería poder ver, en ese cuerpo atlético, que he evitado mirar para que no me delaten mis ojos llenos de deseo por toda esa perfección que tanto se armoniza con la delicadeza de su cara, de sus rasgos, de sus pecas. Con la delicadeza de sus ojos y su sin embargo aire algo masculino en su pequeña y recta nariz, y su mandíbula... Una perfección de la que es consciente, y que además cuida, al detalle. Un bonito pelo, con la cara que he descrito, con un cuello blanco, unos hombros rectos y un cuerpo que mis dedos conocen de memoria por las veces que han soñado con él. En pleno mes de noviembre un tono de piel de chocolate. No me he atrevido a más, no me he atrevido... Mantenía la vista en otra persona y he despreciado su cuerpo, el Cuerpo, que merecía que me arrodillara ante el. No he podido examinarlo como me pedían mis ganas de gata, pero ella, luego, jugando quizás, provocando puede, o casualmente lo mas probable, ha pasado por delante de mi, lenta, provocativa, consciente de su belleza, la fuerza de su espalda y el porte de sus curvas, de su cintura y de la perfección de su culo. Como un imán mi cuerpo completo quería seguirla, quería agarrarla, quería abrazarla y notar cada curva hasta conocerlas de memoria… Y entonces he vuelto a pensar, como tantas veces he pensado, que no hay nada más bello q el cuerpo desnudo de una mujer. Y ella hoy me lo ha regalado.

Ilusiones 45

Siento esa necesidad de que me descubras, latente, sin abalorios ni pertrechos, que me mires sin tapujos, ni fingiendo una dureza extraña a mi sonrisa ni sonriendo de forma extraña a mi dureza. Es respeto o control. No quiero medir mis miradas a tu cuello. No quiero mostrarme fría ante tu peso en un aire cercano a mi peso. Y puede que nada de esto sea real. Probablemente mi mundo de nuevo crea universos paralelos en los que tú finges que no te importo, y yo finjo que no me entero. Pero en algún sitio se que existe porque quiero que exista tal y como lo veo. Porque cuento los minutos q pasan hasta volverte a sentir cerca, a poder mirar con disimulo, a poder no sonreírte porque eres como un muro, como un toro, en parte mucho como soy yo. En parte algo como lo que quisiera ser. Porque eres realmente buena y quiero que me veas como te veo de orgullosa por haberme fijado en la mejor... Sin corazas, como cuando sonríes, como cuando me escribiste, aunque solo sea una vez... Y conocerte como lo quiero hacer, como te intuyo.

Earning or losing life...

No hubo nada en especial que le hiciera plantearse una verdad delatadora. Analizó rápidamente los últimos años de su vida y tuvo que, un tanto horrorizada, admitirlo. Excusándose en un primer momento en que únicamente se trataba de detalles, que no tenían ninguna importancia porque esos detalles, al fin y al cabo eran suyos. Nadie los conocería, nunca. Nadie sabría su trascendencia. Su importancia. La recurrencia en sus días y sus horas. En los minutos utilizados para ellos. Nadie conocería ni su magnitud ni su número. No podrían ver más allá de la armonía y perfección en cada uno de sus movimientos, de sus sonrisas, de sus actos y de sus omisiones.

Pero ella si. Y entonces es cuando se tuvo que sentar en el sillón de esa casa tan perfecta, esa casa que había diseñado con tantos años de trabajo. Cada cosa que la componía tenía una explicación. Cada color elegido no había sido al azar. Cada mueble, cada habitación. Incluso el color del sofá en el que ahora estaba apoyada en posición de derrota. Todo tenía la misma explicación. Una dirección equivocada. Una perdida de tiempo. Un sueño estúpido. Un secreto que en ese momento le hacía plantearse si le había hecho ganar o perder 25 años de vida.

Empezó a pensar. A veces pensaba tanto que llegaba al desgaste físico. Temía que le volviera a pasar, pero era necesario pensar en esos 25 años. ¿Como habían podido pasar tan rápido 25 años…? ¿Cómo no se había parado hasta hoy, a darse cuenta de lo inútil que había sido haberlos vivido por nadie? Habían sido 25 años frenéticos. En los que tenía su misión y los minutos apremiaban para conseguirla. Un rumbo claro y definido. Sin vacilaciones. Pasos automáticos con actividad desenfrenada

