miércoles, 14 de enero de 2009

Ilusión 112

Esta mañana es mañana de Reyes. Se que soy incapaz de llorar, pues hace hoy mucho, mucho tiempo que no lloro… y sin embargo tengo unas ganas tremendas… Odio sentir esta dependencia. Sentir lo que siento cuando, al abrir los ojos hoy, lo primero que he hecho, ha sido pensar en ti. Lo mismo que hice ayer al dormirme. Pensar en ti y en ti. Y sin embargo tú… tú quién sabe lo que estarás pensando…

Mi memoria a veces demasiado exquisita me recuerda hoy otras mañanas de Reyes. Me recuerda otras noches de Reyes. Otras noches de rondas como la de anoche. Mi memoria a veces tan exquisita me hace ser hoy conscientemente que la tuya no es la única historia. Me hace ser consciente de que mi vida, la que estoy trazando con una colección histórica de noche de Reyes, tiene hoy ya mucho por contar. Contar historias que voy dejando, poco a poco, y la vez de golpe, irremediablemente atrás.

Pero volviendo no al futuro houxleiano, sino al hoy, hoy que vuelvo a despertarme con una única sensación de felicidad si te tengo en la planificación de mi día. Hoy que temo volver a ser de alguna forma lo débil que no quiero ser. Hoy que el sol puede salir en segundos y acto seguido tronar transformándose mi día en el peor de los días,… en el mejor de ellos… y todo independientemente de mi… Bueno, pues hoy, quiero afrontarte. Hoy te quiero abrazar sin soltarte. Hoy quiero zafarme, definitivamente, de ti. Hoy quiero que seas completamente mía.

Hoy miro a mi alrededor. Algo busco. Yo, 100 % autosuficiente. Yo, que estoy acostumbrada a dormir con mi único cuerpo. Acostumbrada a mi único peso, tan amado por no obligarlo a compartir otro peso. Acostumbrada a deleitar cada segundo de mi soledad, tan ansiada en el pasado, tan imposible en lo que ahora parece ser otra vida. Hoy que protejo mi cuerpo, tan admirable y endurecido tras compartir con quien no quiso compartir. Tan delicado por ser el reflejo completo de mi. Hoy, vuelvo a mirar a mi alrededor tras esta noche de Reyes. Hoy te busco. Porque un día, y no hace mucho, un día estuviste aquí.

Y porque con desatino por la energía que requieren de mi mis días, me transformo en perezosa por algo externo a mi. Y porque en mi solipsismo hay un intruso que lleva tu nombre, tu cara y tu cuerpo. Que no me permite apartarte de mis minutos ni de la importancia de mis días. Haciéndome soñar en cada momento inapropiado. Haciéndome dudar en cada momento inapropiado. Haciéndome reír, haciéndome vagar, imaginar, dibujar, viajar, rabiar, y penar, todo, en momentos inapropiados… Has entrado en mis circunstancias sin ni siquiera ser mía. Y entre desbarre de sentimientos, de balanzas imposibles entre pasión y circunspección, escusando esta tremenda intensidad con efugios y subterfugios de la única forma que se, que Eros calificaría de irrisoria, cuando tú ya has expugnado todo mi cuerpo, toda mi alma, toda mi piel, de la manera más irreverente, de la manera más cruel, de la mejor de las maneras, llevándome al cielo, apareciendo etérea, y despeñándome contra la flamboyante irrealidad… cuando todo se acaba, cuando vuelves allí. Al Universo de tus días. Al tormento de mis noches.

Es entonces cuando, frente a mi raciocinio que me dice que debo afrontarte, y encontrar la única solución erigiendo una estrategia para huir y dejar de dañar, es mi insaciante sed de tu cicuta la que le expone a mi fuerza de voluntad, con sus mismas palabras de sensatez trabajada durante años, que cualquier jirón que quede después del tórrido vodevil que se aproxima y muy a pesar de la tergiversación truculenta de terceros, será el mejor de los recuerdos de mi vida, y que todo, absolutamente todo, valdrá la pena…

Es así como caen rendidas mi lógica y mi coherencia, postradas a los pies de una divinidad que aparece con tu cuerpo.

Y a pesar del amasijo en el que has convertido mis minutos, te veo y me devuelves la paz. Y a tu presencia que enardece mi pulso cual mejor arenga expresada en silencio, le sumas el regalo de tu sonrisa sincera. Y olvido todo mi sufrimiento, mi sinvivir. Y mi desplazamiento vuelve a reconocer tu pulso, aceptando cualquier ardid para llegar directa a ti y a cuanto forma tu mundo que me dejas sutilmente rezumar entre fragancias, músicas, deleites y candelas.

