jueves, 8 de noviembre de 2012

Cuando el hambre aprieta.


Me enamoran
Las risas
Las prisas
De tu mirada
Acelerada
De las cenas
Que congelan
El momento
Y distorsionan
Cualquier tiempo
Y cualquier cena
Que en la historia existió.

El silencio
De esa mirada
Que sin cura
Nunca calla.

Mi locura
es sagrada.
No me toquen
Por favor.

De los hoteles
Que quisimos compartir
Sólo quedan
estos versos
Que se niegan a morir.

De las ciudades
Que quisimos visitar
Quedan sólo éstas brasas
Que no quieren apagar

Lo que siento,
Y tu culto
Más lo oculto,
Y más crece.

Nunca tuve
Otra religión
Que tu cuerpo de mujer.

Viajero que regresas
A esta ciudad helada.

Con tu dulzura
Que siempre empapa
mi razón.

Viajero que regresas
A la tierra desolada

Ten piedad de mí.

 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Piedad es amor?

G.'s Land dijo...

Seguramente alguna “Piedad” sea para alguien fuente inagotable de amor ; )

En cuanto a la definición de piedad, la Rae habla de un “amor entrañable”, hacia padres e hijos. Y así se ha representado durante años en el arte, María sosteniendo a Jesús en sus brazos.

Podría definir lo que es el amor. Pero sería incapaz de definir todo lo que coexiste en él. Ya que aparece de mil formas. Y puede ser vivido de mil maneras. (Decir “mil” es insultante, lo sé. Son mil millones de millones de).

Por los tiempos presentes a los que me refiero en este salmo romo, le pido Piedad a la persona con la que ceno, como se lo pediría a un Cristo. Con la misma fe ciega que nos envuelve a ratos a los ateos. Consciente del inevitable designio que no está en mis manos. Y consciente de la claudicación de mi implacable razón y mi férrea voluntad, a los pies de mis sentimientos, siempre sentimientos, cuando el viajero, para cenar conmigo, regresa.

Un siempre gracias por dejar una huella.

Y un abrazo.

Anónimo dijo...

Gracias por su clara y extensa respuesta.