Empezó a esforzarse para recordar el principio de su actitud. Una simple visita a la capital, en la que reencontró todos los antiguos amigos de la Universidad… Ella sabía que llegaría a sus oídos antes o después esa visita. Debía ser una noche estupenda y se lo debían pasar muy bien. Y así fue. Probablemente esa fue la primera vez que llegó a sus oídos que ella estaba estupenda y tan divertida como siempre. Tan locuaz, ingeniosa y sutil como siempre. Tan feliz, tan elocuente, tan agradable y tan interesante como siempre…

A esas periódicas visitas que llegarían a sus oídos de una u otra forma por las conexiones entre amigos, añadió llamadas a los más cercanos, en momentos puntuales. Se informaba delicadamente de cuando estarían sus puntos de conexión junto a él, y aprovechaba el momento para llamar sea felicitando cumpleaños, fiestas, o simplemente con la excusa de charlar un rato con un amigo que tanto añoraba y tanto quería. Así fue creando numeroso “puntos de conexiones”, que laboriosamente y con infinita paciencia fue trabajando para, de vez en cuando, coincidir a distancia, casualmente con él.

Se las ingeniaba para crear las que todos creían casualidades. Se cruzaba con uno a la salida de su trabajo, se cruzaba con otro a la entrada de su casa, mandaba amigas al trabajo de otra de sus conexiones, y hasta consiguió colaborar profesionalmente con otro par de conexiones, porque con un plan trazado hasta un límite de magnitud tan perfecta que ninguna de todas las coincidencias creadas era otra cosa que parte de un plan perfectamente elaborado con una única finalidad…

Gracias a ese arduo trabajo lo tenía ubicado. Unos años en Madrid, otros años en los Estados Unidos, Londres y París. También seguía las fiestas a las que le invitaban, las direcciones de sus casas, sus inquietudes, sus aficiones, sus libros, sus amigos toda su vida…

Paralelamente a esta ardua y disciplinada labor, ella se transformó en la persona que pensaba que él querría tener al lado. En el poco tiempo que lo tuvo prestó tanta atención a sus palabras y sus ideas que sabía que tipo de persona él necesitaba a su lado que tipo de mente, transformándose por completo. Aumentó el tiempo de deporte corriendo más kilómetros, jugando al golf, asistiendo a torneros de Whater Polo porque todo eso era lo que le gustaba a él.

Se esforzó para hablar un inglés perfecto, y cuidar su cultura leyendo y cuidando el tiempo, evitando perderlo en temas improductivos. Y se dedicó a escribir y a triunfar. A trabajar y a triunfar. A conocer a gente y a todo tipo de gente y a triunfar. A crecer en la escala social porque cuidaba la sociabilidad con la gente de su entorno. Cuidaba sus contactos y sus maneras. Igual que cuidaba a sus clientes y a su empresa. Porque él estaría orgulloso de ella siendo ella así.

El tiempo fue pasando y nada la hizo recular. Ni siquiera nada consiguió hacerla parar. Era consciente de que mucha gente se interesaba por ella, pero era hermética para el resto del mundo. Tenía un camino trazado tan claro, en una dirección que se llamaba igual que él. Nada que no se relacionara con una posibilidad más le iba a llamar la atención. Esa esperanza le daba tanta y tanta fuerza que en su cabeza buscaba mil manera de relacionar las cosas para crear y crear conexiones…

Al cabo de muchos años, como visitaba tan a menudo Madrid, y económicamente se lo podía permitir, se compró en la capital una casa. Y la decoró con todos los muebles que habían señalado viendo lujosas tiendas durante esas tardes que habían pasado juntos en esa época loca que habría de marcar su vida para siempre. Para que cuando él volviera lo pudiera reconocer. Para que se sintiera en casa. Con la colección de libros en la biblioteca que él habría elegido. Que él había leído o querría leer.
Tenía tan interiorizada su opinión sobre todo que, recorriendo de un vistazo esa casa, le costaba separar lo que hubiera cambiado ella si él no hubiera aparecido, hace 26 años en su vida…Tras mucho pensar decidió que únicamente el color del sofá… sin su influencia ella lo hubiese elegido blanco en lugar de marrón.

Habían compartido un año. El año más intenso. La conexión se creó entre los dos desde el primer día. Pero entonces él desapareció. Ella, con una voluntad de hierro y algo de orgullo, lo dejó de buscar.