Es también entonces cuando no se si son pensamientos propios o los tuyos los que profeso. Si veo tu piel cuando toco mi piel. Si veo en tu rostro una estela de mi rostro. Si emulo con mis gestos, toda tu forma de ser. Si cuando pienso mucho en ti, tu mágica recepción lo sentirá en cada uno de tus poros. Consciente de que esta fuerte simbiosis hace que pienses en mi cuando así lo deseo, me aterre el sufrimiento que te aterra y agonices al igual que yo, por mi vacío en tu espacio vacuo de mi, cuando en días me tuviste cerca… recordando los clisés tan nuestros a pesar de nuestra corta historia, y ajenos al resto del mundo, ciego, experimentando una anhedonia tan incomprensible para nuestro sentir.

Y sin mayores exordios, te veo, y sonrío. Y quiero más de ti. Sin que esta inmensa afirmación tenga un límite final. Sin que me hayas dado pie a ello. Tratando con desdén a mi raciocinio, y elevando al Olimpo del conocimiento las libidinosas ganas que tengo de ti. Borrando de un plumazo mi anterior exasperación por compartirte. Mi furibundo ánimo por esperarte sin obtener más que vagarosos silencios a medida que pasan los minutos y las horas de unos portentosos días por cuanto pueden ser infierno o de asaz hedonismo. Con una distimia ajena a mi. Con excéntrica reactividad a cada una de tus acciones, de tus palabras, de tus apariciones. Todas con alas, pues como te dije, solo te falta volar.

Más esta pluma, a esta altura, escribe para afrontarte. Y estratégicamente, ser capaz de marchar de ti. Tú que tienes otro. Tu, que en el fondo, únicamente me mantienes o me buscas como distracción, como capricho asertivo a tu fútil sentimiento, creyéndome revulsorio de tu histórica fascia llamada, pongamos, K. Tú, que haciendo apología de mi asertividad, abanderada de mi filantropía me defiendes ante quién dañamos, en realidad no creas más que una fantasía que percibo cuan más maravillosa historia que jamás me sucedió… Dibujándose como una alegoría, de lo que ocurre día tras día, persona tras persona, lo que a ti misma un día te ocurrió con quién ahora azoras al pronunciar mi nombre…

Resueltamente, solucionaré este lance. Sin ti. A pesar de ti. Para sobrevivirte. Pienso que mucho de todo esto es unilateral. Que la preocupación en la que se han convertido mis días no ocupa en tu cabeza ni segundos. Aunque al mirarme me llenes de puro O2. Aunque al abrazarme me hayas hecho tocar el cielo.

Pero no es sano que todo lo resumas, de repente, tú. Debo apartarte. Aunque no pueda soportar el peso de tu avizorar en mi nuca. Aunque sea incapaz de atisbarte sin que me deslumbre el color de tu piel. Aunque deba apelar a la actuación, a la soflamación de mis sentimientos, al tedio. Aunque deba amortajar y estrujar mi corazón para que deje de latir al verte, deje de sentir, convertirme en un ente páramo, cafre y cerril. Quedando solo la parte incisiva de lo que fui. Poniendo un oscuro redil a nuestra empática y fácil interacción por cuanto somos, en nuestra inmanente sustancia, parecido, inherente atracción, cuando estamos, cuando somos y siento que nos elevamos hacia un edén que nos espera, chafarrinándome unos sesos en los que hoy en día solo figuras tú por doquier, como principio y fin, duda y solución, para convertirlos en pirróneos a la hora de volver a ver tu figura, a la hora de reconocerte, a la hora de interpretar la sensación que, ineludiblemente, tendrán.

Soy consciente que para todo ello, te debo querer olvidar. Debo tener la fiel convicción de que será por mi bien. Y por el nuestro. Debo dejar de encontrar soluciones en lo que me sugestiona cada milímetro de tu cuerpo. Debo dejar de recelar de ti en cada minuto que pasa y no se lo que haces. Debo dejar de relamer mis heridas pensando en ti. Y evitar que tu recuerdo sea pretexto para dejar de producir, de sentir otros sentires, y de comparar con una prejuzgada insipidez.


Esta mañana es mañana de Reyes. Se que soy incapaz de llorar, pues hace hoy mucho, mucho tiempo que no lloro… y sin embargo tengo unas ganas tremendas… Odio sentir esta dependencia. Sentir lo que siento cuando, al abrir los ojos hoy, lo primero que he hecho, ha sido pensar en ti. Lo mismo que hice ayer al dormirme. Pensar en ti y en ti. Y sin embargo tú… tú quién sabe lo que estarás pensando…

Mi memoria a veces demasiado exquisita me recordará todo lo que sentí por ti. Lo que sentí por ti hoy, en una noche de Reyes… sumando a mi colección la historia de hoy, la que hoy creo más grande que - nunca y siempre - podré sentir.

No hay comentarios: