jueves, 13 de octubre de 2011

¿A ti te afecta la luna??



Establece el código penal que, como circunstancia atenuante de la responsabilidad, está la de obrar por causas o estímulos tan poderosos que hayan producido arrebato, obcecación u otro estado pasional de entidad semejante.

Tú te reirías escuchando eso. Con esa forma que tienes de reír. Genial. Absurda. Divertida.

Con esa forma de reír que ilumina el mundo entero.

Jamás deberías dejar de reír.

Jamás.

Y mientras tanto, como sin hacer caso de tus carcajadas, yo te pondría mil ejemplos para explicarte lo poderoso que puede ser un estímulo para que produzca “arrebato, obcecación, u otro estado pasional de entidad semejante”.

Entonces tú recurrirías a la racionalidad, enarbolando la estupidez de cualquier estado exagerado del enamoramiento, que interpreta la nimia contrariedad como la mayor de las tragedias.

E insistirías sobre su desproporcionalidad. Arguyendo sobre la relatividad de las cosas. Contradiciéndote a ti. Contradiciendo aquel principio físico tuyo, que te libra a reírte y hacerme reír a mí por la más absurda de las cosas…

Por ejemplo ahora. Que te ríes de mi ira al explicarte que has desaparecido, que nada sé de ti, y que por culpa de tu ausencia mi día deviene incoloro.

Solo al cabo de un montón de reflexiones cartesianas que desbancan mi lado más visceral, consigues instalar la paz insistiendo que mi actitud es desproporcionada.

Entonces yo te miro. Intento explicarte sin mis palabras, sin las tuyas, que eso que establece el código penal fue escrito por un legislador enamorado, que entendía mejor que lo entiendes tú, mejor que lo entiendo yo, lo que significa el “arrebato”, que una RAE define como furor o éxtasis, o lo que significa “obcecación”, que también es definida como ofuscación tenaz y persistente.

Está regulado por el código penal. Ya entonces pensaron en nosotras. Y en el atenuante que es obrar por furor, éxtasis, ofuscación tenaz y persistente, u otro estado pasional de entidad semejante.

Por simple analogía legislativa, tú vas y me lo perdonas todo. Por simple analogía mundana, yo voy y te lo perdono todo. Te miro y me miras.

Y pronuncias esas palabras.

Esas palabras que me liberan de todo cargo.

“Aun así me encantas…”

Y me transformo en un gato inmóvil al que han agarrado por el pellejo del cuello.

Y como si se tratara de un mantra, te escucho repetirme esas palabras, una y otra vez, mientras acaricias mi pelaje desde una dimensión desconocida en la que solamente estás porque yo ahí te llevo. Y te imagino. Y nada puedes hacer contra eso. Prevaleciendo frente y contra todo que te encanto. Y que entiendes que por una pequeña ausencia tuya, yo me ponga así.

Y comprendo y comprendes que toda nuestra historia está escrita en cualquier libro. Desde una biblia hasta un código penal. Que nuestra historia es la historia de todas las historias. De la Historia. Y que habla de ti y habla de mi incluso la luna. Que nos zarandea noches como estas sin dejarnos dormir.

Noches en las que no estás y te busco.

Noches en las que me arropas desde el abismo de una oscuridad al que me lanzo a por ti, sin importarme que no exista nada debajo.

“¿A ti te afecta la luna?”, preguntas…

Efectivamente me afecta la luna... Y a la prueba del día de hoy me remito, Señoría.

Si cometiera un crimen hoy, tendría el atenuante de arrebato y pasional, por el efecto que tiene en mi cualquier alineación de los astros. Soy Sagitario... Pero ojala fuera un arquero de verdad (…)

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