Tenía muchas excusas en su razonada mente: su intemperante carácter, su cambiante opinión, sus dudas, sus principios básicos tan distintos… para convencerse a si misma de que no se trataba de él…

Pero algo en el fondo, algo le decía que su singularidad le atraía como un imán. Recordó que en esa época se preguntaba si a todo el mundo le ocurría igual ensalzando el atractivo de la persona hasta tales límites que ningún humano podría llegar nunca a alcanzar. Ella estaba convencida que él era distinto. Especial. Nadie podía querer como ella, porque nadie tenía una persona tan completa y magnífica como él. Y sin embargo la gente se enamoraba. Y eso pasaba todos los días. Pero sabía que nunca encontraría a otra persona tan interesante, tan activo y activador… un motor de creatividad, de pensamientos, de locuras, de risas… un motor de la vida…

Eso justificó que su lógica y sus razonables comportamientos se convirtieran, sin ella analizarlos, en autentica obsesión. Y cada acto era consecuencia de una meta, a largo plazo, pero una meta.

Y en Madrid y en Paris, y en las islas, en sus calculadas visitas recorría calculadas calles y quedaba con calculados amigos. El resto del año realizaba calculadas llamadas, visitaba calculados sitios y coincidía con calculadas personas. Sin plantearse nada. Sabía lo que quería, y eso era lo que tenía que hacer para conseguirlo.

Durante algún tiempo, muy al principio, dudó en acercarse abiertamente a él. En seguirle de cerca mostrando indiferencia sin sentimiento delatador. Una manera paulatina de recuperarlo, mostrando ningún interés por su parte, pero estando a su lado, temiendo, de otro modo, caer en el olvido.

Pero su orgullo y la pérdida de contacto repentino le impidieron actuar así. Su compromiso era una forma de demostrarle que ella lo respetaba a él. Convencida de que, antes o después, él volvería a ella.

Sin embargo lo que empezó por una semana esperando que sonara un teléfono que conocía su número de memoria, se transformó en meses y años de espera. Sin rencor. Únicamente espera. Espera que hasta entonces nunca hubiera cuestionado por su infinita paciencia y su total convencimiento. Espera que había sabido llevar absorbiendo minutos de vida, de cultura, de fuerza, de energía, para que él, a su vuelta, estuviera orgulloso de ella. Espera volcada en un maravilloso reencuentro. Espera paciente, trabajosa, trabajada, tramada con disciplinada perfección, basada en días y días de fortaleza. Espera rechazando todo lo humano, ni siquiera llegando a la comparación puesto que no existía comparación que valida. No existía persona a su altura, ni a la altura de lo que ella, esperándole, se había convertido.

Estaba recostada en ese sofá marrón, con la mirada, por primera vez en tantos años, empapada de recuerdos lejanos. Se miró al espejo y vio una figura perfecta, una cara de 50 años cuidada, un busto recto y la imagen, a diferencia de las otras veces que había notado la fuerza de la proyección de su imagen, la hizo sollozar ahora en voz alta, como jamás se había escuchado.

Esa magia, esas casualidades y todo el encantamiento que había creado era imaginario y el tiempo había dejado plasmado que nada de eso era cierto. Nada de lo que le rodeaba era cierto. Todo había sido creado por una ilusión de lo que no existe por no estar ahí. Puede que exista en alguna parte del mundo, pero no junto a ella, y eso ya no merecía más espera. No merecía ni la espera de la primera semana. No podía entregar una vida a aquello que no había entregado ni una llamada, ni una carta ni una tarde para un último café.

Por primera vez se vino abajo. Y se encerró al mundo. Pasaron semanas y semanas y no contestó a ninguna llamada. No abrió ninguna puerta. Encerrada en su habitación con sábanas de seda permaneció sin cambiarlas meses cuando ella tenía que dormir cada noche con sábanas limpias… y de tanto llorar se le marcaron los ojos y se le secó la piel. Y de no comer más que algo de noche se le notaron los huesos de la cara, de la espalda, de las manos… Empezó a toser justo antes de empezar a delirar. A pasar calor y frío. A perder el color de la piel. A ser pellejo reseco a penas viviente.

Y nadie se preguntó porqué no respondía la número 1 de la sociedad madrileña a las llamadas, a las cartas, a la puerta… la máxima figura de las relaciones públicas… nadie se preocupó al no recibir la devolución de las llamadas perdidas, de las cartas, de las visitas...

Porque al fin y al cabo el mundo que había creado también era falso, como su interés por tantas amistades falsas, con conexiones falsas y alegrías falsas.

