martes, 10 de agosto de 2010

De reflexiones ignífugas

Dios… Todo lo que hubiera podido ser…

Hubiera podido ser la historia más hermosa vivida. Tú ser mi hermana. Más que mi hermana. Mi reflejo. Más que mi reflejo. Mi alma gemela. Y más que eso. Hubieras podido ser yo, y yo hubiera podido ser tú, en ese paso de los años que todo cohesiona. Que todo afirma, y eleva hacia un infinito nuestro, único.

Hubiera podido reconocer en tu mirada, todas las palabras no dichas. Solo con posar la mía en su profundidad. En su abismo de gata. Y entonces, a pesar de todas las penurias humanas y deshumanizantes, tu sola mirada me habría inundado en un remanso de paz, olvidando el todo. Reforzándome. Sosegándome. Lanzándome de nuevo a volar para volver a soportar cualquier cosa. Etérea ante el mundo. Esa profundidad de tus ojos que han entendido, únicos, mi sentir… jurándome, sin palabras en aquel pacto tácito, que solo y exclusivamente yo sería tu otra. Que tú serías mi otra. Y que solo era cuestión de esperar. Susurrándome a través de caricias que el tiempo era solo eso, tiempo. Y que algo tan intenso, ambrosía de Dioses, bien valía la pena tanto sufrir vertiginoso, tanto dolor y desconsuelo, tanto silencio, tanto esperar.

Hubiera podido ser la historia más hermosa vivida. Una pena que empiece y pare en mi imaginación. Que todo sea únicamente fruto de esta.

Dios… fue precioso ese soñar… y aún así, una vez los ojos abiertos, noto presionando en mi pecho un corazón, que ya no reconozco mío.

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