miércoles, 1 de junio de 2011

Cuando se evidencia una demencia…, Fornells II, y aquellos viajes que hicimos a los que nunca vendrás conmigo.

Del único lugar del que nadie me puede expugnar, es de mi mente. Y allí decido que se pasee y recree a sus anchas, quien yo, y muy estudiosamente, decido que se pasee. Nunca sabrás los lugares, por lo tanto, a los que viajas conmigo. Al fin y al cabo, todas esas historias distan muy poco de la verdad. Puesto que dime tu, que es lo realmente cierto en cualquier tipo de historia.

Te pienso. Y moriría por una verdad de tal calibre.

Te llevo allá adonde voy. Y eso también, también es un hecho irrefutable "a la práctica de la prueba me remito, Señoría". Y si la prueba solo habita en mi mente, pues que me abran de par en par el cráneo, y encuentren en mi cerebelo chico, tu nítida imagen, junto a mil y una circunstancias, como nuestros amores, conversaciones, el número indeterminado de nuestras noches… y tus maneras de amarme, que nunca , bien digo nunca, desvelaré...








Sonrío a Fornells ...

Hace un buen rato que me siente, y que también me sonríe.

Si, yo también te echaba de menos... Mi Fornells... ... ... Por cierto... ... ... Tienes abierto el Hostal la Palma??? Se me antoja un café...

Recuerdo el día que aterrizamos y me dijiste que amabas a las vacas, que las venerabas... En esa época no hacia tanto tiempo que nos conocíamos. Y muchas facetas de tener a una persona desconocida enfrente, se deben suplir, con la mente abierta de adentrarse en su mundo, por muy excéntricas que parezcan sus intimidades. Por eso, cuando tu tono serio dio la explicación de que como yo te amaba a ti, también las debía amar a ellas, y como prueba de ello, cada vez que viera yo una por ahí, así lo debía expresar, dándote un beso, me pareció normal, y te sonreí. Beso por vaca. El trato era fácil. Y la tarea que me habías encomendado, deliciosa. Recuerdo que casi nos comemos una valla, tu conduciendo, por algunos de los caminitos deliciosos que existen por aquí. El resultado fue que pasamos por campos y campos repletos de vacas. Y yo, para colmo de tu ego alagado, me tiraba literalmente a tu cuello para cumplir con mi promesa, convirtiéndote en mi religión, y tus palabras en el primer mandamiento. Mi complicación era tener tiempo de contarlas, cumplir con la leyenda personal por la que había nacido, y darte tantos besos como vacas, sin dejarme ninguno en el interior de las mejillas, como hacen las ardillas con las nueces, o la mayoría de los españoles con las uvas en navidad. Tenías la carita repleta de mis besos. Tú, lejos de reírte a carcajadas, me mirabas de reojo y sonreirás con media mueca. Yo no sabía el número de vacas con las que me esperaba cruzar. Tu las tenias tan y tan contadas... Nunca me canso de recordar tu rostro, serio, imperturbable, que rociaban mis besos, mientras conducías, mientras conducía, mientras conducías.... Y mientras, abusando de mi desorientación, dabas vueltas en redondo.

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