No se si se hubiese encerrado la primera semana sin aquella llamada llegara, lo hubiera superado… si lo hubiera pasado igual de mal, y tampoco hubiera aguantado más de 3 meses… puede que la fuerza que entonces tenía la hubiera llevado a levantarse de la cama al 4º mes. Pero probablemente firmaría por que hubiera terminado igual con 25 años menos de vida… siendo su único motor él…

Y así fue como la encontraron mucho tiempo después, un día forzando la cerradura de su casa, por el olor que desprendía su cuerpo inerte tendido en una cama mugrienta, demasiado grande para el peso que recogía. Y entonces, la noticia de su horrible muerte llenó la prensa de la capital. Y a su entierro asistieron todos sus amigos. Todas sus conexiones. Todos los contactos creados por ese disciplinado trabajo elaborado durante años. Y también asistió él. El motor de los últimos 25 años de su vida. Junto a su mujer, y a su hija de unos 20 años, una chica preciosa que llevaba el mismo nombre que la mujer que despedían bajo la lluvia…
2022 palabras
30 de septiembre 2007

El maestro

Cenaba con él todas las noches. Ya se había convertido en un ritual. En la mesa enorme de un castillo de la Loire en el que él había crecido. Cada rincón almacenaba miles de recuerdos y el ambiente unas risas de sus padres y hermanos. Tras muchos años viajando por todo el mundo había decidido volver. El abandonado castillo que tantos sueños había realizado necesitaba una ayuda, una limpieza, una caricia y una reforma. Y él se la debía. Por eso después de haber dedicado sin descansar su vida entera egoístamente a él, a crecer en sus sueños y sus ambiciones, a formar y reforzar su formación, después de haber dedicado una vida entera a la búsqueda de todo por todo el mundo, sintió que lo que realmente anhelaba eran esos años en el Castillo y lo que era él entonces. Por eso decidió regresar a él.

Trabajó en la restauración con los mejores arquitectos y los mejores artistas, las mejores mentes, los mejores paisajistas, los mejores decoradores y los mejores consejeros. Durante todo ese tiempo, incapaz de cesar esa búsqueda que anhelaba todo, analizó como siempre lo había hecho cada una de esas mentes prodigiosas,… que le decepcionaban por estar, en el fondo, vacías.

Tardó 5 años hasta quedarse completamente satisfecho con el resultado. Es Castillo ya no solo era lo que de niño le había parecido tan grande y misterioso a veces, sino que además era un resultado de la armonía perfecta de conservación y mejora. De antiguo y moderno, de las mejores manos y cabezas del mundo, especializadas en cada uno de los detalles que se había encaprichado realzar.

Y el último día, el ultimo, la conoció a ella. Apareció descalza, elegante y tan joven. Apareció del bosque, con un vestido blanco largo y un maletín en la mano derecha. Era la restauradora de los frescos de los salones que tanto habían estado esperando. La esperaban desde el primer día, era reconocida mundialmente y hasta ese día no había podido o querido, por eso de hacerse esperar un poco, aparecer por El Castillo para dar el toque maestro que ella era consciente que sabría dar… porque siempre lo hacía así.
Y todo lo que parecía apagado, antiguo y viejo, lo revivía. Y todo lo que parecía triste lo alegraba, y todo lo que parecía normal, lo elevaba hasta la exquisitez. Estuvo trabajando en el Castillo sola durante semanas y meses. Hasta conseguir lo que en ella era habitual. El último día se paseó habitación por habitación, satisfecha.
Lo que ya era perfección ella lo había realzado al nivel de las maravillas terrenales, y eso hizo que todas las corrientes artísticas del momento fueran a visitar el gran logro del Maestro.

Esa primera tarde, el Maestro la invitó a quedarse más tiempo. Le brillaban los ojos mientras recorría una y otra vez las habitaciones terminadas, y ella a su lado permanecía callada, sonriente, como durante todo el tiempo de trabajo. No se habían dirigido ni una palabra. Ella desde el primer día sabía lo que debía hacer, y el la dejaba hacerlo porque notó que entendía perfectamente lo que necesitaba su Castillo, ya perfecto para él… incapaz de imaginarse hasta que límites ella conseguiría potenciarlo.

Parecía ese niño pequeño que tantas veces había corrido por esas enormes salas. Estaba tan feliz que le pidió que se quedara a cenar con el. Esa noche. Para celebrarlo. Necesitaba celebrarlo con ella, por tan precioso que había sido su trabajo.

Y a partir de esa primera noche, dos copas de vino de Borgoña, de primero foie casero con ensalada y grosellas, y de segundo un pescado que, variaba según el día de la semana y el mercado…

Llevaban 30 años así. Ella asistiendo puntualmente a esas cenas, y el deleitándola de historias y de platos de pescado. No se llamaban de antemano ni al despedirse lo dejaban dicho. Simplemente los dos lo sabían. Ella a las ocho de la tarde llamaría a la puerta haciendo sonar 3 veces el picaporte, y el le abriría la puerta con su foulard doblado en el cuello, su sonrisa, y una música de jazz de fondo siempre distinta. Entonces el servicio abandonaba la casa y se quedaban solos los dos. Con su vino. Con su música. Con sus sonrisas. Con su voz.

Tres velas alumbraban sus caras, los platos y la parte de la mesa que ocupaban. El la presidía con su pelo blanco y su piel poco arrugada para su edad, y ella a su derecha, tal elegante y sonriente como el primer día que el le había pedido que se sentara allí.

Ella al principio únicamente disfrutaba las cenas en su compañía y en la de sus palabras, sus historias. Pero poco después de las primeras cenas, comprendió que eso no bastaba y que su memoria a largo plazo no era fiel a todos los pensamientos brillantes que ese hombre derrochaba en su presencia. Su memoria no era lo suficientemente perfecta para recordar la cantidad de cosas que él despertaba en ella, la cantidad de pensamientos que le hacía tener. Con mucho esfuerzo ella lo intentaba memorizar todo, para ella, para guardarlo como un tesoro, para recordarlo en un futuro, para poderlo disfrutar en las horas en su ausencia. Pero el tiempo era traicionero. Entonces ella pensaba que ya eran 2 en derrochar tantas palabras, tantas ideas, tanta precisión en los pensamientos. Tenía delante la persona más brillante que había conocido y que pensaba que debía existir. Hablaba y hablaba. Y no solo de música de filosofía de historia de geografía de literatura de arquitectura de política de astronomía de pintura de escultura de cine de fotografía,… también hablaba de su vida, de la de la gente que quería y de la que no quería tanto. Hablaba de sus sentimientos sobre tantas cosas a flor de piel, de su indiferencia, de sus proyectos y sus creaciones. Hablaba tan bien, y tan claro...

La primera noche tras terminar la restauración se quedó sin dormir hasta bien entrada la madrugada. Solo consiguió descansar cuando al fin se le ocurrió volver a presentarse esa misma tarde a la hora de la cena, y poder continuar el descubrimiento de esa alma. No concluir. Sus sentidos nunca se lo perdonarían. Necesitaba volver a oír esos distintos tonos de voz, esas canciones, esos dedos sobre el piano, y esos pensamientos tan lógicos que concluían ideas que destripaba con análisis tan exhaustos que no eran nada fácil de conseguir por el mundo…

Esa noche de insomnio solo lo había tenido al lado, abierto, 4 horas de un día. Y entonces decidió que la única manera de concebir el sueño, de descansar, era presentándose esa misma noche a las 20h00 a la puerta del Castillo…

Por eso cuando llamó por primera vez al picaporte del portal, y el le abrió sonriente con un “te esperaba”, sus piernas dejaron de temblar y su voz retomó la fuerza que había perdido a medida que se preparaba para su cita… y fue así como empezaron a sucederse esas cenas…

Lo que el le aportaba no se lo había conseguido aportar nadie. A pesar de tener gente para todo. Gente para tratar cada uno de los temas que le interesaban a ella. Para tratar la música, el baile y la moda. Para tratar la pintura y el avance tecnológico. Para tratar la ciencia o el arte. Pero nadie lo exponía como él. Nadie decoraba sus narraciones como él cuando las quería decorar… y nadie conseguía darles suspense como él cuando la quería interesar. Nadie analizaba las cosas tanto. Nadie iba en la dirección tan correcta, encauzada por todos lo puntos de vista posibles.

Pero a medida que pasaron las noches y que las disfrutaba ella notaba que se volvía con una sensación de frustración en el cuerpo. Las doce sonaban rápido y entonces todo terminaba, el sueño desaparecía y todo se desencantaba. No poder seguir hablando hasta que se hiciera de día… ella era incapaz de proponérselo. El le regalaba esas 4 horas. Ni una más. No tenía derecho ella a exigirle ni una más. Eran 4 horas de la vida de una persona tan excepcional que ya se consideraba una elegida, por ser ella la única que cenaba con él. Por ser ella la única que el quería tener al lado todas las noches de la semana, todas las semanas del año. Todos los años que le quedaban de vida.

