miércoles, 12 de septiembre de 2012

Oración

"Líbranos, Señor,
de encontrarnos
años después,
con nuestros grandes amores."

"Inmovilidad de los barcos" 1997
Cristina Perri


lunes, 10 de septiembre de 2012

Mis siete mandalas. O el arte de cambiar el pasado accediendo al futuro.

No lo busquéis en el oráculo. No. Porque éste os hablará de un idioma sánscrito, y de formas del universo. Los mandalas en Google o en la wiki no son los mandalas de los que hablo yo aquí. En la Web, conservadora hasta la médula, sólo se inicia mi explicación. Y no desarrolla todo lo que los hindues y el resto de civilizaciones antiguas pretendían erigir.
 
Para encontrar el significado de "mandalas", tenéis que acudir a Almería. Más concretamente a Mojácar. Y en su más preciso detalle, a un 8 de septiembre de 2012. A un atardecer de las ocho de la tarde. Y a la voz del aire junto a la explicación del mar en la boca de uno de los invitados.
 
No voy a ir mas lejos de lo que se dijo allí. Ni analizar lo que, para el resto de la humanidad, realmente significa este término. Porque en un punto del espacio y del tiempo, con el consenso ni de muchos ni de pocos (eso es indiferente), sino de algunos, una tarde entre globos de papel que volaban en el aire sobre el mar mediterráneo, y transportando una llama y muchos deseos, se determinó lo que, a partir de ese momento, para mi el término "mandala" significará siempre.
 
"¿Qué deseas?" decía el cuento. Y el narrador le explica a su personaje principal: una pekeña muchacha con grandes ojos llenos de expectación, lo que es un mandala. "Quiero que me concedas mi deseo" dijo la niña. "No pekeña, tu deseo solamente te lo puedes conceder tú" contestó el narrador, haciendo que los ojos de la niña se redondearan más aún "¿Mi deseo? ¿Concedérmelo yo? ¿Cómo? Así no son los cuentos." Contestó ella medio insatisfecha medio expectativa de una sorpresa mayor. "Si los cuentos de aquí. Es muy sencillo mi pekeña: ve a tu deseo. Y obsérvalo bien en aquel futuro que lo envuelve. Examínalo de cerca. Acarícialo. Sacúdelo. Háblale al oído. Háblale también fuerte. Bésalo. Y provócalo. Confía en él. Y también duda, mostrándote fuerte. Para que él te conteste con fé y recordándote a su vez que él es tu deseo.
 
(…)
 
Hay muchas formas de ir. De ir a ese futuro digo, pekeña. Lo primero es ponerte en modo de visión. No me abras mas esos ojos azules, cielo. Para ponerte en modo de visión hay diversas maneras. Puedes cerrar los ojos y sentirlo. Puedes hacerlo antes de dormir, porque ese es tu momento más intimo. O a la primera hora al despertar. Arropada por el fresco cielo azul de las mañanas, y la forma que tienen de cantar los pájaros cuando ellos también se levantan. O bien lo puedes escribir. Yo, pekeña, tengo mi propio cuaderno. Para mis mandalas. Se llaman mis siete mandalas. Y he escrito por debajo, con mi pluma preferida para escribir, o el arte de cambiar mi pasado accediendo a mi futuro. Te regalaré un cuaderno de piel roja, si quieres, para que tú también tengas un cuaderno de mandalas. Pero otra manera, si sabes, es detenerte a dibujarlo. O cantarlo. O incluso, lo puedes bailar. O esculpir. O contar. Lo importante, mi pekeña, es que te pongas en modo visión. Y llegues a tu deseo. Lo importante, pekeña, es que vayas ahí y te pasees por él. Y que lo sientas. Y analices tus sensaciones al tenerlo así de cerca. Al saberlo tuyo. Y que sientas cómo te encuentras en el. Una vez que has ido al futuro, mi pekeña, puedes volver todas las veces que quieras. Y pasearte por el, hasta hacerlo enteramente tuyo."
 
Ponerte en visión.
 
Como te imaginas, intensa, feliz, en dos años. En diez. En cincuenta.
 
Si tienes esa imagen clara, las neuronas se polarizan. El universo se alinea. Los multiversos convergen. Y conseguirás aquello que desees en tu vida.
 
El mandala y el arte visionario. El mandala y la hiperincursion. El mandala y la capacidad de modificar nuestro pasado desde el futuro. El mandala para conseguir ser aquello que ansiamos ser con una simple proyección.
 
Es demasiado íntimo que escriba en estos retales los mandalas de mi vida.
 
Sólo os explico, como una vez le expliqué a esa niña de ojos azules, que son siete.
 
Y que su significado real, está escrito en la tarde de un 8 de septiembre, en la playa de Mojácar. Junto a la arena, el cielo y el inmenso mar que todas las noches me mece.