jueves, 5 de julio de 2012

Aquí hubo una habitación al final del mundo.


Aquí hubo una habitación habitada. Un carcelero encarcelado. Un verdugo sentenciado. Todos los sobrinos cantantes, de las sirenas. Aquí hubo un éxtasis en bucle irradiante. Una Penélope con semblante, de azucena. Desde aquí la luna llena, acuna arropando a los amantes. Aquí hubo un amor, una morada, un mar orondo. Una forma de mirar. Un punto profundo, en eterno instante, al final del mundo. Aquí hubo un corazón sin coraza, un infinito bajo la terraza, de tus ojos infinitos. Fieles felinos como limos de dijes y ayeres cubiertos de escarlata. Aquí fuiste gata. Y gacela. Aquí fuiste la estela de todas las cometas del cielo. Aquí fuiste pura. Fuiste virgen. También oscura. Dura. Aquí fuiste sobretodo Dulce. Pequeña y Gigante. Aquí fuiste elegante. Te envidiaron las estrellas. Y las enamoradas de ellas. Aquí hubo un Tiempo. Un fragmento del viento, escrito en los analesde la historia. Aquí se aglutinó la memoria de todos los que pierden el juicio. Aquí reinó la cordura. Aquí existió la cura. De todos los males que un día fueron. Aquí vivió Locura, Pasión. Fuego. Aquí ardió un corazón, pretendiendo a otro en llamas. Aquí pereció la emoción del luego sembrado de nuncas. Aquí me lamías la nuca. Mientras se me erizaba el bello. Sin duda el lugar más bello, para morir en tu abrazo. Aquí fui vida en tus brazos. Sentí lo que nunca he sentido. Aquí hicimos un nido. Una catedral. Y perpetua condena. Aquí construimos castillos de arena. Entre mis muslos y tus dedos. Aquí fuiste, fui, fuiste, fui, Anteros. Aquí se perdió tu cadera en mi cadencia y tu carencia entre los nunca de los siempre de los sueños de los dementes, que siembran entre nucas sus siempre verdes siempre. Aquí hubo un vientre, desnudo, bajo mi vientre. Aquí hubo un nudo, en el pecho del que miente. Aquí hubo dos ventanales ventilando el horizonte. Aquí hubo un monte. De Venus. Que abracé sin que tuviera manos. Aquí vivió el verano. Entre eternas primaveras. Aquí hubo eras, en las que nos creímos inmortales. Aquí hubo un hombre. Que estas líneas escribe. Y describe. La habitación que vive, lo que no se vive en ninguna otra parte. Aquí hubo una pasión desbocada del mundo. Un Universo en celo. Una pugna entre Eros. Y Dioses. Aquí existieron feroces, intentos de perpetrar la vida. Aquí yació una herida. Junto a una palabra desnuda. Un soñé. Unos labios rotos. La irrealidad retorcida. Aquí hubo una brida y una mirada muda. Aquí hubo un Aleph. Un pedazo de tiempo. Una bocanada de viento. Un segundero tan lento, que sentenciaba minutos. Aquí no existían los lutos, los miedos, las amenazas. Aquí solo me abrazas. Para siempre. El perpetuo instante. Me recitas a Dante. Mientras muero resbalando en tus piernas. Aquí fuiste fruta tierna a salvo del resto de gente. Arrellanada en cognición diferente. Aquí me sentí amada. Por única vez. A tu lado. Aquí sentí calidez cuando el mundo fuera, yacía helado. Aquí hubo una habitación habitada. Un carcelero encarcelado. Un verdugo sentenciado. Todos los sobrinos cantantes, de las sirenas. Aquí hubo un éxtasis en bucle irradiante. Una Penélope con semblante, de azucena. Desde aquí la luna llena, acuna arropando a los amantes. Aquí hubo un amor, una morada, un mar orondo. Una forma de mirar. Un punto profundo, en eterno instante, al final del mundo.

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