Fue al cabo de un mes cuando se decidió. Y con la disciplina más exigente, después de cada una de las cenas, ya en su casa, a la luz de una vela y con una pluma de tinta negra, empezó a escribirlo todo. Todo lo que él le contaba, todo lo que él le transmitía. Y llegaba a su casa después de esas cenas llena de ideas, de actividad de creatividad. Y entonces pasaba la noche entera relatando las 4 horas, recordando con un orden exquisito el sentido exacto de las conversaciones y de las ideas del Maestro. Recordaba como se mezclaban los olores con las historias, como asociaba sutilmente las ideas del mundo y sus ideas. Como jugaba con las palabras, con las rimas. Con las frases y con los idiomas. Como entonaba la música y como cambiaba la voz. Como relataba sus guerras. Como le preguntaba todo lo que ella desconocía y como se volcaba para enseñárselo. Como le pedía su opinión para luego opinar él de todas las formas opinables.

Entendió entonces la frustración de las semanas pasadas. Toda la actividad que el le transmitía la tenía que encauzar. La tenía que utilizar, que exteriorizar. La tenía que direccional hacia algo productivo, algo grande, algo a la altura del Maestro.

Al principio sus resúmenes de las veladas se reducían a eso, simples resúmenes perfectamente concretados, a las historias que había contado… pero a partir del 3º día esos resúmenes se convirtieron en horas y horas de recuerdos perfectamente elaborados, como si se tratara de una grabadora de las ideas del Maestro, de las comparaciones, de las rimas y de las sutiles ironías. Se convertían en asociaciones suyas, en ideas desarrolladas, en pensamientos… Se quedaba escribiendo hasta el día siguiente. A veces hasta la hora de comer. A veces incluso ocurría que enlazaba con la siguiente cena, cuando tocaban un tema más interesante, porque como todas las cosas, cada una de sus conversaciones tenían su propia intensidad. Esos días en los que narraba, plasmaba y desarrollaba esas ideas intensas le faltaban horas de día, horas de sueño… una vida, una persona expuesta en rigurosos fragmentos de 4 horas,
Con el tiempo la intensidad fue creciendo. O puede que su recepción. Puede que sus sentidos hicieran que las conversaciones se intensificaran tanto como para no tener tiempo ni para dormir ni para comer, y únicamente escribir todo cuanto esas noches le transmitían…

Historia que se repite...

Perdóname cuando te vea sin temblar. Cuando la costumbre nuble mi vista, y haga no apreciarte, no abrumarme como lo hago ahora con tu sola presencia. Perdóname cuando tus movimientos no me dejen perplejos, y tu risa no me robe el sueño. Perdóname cuando te mire indiferente porque el paso de los años ha provocado esa situación de ser tan cierto el tenerte, de tenerte tan cerca, y sin esfuerzo tu amor. Perdóname que no me asombres como me asombras ahora, incluso puede que busque a través de otra alguna razón…

Perdóname cuando te de esos besos sin que sepan a besos, cuanto toque tu piel sin abrasar tu piel, cuando te salude por simple inercia sin que en ello me vaya la vida, cuando te abrace de pie consiguiendo mantenerme en pie.

Perdóname cuando estos ojos se consideren tus ojos, cuando no te miren para seducirte, para calmarte, para besarte. Perdóname cuando asuma tu baile y tus característicos contoneos y perdóname cuando no espere que me los repitas una y otra vez.

Perdóname cuando no te vea lo perfecta que eres, como eres, como ríes… y perdóname… cuando te sea infiel.

Recuerdos olvidados

Era tarde. Lo sabía, pero no podía evitar seguir ese olor a madera quemada, a humo, a hollín. Subí lentamente las escaleras de la casa frente a la que se habían reunido, en un momento, los representantes periodísticamente hablando de todos los medios de comunicación. Entre tanto “barullo” nadie notó mi presencia y pude subir hasta la habitación entreabierta. Poco antes de franquearla noté su olor. El olor de su cabello rojizo, que tantas veces me había recordado un dulce melocotón. Ese olor tan fresco penetró en mis pulmones y acto seguido hizo que me empezara a latir el corazón a una velocidad de locura, como solo ella conseguía. Sin duda, era ella. No la había visto pero mi pecho sabía que vería su cuerpo al dar un paso más. Por eso tal vez me quedé allí inmóvil, petrificada, sin darme cuenta de que el tiempo jugaba en mi contra y pronto aquella habitación en la que yo disfrutaba de la soledad de estar una última vez con ella, se llenaría de gente que me la arrancaría de cuajo…

El magnífico Gato persa gris, con ojos celestes se acercó a mis piernas y me despertó al maullar y restregarse en mi espinilla. Fui a la cocina y le preparé una lata troceada con el tenedor en uno de los platos verdes que había, como tantas veces se lo vi hacer a ella. Seguía sin atreverme a afrontar la realidad. Me acordé de su risa, y de su pelo brillante, largo y rizado que irradiaba luz propia. Recordé sus ojos verdes, sus pestañas rizadas y las líneas que se dibujaban en los lados de sus ojos cuando reía cerrándolos ligeramente. Recordé sus labios y su boca, sus dientes perfectos y su piel… Recordé las horas que habíamos pasado juntas, y las veces que desee ser como ella…

Escuché que el ruido de la muchedumbre iba creciendo. Las voces se iban acercando, y a pesar de que mi corazón quería salirse por mi garganta seca y áspera, dejé de acariciar al gato y entré en el despacho del que procedía su perfume. Y la vi allí. Sus pechos blancos al descubierto, y una sabana de seda que tapaba la mitad del cuerpo dejando de nuevo al aire sus delicadas piernas y sus perfectos y blancos pies. Siempre había sido como una Diosa ante mis ojos, y ahora, de esta manera, inerte y tan lejos de aquí, dejando como última reliquia su precioso cuerpo sin vida al alcance de todos, un cuerpo blanco y perfecto, crecía su divinidad. Crecía su adoración. Más preciosa que nunca probablemente ella, allá donde estuviere, lo sabía. Una Virgen, una Santa, un Ángel… parecía una bella durmiente con ese cuerpo liso, suave y todavía cálido al besarlo.

No se cuanto tiempo permanecí allí, pero un codazo y acto seguido un flash seguido de muchos más me apartaron de mi diosa para irme arrastrando, entre empujón y empujón, al final de esa habitación ocupada ahora de gente. Escuché las preguntas que le hacían a él. Vestido con una bata de cuadros de terciopelo verde, un pequeño bigote y fumando un cigarrillo fino y largo. Los había acompañado a todos hasta arriba, y daba todas las explicaciones que podía… a penas mostrando aflicción.

Bajé la vista al notar que tenía a mis pies el precioso Gato al que también habían empujado fuera de su casa. No lo pensé. Lo levanté en brazos, y mientras me lamía el lóbulo de la oreja me lo llevé escaleras abajo.

Necesitaba estar sola. Jamás la volvería a oler. Perdía parte de mi vida en esa habitación infestada ahora de humo y de gente mal oliente, arrebatando a la habitación su fino y delicado olor. Recuerdos que no serían compartidos, y momentos que jamás volvería a recordar porque ella, que con su singular punto de vista lo solía memorizar todo, no me los podría recordar. Con la sensación de tener la mitad de mi cuerpo muerto, me arrastré hasta mi casa, subí hasta mi piso, y viendo desde mi ventana la ventana de su despacho, me puse a llorar.

Dime que guardas en tu ordenador y te diré...

Y es que más que en los cajones de mi casa, o en mi antiguo baúl de recuerdos, más de lo que guardo en mi mente, o lo que creo recordar, más de lo que pueda decir explicandome a mi, a lo que soy… todo lo guarda este PC, portátil, en el que paso más horas de las que duermo, de las que vivo en mi casa, y de las que utilizo para soñar …

El te diría que es lo que escribo, en que me gusta soñar… que es lo que busco en google… te diría que escribo mucho, y mando aún más e-mails, y entonces te diría el nombre de la gente con la que guardo más contacto: el profesional. Pero también te sabría decir que algunas cartas más largas, en otros tonos, son para la gente que no cuido tanto, pero que ocupa más trozo en este corazón, que el PC detecta por las palabras que uso para ellos. Te diría de que gente espero algo y reitero constantemente esperando contestación, y de que gente espero mucho más, sin nunca reiterar nada, pero comprobando más a menudo mi buzón… Y te diría como trato a mi familia y a los que quiero. Te diría que como, y a lo que huelo, como me visto, como miro fijamente cuando me concentro…

Y te diría el tiempo que duermo, que es el que aparece apagado, y la música que escucho, que me gusta, y la que repito porque esa, esa me gusta mucho. Te diría que escribo demandas y entonces te diría mi profesión mejor de lo que yo podría, pero además te diría si me gusta, o si lo que me gusta es la pintura, o que artistas me crean curiosidad… y entonces te diría que escribo otra demanda, y entonces abriría mi barra de favoritos y te contaría todo lo que me apasiona y lo que me esfuerzo por almacenar para cuando algún día tenga tiempo de indagar con tranquilidad, en la carpera de “ocio”… y lo que uso día tras día… las páginas a las que entro día tras día

Te diría entre demanda y demanda lo que soy, lo que fui y lo que sueño ser algún día proximo a estos.

Te diría que carácter tengo, porque el me escucha reir, cantar, blasfemar y hablar con la gente a traves de breves frases que suelen descalificar o alabar… Te diría como es mi despertar y como estoy tras un día cansado. Si en realidad llevo gafas para trabajar… Te explicaría mejor que nadie si soy fuerte, y cual es mi punto débil. Si soy paciente o no,… incluso si soy sentimental, porque guardo recuerdos, si soy organizado, si soy creativo… te diría incluso si soy sociable, o culto, o groseo…

Te diría mejor que yo, mejor que mi diario y de lo que pudiera escribir en el, como son mis días, como soy y lo que pienso… los idiomas que hablo, la gente con la que me codeo… y el tipo de vida que escojo…

Te contaría todos mis secretos, te revelaría mis miedos, mis fracasos, mis ilusiones incumplidas… lo que gano y lo que dejé de ganar… Te revelaría mis ambiciones, mis retos, mi agenda profesional, y mi manera de trabajar, de afrontar el día y los problemas cotidianos… Te lo diría todo mucho mejor que yo…

Asi que no me lo vuelvas a preguntar… no, no te lo dejo… has ganado la suficiente confianza para que te abra mi corazón, pero todavía no la suficiente confianza para que te abra mi PC.

Ya dije un día que prefería correr sola…

Un saludo.

Arran Quay

Siete de la mañana, Dublín, 2001. No recuerdo ni en que día estamos ni creo que esto tenga mucha importancia para la reestructuración mental que de todo esto estoy haciendo. Oigo gaviotas. El cielo esta gris. Estoy acostado en el lado derecho de una cama vieja pero cómoda, con un par de mantas marrones que me arropan tanto que consiguen hacerme olvidar lo fría que llega a ser esta habitación. La luz a penas se vislumbra por una ventana sin cortinas, que da la sensación de una pared más vieja de lo que en realidad es. Pero ya no es de noche. Pronto me deberé levantar. A mi lado, apoyada en mi, duerme. Me gusta estos momentos en los que la puedo contemplar sin que ella lo vea, sin que me diga riendo que deje ya de mirarla, .. sin que nunca de esto se vaya a enterar. Respira de manera suave y constante. Un mechón rubio cae sobre su mejilla ahora blanca, que tanto se enrojece por el frío del exterior. Sus pestañas largas llegan a verse entremezcladas, cerrando los ojos mas parecidos al cielo que hay. Cuando los abra para mi se iluminara todo. Cuando los abra empezará mi día. Nariz pequeña, se une por dos pliegues al labio superior, cerrado sobre el otro, que parece aun mas rojo. Se ha movido. ¿Puede que note que la estoy observando? ¿puede que perciba como mis ojos recorren todo su cuerpo de forma escrutante, sedienta, y a la vez de forma admirada?
Muy pronto se despertará, sonreirá antes de estirarse un poquito y me preguntará que tal he dormido. Siempre pensé que esa era una pregunta estúpida en una situación como esta, pero ya no. No cuando lo pregunta ella. No cuando viene de esa voz, esa voz que solo yo noto un poco somnolienta, porque la conozco a la perfección, porque la he escuchado miles de veces, y porque es una voz embriagadora. Me sonreirá y en la cama notaré de repente un inmenso frío, un vacío, viendo como uno de esos pies desnudos y blancos que me daban calor se apoya en el suelo frío. Hasta que el tobillo del segundo pie, como advertido por el otro de lo frío que va ha resultar el nuevo contacto, haga lo mismo, de forma decidida, disimulando un ligero titubeo, e impulsen a dos piernas largas solo tapadas por una camisa blanca , a salir de la habitación. Entonces me sentiré morir. Pero seguro que pasa, porque como siempre, todo pasa ...

Se acaba de despertar…

De nuevo solo en casa. Se ha marchado a la facultad. Desde la ventana del salón veo como se levanta St. Catherine´s Church entre el resto de edificios homogéneos. Vivimos en Arran Quay, numero 121, The Chandlers. Ha terminado de amanecer. La vista es agradable. No es una ciudad especialmente bonita, pero es una ciudad con río, y eso le da diez veces mas valor, y la convierte en una ciudad mágica.





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23 de noviembre de 2001